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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
 A LOS ALUMNOS DEL PONTIFICIO COLEGIO BEDA


Viernes 23 de mayo de 1997

 

Queridos amigos en Cristo:

1. Con gran alegría os doy la bienvenida a vosotros, seminaristas, sacerdotes estudiantes y ex alumnos del Pontificio Colegio Beda, así como al rector, al personal y a las Franciscanas Misioneras de la Maternidad Divina, que han prestado su servicio en el Colegio durante treinta años. En la feliz ocasión de vuestro centenario, me uno a vosotros en la acción de gracias a Dios por las «maravillas» (cf. Lc 1, 49) que, durante los últimos cien años, ha realizado a través de vuestro Colegio para el bien de la Iglesia. Desde su fundación, el «Beda» ha estado comprometido decididamente en su misión de promover hombres maduros, procedentes de los países anglófonos, con una sólida preparación para el ministerio sacerdotal.

2. Vuestro centenario coincide con la preparación de la Iglesia para el gran jubileo del año 2000. Os exhorto a celebrar los cien años del Colegio con espíritu de ferviente anticipación del gran aniversario de la encarnación redentora de Jesús, el Hijo de Dios. Los llamados a ser «pastores según el corazón del Señor » (cf. Jr 3, 15) deben ser los primeros en aspirar a lo que yo deseé a todos los miembros de la Iglesia en mi carta apostólica Tertio millennio adveniente, a saber, «un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración cada vez más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado» (n. 42). Puesto que los sacerdotes están configurados sacramentalmente con Cristo, Cabeza, Pastor y Servidor de la Iglesia, tienen que ser especialmente «santos e inmaculados en su presencia» (Ef 1, 4).

3. Vuestro patrono, el venerable Beda, es para vosotros un modelo de sacerdote que se dedicó al estudio devoto y a la contemplación de la sagrada Escritura. Ojalá que la familiaridad con la santa palabra de Dios sea la fuente de vuestra fe y alegría, e ilumine vuestra mente para «proclamar la buena nueva a toda la creación» (Mc 16, 15) con convicción y fuerza.

Pido en mi oración para que, con ocasión del centésimo aniversario del Pontificio Colegio Beda, el Espíritu Santo os colme de ardiente celo por llevar a Cristo, esperanza de la humanidad, a un mundo que anhela el amor y la paz que sólo Dios puede dar. Agradezco al colegio su fidelidad al Sucesor de Pedro a lo largo de los años, y os encomiendo a vosotros y a los bienhechores del colegio a la intercesión amorosa de María, Madre de Jesús, eterno y sumo sacerdote. Con mi bendición apostólica.



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