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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SECRETARIO GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS
SOBRE LA SITUACIÓN EN ZAIRE

 

Al excelentísimo señor Kofi Aman,
secretario general de la Organización de las Naciones Unidas

El empeoramiento de la situación en Zaire me impulsa a expresarle mi profunda preocupación. Sin embargo, tengo confianza en las posibilidades de la comunidad internacional para una acción coordinada, que permita evitar un desarrollo más trágico.

Los combates que se libran en la parte oriental del país producen, una vez más, en las poblaciones dramas humanos ante los cuales los responsables de las naciones no pueden quedar insensibles.

Las noticias que me llegan de las diócesis afectadas por las operaciones en curso testimonian el estado de violencia y abandono en el que se ven obligadas a vivir miles de personas.

No puedo permanecer indiferente ante la situación de esos hermanos y hermanas en humanidad, y apoyo todos los esfuerzos realizados, tanto a nivel local corno internacional, con miras a una tregua inmediata.

Sin embargo, la pacificación que se necesita sólo tendrá efectos duraderos si los refugiados ruandeses presentes en el territorio zaireño vuelven a su país con seguridad y dignidad. Esto solamente será posible con la colaboración de la comunidad internacional y el compromiso pacífico de los países africanos.

Es primordial que en Zaire, como en otros lugares, se respete de modo absoluto el principio de la integridad territorial, si no se quiere abrir la puerta a todo tipo de excesos. Por eso, la comunidad internacional debe velar prioritariamente por una aplicación precisa del derecho y por la promoción de acciones orientadas a mejorar efectivamente el destino de las poblaciones.

Me parece cada vez más necesaria una cooperación entre la Organización de las Naciones Unidas y la Organización de la unidad africana, con vistas a una solución justa de todos los problemas que afectan a la vida de los pueblos en la región de los Grandes Lagos.

En fin, será más fácil llevar a cabo, una tarea de tan gran alcance -que requerirá, ciertamente, negociaciones entre todas las partes implicadas-, si el proceso de democratización que comenzó en Zaire se concluye con éxito. Es preciso animar a todas las personas de buena voluntad, tanto dentro como fuera del país, para crear las condiciones favorables a un diálogo nacional que respete todas las tendencias étnicas o políticas, diálogo al que, por lo demás, la Iglesia católica da su contribución.

Agradecería a su excelencia que tuviera la amabilidad de dar a conocer el contenido de esta carta a los miembros del Consejo de seguridad.

Dándole gracias por la atención que quiera prestar a mi iniciativa, le ruego que acepte, señor Secretario general, la expresión de mi más alta consideración.

Vaticano, 4 de marzo de 1997.

 



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