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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
A LA FEDERACIÓN DE INSTITUTOS
DE ACTIVIDADES EDUCATIVAS DE ITALIA

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra dirigiros un cordial saludo a todos vosotros que, con ocasión de la 52ª asamblea nacional de la Federación de institutos de actividades educativas, habéis venido a Roma en representación de las escuelas católicas primarias y secundarias, presentes en todo el territorio italiano.

Vuestro encuentro constituye una nueva etapa del camino que estáis realizando desde hace años al servicio de los valores humanos y cristianos y de la auténtica libertad de educación en la escuela y en la sociedad italiana. En el marco del sistema público integrado de la instrucción, queréis confirmar la identidad originaria de la escuela católica y su inserción plena en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Os expreso mi satisfacción por la obra atenta y cualificada de miles de profesores, religiosos y laicos, que colaboran con las familias en la formación integral de las nuevas generaciones. Os agradezco vuestro esfuerzo diario y la solicitud con que trabajáis al servicio de los muchachos y los jóvenes, a pesar de las dificultades y los problemas relacionados con el actual ambiente sociocultural y con las amplias transformaciones que se están realizando en la vida escolar. Saludo afectuosamente, en particular, a los alumnos de vuestros institutos, deseándoles que vivan intensamente este período fundamental de la vida, para ser protagonistas competentes e intrépidos de la sociedad del futuro.

2. A menudo la educación sufre el influjo de «formas de racionalidad» que no «tienden a la contemplación de la verdad y a la búsqueda del fin último y del sentido de la vida», sino a «fines utilitaristas, de placer o de poder» (Fides et ratio, 47), con el consiguiente riesgo de producir consecuencias trágicas en quienes se están abriendo a la vida.

La escuela católica afronta un gran desafío, al que deberá responder con un proyecto educativo caracterizado por un fuerte sentido cristiano, que se ha de procurar poner en práctica colaborando plenamente con la familia, sujeto principal de todo proyecto educativo. Aprovechando sobre todo la competencia y el testimonio de los profesores, la escuela católica se propone brindar a los jóvenes una formación cualificada, basada en la adquisición de los conocimientos necesarios y en la estima de cuanto el hombre ha realizado a lo largo de la historia, pero sobre todo en la adhesión madura y convencida a los grandes valores de la tradición italiana y de la fe cristiana.

3. Toda escuela está llamada a ser un laboratorio de cultura, experiencia de comunión y lugar de diálogo. Estas finalidades encuentran un terreno particularmente favorable en los institutos católicos: fundando su acción pedagógica en el espíritu de caridad y libertad, propio de toda comunidad inspirada en el Evangelio, son un lugar significativo de promoción humana y diálogo entre las diversas religiones y culturas en la actual sociedad multiétnica.

Sin embargo, las nuevas fronteras de la escuela y su apertura al diálogo cultural exigen a quien actúa en el ámbito de las escuelas católicas un cuidado constante de su específica identidad pedagógica e ideal, que sigue siendo la principal garantía de un servicio original destinado a creyentes y no creyentes.

En una sociedad que a veces se muestra poco sensible a los valores espirituales y con frecuencia cree erróneamente que podrá construir el bienestar y la felicidad del hombre exclusivamente mediante la ciencia y la tecnología, la escuela católica está llamada a formar la mente y el corazón de las nuevas generaciones, inspirándose en el modelo de humanidad propuesto por Cristo. El testimonio coherente de los profesores y los padres ayudará a los alumnos a emprender la gran aventura de la vida en compañía de Jesús, Redentor y verdadero amigo, con el que se puede contar.

4. La escuela católica, al promover el respeto de las conciencias, la pasión por la verdad y el amor a la libertad en el ámbito de un servicio competente, ofrece una valiosa oportunidad a los padres, que pueden elegir el modelo de educación más conveniente para sus hijos. Esto constituye una garantía segura de la validez del sistema público integrado de la instrucción, que es condición indispensable para que la escuela sea un instrumento moderno y eficaz de formación y factor de progreso para la sociedad entera.

Expreso mis mejores deseos de que vuestra asamblea, profundizando en estos temas, contribuya a mejorar la calidad del servicio escolar y a apreciar más el valor de la escuela libre, con vistas al crecimiento cultural y el desarrollo democrático de la sociedad italiana. Con estos deseos, encomiendo vuestra misión educativa y los trabajos de vuestro encuentro a la protección materna de María, Sede de la sabiduría, y, a la vez que invoco sobre los alumnos, las familias, los educadores y los responsables de la escuela católica, la luz y la fuerza del Espíritu de verdad, os imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica.

Vaticano, 24 de noviembre de 1998

JUAN PABLO II



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