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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LA OBRA PÍA DEL PICENO


Domingo 6 de marzo de 1997

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme con vosotros, socios de la Obra pía del Piceno y representantes de la numerosa y activa comunidad de Las Marcas residente en Roma, que, con razón, os sentís orgullosos de la espléndida iglesia de San Salvador en Lauro, con el anejo complejo monumental.

Dirijo un saludo cordial a vuestro presidente, el ingeniero Franco Santolini, a quien agradezco las amables palabras con las que acaba de esbozar un interesante cuadro de la vida y la actividad de vuestra asociación. Además, saludo al asistente eclesiástico, monseñor Carlo Liberati, y a todos vosotros que, con vuestra presencia, testimoniáis la devoción y el afecto de toda la población de Las Marcas hacia el Papa.

2. Este encuentro me brinda la agradable oportunidad de expresaros mi profunda estima por el esfuerzo de vuestra benemérita Obra en favor de la conservación y difusión de los valores tradicionales de fe, laboriosidad y solidaridad, tan enraizados en vuestra tierra de origen. En efecto, durante los casi cuatro siglos de presencia en la ciudad eterna, las personas originarias de Las Marcas se han distinguido por su constante fidelidad a la Iglesia, la promoción de un mayor conocimiento de la historia y de la vida de las provincias de su región, y por las múltiples iniciativas realizadas en el campo de la formación, la asistencia y el culto.

Esta iglesia de San Salvador en Lauro, con las obras parroquiales anexas, es un testimonio elocuente de vuestra colaboración en las actividades pastorales de la diócesis y, sobre todo, de vuestro compromiso en la difusión, entre los romanos y los peregrinos procedentes de diversas partes del mundo, de la devoción a la bienaventurada Virgen de Loreto, una de cuyas copias más antiguas y renombradas custodiáis amorosamente en este lugar.

3. Mi visita de hoy se realiza a más de un siglo de distancia de la que hizo mi venerado predecesor, el Papa Pío IX, después de haberse ocupado de la restauración del templo. Como tantas otras iglesias antiguas de la urbe, este complejo monumental testimonia la capacidad de los ciudadanos de Roma de integrarse con otros pueblos —en este caso, con el noble pueblo de Las Marcas— y de vivir y encarnar juntos el mensaje evangélico en sugestivos testimonios de arte y cultura.

Al agradeceros vuestra exquisita acogida, os deseo que, cada vez con mayor celo apostólico, prosigáis cooperando activamente en la difusión del Evangelio, especialmente con vistas al gran jubileo del año 2000. Os exhorto, individualmente y como asociación, a dar vuestra contribución específica de vida espiritual y de iniciativas concretas, en sintonía con la diócesis de Roma, para que los numerosos peregrinos encuentren en el corazón de la ciudad comunidades cristianas acogedoras y dedicadas al anuncio del Evangelio.

Con estos sentimientos, mientras invoco la protección materna de la bienaventurada Virgen de Loreto sobre cada uno de los presentes, sobre todos los socios de la Obra pía del Piceno y sobre toda la comunidad de Las Marcas en Roma, os imparto de corazón a cada uno de vosotros y a vuestras familias una bendición apostólica especial.

 



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