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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS RESPONSABLES DE LA CONFERENCIA
INTERNACIONAL DE ESCULTISMO

Domingo 13 de septiembre de 1998

 

A los responsables de la Conferencia internacional católica del escultismo

1. Con ocasión del 50 aniversario de la fundación de la Conferencia internacional católica del escultismo, me uno de buen grado a la acción de gracias de los hombres y mujeres que, desde los comienzos, han participado en el movimiento scout católico y han recibido en él una exigente formación espiritual y humana, que les ayuda en su vida diaria.

El encuentro entre el método scout y las intuiciones del padre Sévin, s.j., ha permitido elaborar una pedagogía basada en los valores evangélicos, según la cual se impulsa a cada joven a cultivar y desarrollar su personalidad, haciendo fructificar los talentos que ha recibido. La ley scout, al llevar a los jóvenes por el camino de las virtudes, los invita a la rectitud moral y al espíritu de ascesis, y así los orienta hacia Dios y los llama a servir a sus hermanos. Buscando hacer el bien, se convierten en hombres y mujeres capaces de asumir responsabilidades en la Iglesia y en la sociedad. En el seno de una patrulla, en los campamentos y en otras circunstancias, los scouts descubren al Señor a través de las maravillas de la creación, que están llamados a respetar. Hacen también una valiosa experiencia de vida eclesial, encontrando a Cristo en la oración personal, con la que pueden familiarizarse, y en la celebración eucarística. Además, la unidad scout brinda a los jóvenes la ocasión de aprender a vivir en sociedad, respetando a los demás.

2. La fraternidad scout internacional crea vínculos entre personas de culturas, lenguas o confesiones diferentes, y constituye una posibilidad de diálogo entre ellas. Con este espíritu, saludo a los equipos de formadores y a las unidades scouts que se encargan de proponer a los jóvenes de las ciudades y de los barrios, frecuentemente desempleados, el ideal y la pedagogía de su movimiento. Esa actividad implica una verdadera dimensión fraterna, que contribuye a la evangelización de personas que a menudo están muy alejadas de Cristo y de la Iglesia, y al desarrollo de la paz y de la colaboración entre los hombres y los pueblos. Me parece positiva la actitud de los responsables y de los jóvenes del movimiento que favorecen encuentros con miembros de otras comunidades eclesiales, con espíritu ecuménico, educando así en el diálogo y en el respeto a los demás. Sin negar los principios específicos del escultismo católico, esta apertura a los jóvenes de otras culturas y de otras confesiones religiosas permitirá que Cristo sea más conocido y amado.

No olvido que el escultismo es también un lugar de maduración de vocaciones para los jóvenes que desean comprometerse en el sacerdocio o en la vida religiosa, así como en el matrimonio según los principios de la Iglesia. En este marco educativo, encuentran en sus jefes y en sus compañeros un apoyo fraterno y una ayuda valiosa para el discernimiento, a fin de responder plenamente a la llamada del Señor.

3. En el umbral del año 2000, deseo vivamente que el movimiento scout siga interrogándose sobre su modo de vivir más radicalmente los compromisos evangélicos y dando un testimonio de colaboración armoniosa y de comunión. En este sentido, será importante reconocer cada vez más las sensibilidades propias de ciertas unidades en el seno mismo de las federaciones, con voluntad de diálogo y de comprensión. También sería particularmente significativo que la unidad del movimiento scout, a veces rota en el pasado, se alcance durante el gran jubileo; así, a los ojos del mundo, se daría un testimonio del amor fraterno y de la reconciliación que permiten reconocer a los discípulos del Señor (cf. 1 Jn 4, 7-9).

4. Invocando sobre todos los scouts la asistencia del Espíritu Santo y la intercesión de Nuestra Señora, animo vivamente al movimiento a proseguir y a intensificar el servicio que presta a la juventud del mundo, proponiéndole un ideal y dándole a Cristo como modelo de vida humana perfectamente realizada y como camino hacia la felicidad, ya que él es «el camino, la verdad y la vida » (Jn 14, 6). A todos los miembros de la Conferencia internacional católica del escultismo, les imparto de corazón la bendición apostólica.

Vaticano, 13 de septiembre de 1998

JUAN PABLO II



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