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VISITA PASTORAL A CHIAVARI Y BRESCIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS REPRESENTANTES DE LA PASTORAL FAMILIAR
Y ESCOLAR DE LA DIÓCESIS

Catedral de Brescia
Domingo 20 de septiembre de 1998

 

Amadísimos hermanos y hermanas,
responsables y animadores de la pastoral familiar y de la pastoral escolar:

1. Tiene un significado particular y me da mucha alegría mi encuentro con vosotros, durante mi breve visita a vuestra Iglesia, en esta jornada en que Brescia recuerda a Pablo VI en el centenario de su nacimiento, y exulta por la beatificación de Giuseppe Tovini, ambos hijos insignes de vuestra tierra. Ellos tienen un mensaje que ofrecer precisamente sobre los temas a los que os dedicáis de modo particular: la promoción de la familia y la educación de los jóvenes.

El nuevo beato nos habla de ellos con el ejemplo mismo de su vida. En efecto, fue esposo ejemplar, padre de diez hijos, y supo hacer de su familia una verdadera «iglesia doméstica», rica en oración y comunión. Además, en cuanto a la educación, se distinguió en su compromiso civil como animador incansable de iniciativas en favor de una escuela inspirada en la verdad cristiana.

2. Con otro papel, también Pablo VI fue benemérito de estas dos nobles causas. A la familia, especialmente, le dedicó un espacio privilegiado en su magisterio, como arzobispo de Milán y como Pastor de la Iglesia universal. Su atención a este tema hundía sus raíces en la experiencia de una familia caracterizada por una gran finura en las relaciones y una intensa espiritualidad.

La Iglesia de Brescia no podía por menos de quedar marcada por estas dos figuras. Por tanto, con razón, las recuerda hoy con legítimo orgullo y se inspira en ellas para dar nuevo impulso a la acción pastoral, sobre todo en el campo de la familia y de la escuela.

Y, comenzando por la familia, ¿cómo no subrayar que estamos ante un tema de importancia fundamental y decisiva? Se trata de una convicción que nos colma de responsabilidad, en especial si se considera que precisamente hoy la familia, en el marco de una rápida transformación de las costumbres y de un difundido relativismo ético, es objeto de impulsos destructores que minan sus mismos fundamentos.

En esta situación, la Iglesia siente el deber de recordar las líneas maestras de la ética matrimonial y familiar, y no lo hace con la pretensión de imponer «su» disciplina, sino más bien con el fin de volver a proponer a las conciencias una verdad que todos pueden percibir dentro de sí mismos.

Queremos meditar de nuevo brevemente sobre esta verdad, que el beato Tovini vivió de modo ejemplar y el siervo de Dios Pablo VI ilustró con autoridad, para testimoniarla cada vez con mayor fervor mediante las palabras y las obras.

3. Hoy es más necesario que nunca recuperar el sentido del matrimonio como alianza de amor, con la que un hombre y una mujer se unen públicamente y para siempre, con el fin de complementarse recíprocamente y servir de manera responsable a la vida. Como tal, está inscrito ya desde los orígenes en el designio de Dios. Jesús recurre precisamente a su carácter originario cuando reacciona contra el permisivismo que se había introducido en la misma ley mosaica. En efecto, a la pregunta sobre la licitud del divorcio da esta respuesta solemne: «Desde el comienzo de la creación, él los hizo varón y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre» (Mc 10, 6-8).

Estas palabras del Señor son, ciertamente, muy exigentes. Pero ¿cómo negar que son las que mejor expresan el sentido profundo del auténtico amor conyugal? En cuanto auténtico, este amor no puede reducirse a una elección «temporal», a merced de las circunstancias o, peor aún, de los estados de ánimo. Además, en cuanto conyugal, abarca toda la existencia de los esposos, respetando e integrando su masculinidad y su femineidad específicas.

Las palabras de Jesús resultan, asimismo, exigentes pero verdaderas, si las analizamos desde el punto de vista de los hijos, cuyos derechos sólo ellas pueden tutelar plenamente, pues favorecen su maduración psicofísica en un clima armonioso y sereno.

Por eso, es importante educar a las generaciones jóvenes para que vivan el amor de manera auténticamente humana. Así, incluso en su dimensión sexual, ese amor se convierte para los creyentes en un elemento del «culto espiritual» (Rm 12, 1) al que nos exhortaba san Pablo en el pasaje que acabamos de proclamar. Amadísimos hermanos y hermanas, debemos hacer que se redescubra la belleza del matrimonio vivido según el designio de Dios, y debemos esforzarnos por lograr que el valor de esta institución, fundamental e imprescindible para la convivencia humana, se reafirme en las conciencias, en la cultura e incluso en la legislación.

4. De igual modo es urgente ayudar a los esposos a percibir el nexo que existe entre la entrega recíproca y el servicio a la vida: nexo que pertenece a la lógica profunda del amor, en sus dos dimensiones: unitiva y fecunda, inscritas en la misma estructura biológica y psicológica del hombre y de la mujer. Evocando hoy a Pablo VI, ¿cómo no recordar, sobre este tema tan delicado y controvertido, la enseñanza luminosa que dio hace treinta años en la encíclica Humanae vitae? Con ella no pretendía, principalmente, «prohibir» algo, sino exaltar la misión sublime que hace que los esposos sean colaboradores de Dios en el don de la existencia a nuevas criaturas. Dar la vida es una misión elevadísima, que hay que cumplir con generosidad y, a la vez, como subraya la encíclica, con el sentido de responsabilidad que permite, y a veces podría imponer, distanciar los nacimientos, según criterios de valoración ponderada del bien de los esposos, de la familia y también de los hijos. Sin embargo, esta opción responsable, que hace lícitas las relaciones entre los esposos durante los períodos naturalmente infecundos, no legitima que se separe el significado unitivo del significado procreador, pues ambos son connaturales, según específicas leyes biológicas, al acto conyugal. El dominio del hombre sobre su cuerpo y, en particular, sobre sus facultades generativas en cuanto tales, recuerda con fuerza Pablo VI, no es ilimitado.

5. Esta enseñanza espera eficaces heraldos que sepan proponer toda su riqueza antropológica a los hombres y a las mujeres de hoy. Los pastores no deben temer seguir el ejemplo luminoso de Pablo VI, imitando su intrepidez para ir contra la corriente. Y los laicos han de contemplar a los numerosos modelos de santidad en los que pueden inspirarse. Hoy, la beatificación de Giuseppe Tovini es, especialmente para vosotros, brescianos, un aliciente para un compromiso aún mayor que, por lo demás, está en la línea de toda vuestra tradición. En efecto, habéis comprendido bien que no basta proclamar el proyecto de Dios sobre el matrimonio; tiene que encarnarse en un proyecto educativo concreto para los jóvenes, los novios, e incluso para los esposos y las familias. Por tanto, valorad y desarrollad las mejores experiencias de vuestra tradición pastoral. Una aguda intuición impulsó a fundar el benemérito «Instituto Pro-familia », a fin de dar consistencia a un itinerario formativo que partiera de la adolescencia para llegar a la familia en su madurez.

También la presencia de los «Equipos de Nuestra Señora» y del movimiento «Familias nuevas» es eficaz y fecunda. Hay que felicitar asimismo a los Consultorios de inspiración cristiana y al Centro diocesano de orientación matrimonial y familiar por el servicio que prestan, así como a las asociaciones de padres comprometidos en la educación y en la escuela por el papel que desempeñan, y a los diversos institutos religiosos por su disponibilidad para ocuparse de situaciones familiares problemáticas. Es prometedora la constitución del «Foro provincial de las asociaciones familiares », cuya finalidad es cultivar y manifestar el carácter social y político de la familia. Y ¿cómo olvidar la solidaridad concreta que muestran numerosas asociaciones de familias a las familias con dificultades por la presencia de graves enfermedades, personas minusválidas y carencias sociales?

6. Son muchos los recursos de que disponen la Iglesia y la sociedad bresciana. Este compromiso en favor de la familia será más eficaz si existe una estrecha colaboración entre todas las instituciones educativas inspiradas en los auténticos valores humanos y cristianos. No hay tiempo para abordar aquí un desarrollo específico sobre el papel de la escuela. Dejándolo a vuestra sensibilidad, ya atenta y activa en este campo, me limito a recordar la importancia de la colaboración entre la escuela y la familia, en un momento histórico en que la fragmentación de la cultura y la variedad de los mensajes transmitidos por los medios de comunicación social hacen que la familia esté cada vez más sola y en desventaja en su tarea educativa.

Este tema se refiere a todo tipo de escuela, comenzando por la estatal, en la medida en que permanece bien arraigada en los valores morales inscritos en el corazón de cada hombre y recogidos en gran parte por la Carta constitucional que rige la vida del pueblo italiano. Al mismo tiempo, precisamente la urgencia de la colaboración entre la escuela y la familia supone que se reconozca concretamente a las familias, también con oportunos subsidios, la posibilidad de elegir la orientación educativa y el tipo de escuela que contribuya más al crecimiento de sus hijos. El esfuerzo que el beato Giuseppe Tovini desplegó por la promoción cristiana de la escuela estatal y la afirmación de la escuela católica es un testimonio que conserva toda su actualidad. Basta recordar la revista «Escuela italiana moderna», fundada por él, que, en más de un siglo de vida, gracias a la benemérita «Editrice La Scuola», ha ayudado y sigue ayudando a muchos maestros de la escuela primaria en su labor educativa.

7. Así pues, ¡ánimo, Iglesia bresciana! ¡Ánimo, queridos agentes pastorales de la familia y de la escuela! Vuestro compromiso se ha vuelto hoy más difícil, pero sigue siendo exaltante y urgente. Estáis llamados a contribuir a la formación de personalidades sanas, motivadas, ricas en interioridad y capaces de comunión. Tienen derecho a confiar en vuestra intervención las familias con dificultades, a las que toda la comunidad eclesial debe manifestar un interés afectuoso y activo. Con vuestra ayuda, muchos hombres y mujeres, muchos jóvenes y familias podrán reencontrar el don de la fe y, con él, la alegría de la vida.

Que la Virgen de las Gracias, tan presente en la espiritualidad de los brescianos, os obtenga la ayuda divina necesaria para esta obra. Que el recuerdo de Pablo VI y el ejemplo del beato Giuseppe Tovini impulsen vuestros propósitos.

Os bendigo a todos con afecto.

 



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