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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS CAPITULARES ESCALABRINIANOS


Viernes 25 de septiembre de 2005

 

Amadísimos capitulares escalabrinianos:

1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros que, con ocasión de vuestro capítulo general, habéis querido reafirmar con esta visita vuestra fidelidad al Sucesor de Pedro y a su magisterio de Pastor de la Iglesia universal. En particular, saludo al padre Luigi Favero, que acaba de ser confirmado en el cargo de superior general de vuestra congregación. Al congratularme con él por la renovada confianza de sus hermanos y por el generoso y competente servicio que ha prestado hasta ahora, invoco la gracia y la fuerza del Espíritu Santo para que, con la ayuda del nuevo consejo, sepa introducir de manera eficaz al instituto de los Misioneros de San Carlos en el tercer milenio cristiano.

2. Conservo aún el recuerdo de la beatificación de vuestro fundador, monseñor Giovanni Battista Scalabrini, que, el 9 de noviembre del año pasado, quise señalar a la comunidad cristiana como espléndido ejemplo de apóstol de nuestro tiempo y protector celestial de millones de emigrantes y refugiados. Su corazón de obispo celoso y de padre amoroso se abrió a las necesidades espirituales y materiales de los desamparados con constante solicitud, haciendo participar en su incansable acción apostólica a todos los que la Providencia le había encomendado. Ha dejado a sus hijos espirituales la valiosa herencia de un amor ilimitado a cuantos la búsqueda de trabajo, las calamidades naturales o las condiciones sociopolíticas adversas desarraigan de su cultura y de su tierra. Tomando de la palabra de Dios la visión del destino universal de los bienes y de la unidad esencial de la familia humana, vio en las migraciones ante todo una ley de la naturaleza que renueva «en cada instante el milagro de la creación» y que «convierte al mundo en patria del hombre». Pero, al mismo tiempo, jamás dejó de denunciar los sufrimientos y los dramas causados por la emigración, solicitando para ella soluciones oportunas y concretas.

Queréis revivir hoy su espíritu, su mismo entusiasmo, y os preguntáis cómo proponer de nuevo, en el umbral de un nuevo milenio, su deseo de servir a los más desamparados y su celo evangelizador sin fronteras.

Ante el recrudecimiento del fenómeno migratorio en sus aspectos más dolorosos, como las migraciones sin documentación y las de los refugiados causadas por las guerras, por el odio étnico y el subdesarrollo, se abren horizontes cada vez más vastos para vuestra caridad y vuestro espíritu misionero.

Por tanto, al definir el «Proyecto misionero escalabriniano en el umbral del año 2000», vuestro capítulo general ha querido responder muy oportunamente a esas necesidades, contemplando en especial los sectores del mundo de los emigrantes donde son más fuertes los signos de la prueba y del sufrimiento, del rechazo de la diversidad y del miedo al otro, de la explotación y de la soledad.

3. Se trata de una tarea apostólica ardua y compleja, que exige de cada religioso escalabriniano ante todo una adhesión cada vez más convencida y transparente a Cristo pobre, casto y obediente, y una profunda intimidad con él, alimentada en la oración, de modo que el divino Redentor sea cada vez más el centro y la razón del propio ser y del apostolado. Amadísimos hermanos, siguiendo el ejemplo de vuestro fundador, vivid de manera convencida y concreta el primado de la oración, cultivando en particular la devoción a la Eucaristía y a la Virgen: así encontraréis las motivaciones profundas y la fuerza incesante para seguir al Señor también por el camino de la cruz; y encontraréis, en particular, un impulso siempre nuevo para servir a los emigrantes, puesto que «la mirada fija en el rostro del Señor no atenúa en el apóstol el compromiso por el hombre; más bien, lo potencia, capacitándolo para incidir mejor en la historia y liberarla de todo lo que la desfigura» (Vita consecrata, 75). Permitiréis que el Espíritu divino os guíe, para compartir las expectativas y las esperanzas de los hombres y las mujeres que emigran; además, sabréis iluminar a cuantos ven en la emigración una amenaza contra su identidad nacional, contra sus seguridades y privilegios, ayudándoles a ver en la presencia de personas diversas por procedencia y cultura una riqueza potencial para los países que las acogen.

La Iglesia os pide, queridos hermanos, que mantengáis vivos los valores de la fraternidad y de la solidaridad en todas las comunidades de acogida, para reducir los espacios de la exclusión y difundir la cultura del amor. Esa ardua tarea os exige la plena recuperación de la vida fraterna y el compromiso constante y convencido de transformar las comunidades religiosas en «lugares» de comunión e imágenes vivas y transparentes de la Iglesia, germen y comienzo del reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 5). En un mundo dividido e injusto, vuestra familia escalabriniana, que hoy se presenta cada vez más diversificada desde la perspectiva de la pertenencia étnica y cultural, no sólo ha de ser signo y testimonio de un diálogo siempre posible, sino también casa abierta para cuantos buscan ocasiones para el encuentro y la aceptación de las diferencias.

4. La presencia de vuestros religiosos en áreas geográficas y tradiciones diferentes, y la singularidad de vuestro compromiso pastoral en el mundo de la migración humana, a menudo espejo de las necesidades y las heridas del mundo contemporáneo, exigen de vosotros una particular capacidad de volver a proponer, de modo nuevo y eficaz, el carisma de vuestro instituto. Para que las nuevas generaciones puedan vivir y transmitir con autenticidad el espíritu de la congregación en las diferentes culturas y situaciones geográficas, es necesario, como vosotros mismos observáis, elaborar cuanto antes la ratio institutionis de vuestra congregación, señalando de forma clara y dinámica el camino que se ha de seguir para la asimilación plena de la espiritualidad del instituto. En efecto, «la ratio responde hoy a una verdadera urgencia: de un lado, indica el modo de transmitir el espíritu del instituto, para que sea vivido en su autenticidad por las nuevas generaciones, en la diversidad de las culturas y de las situaciones geográficas; de otro, muestra a las personas consagradas los medios para vivir el mismo espíritu en las varias fases de la existencia, progresando hacia la plena madurez de la fe en Cristo» (Vita consecrata, 68). Además de la ratio institutionis, se deberá elaborar un proyecto de formación permanente, para acompañar a cada escalabriniano con un programa que abarque toda su vida (cf. ib., 69).

Estos procesos formativos, al ayudaros a seguir con amor renovado y constante a Cristo, os llevarán a captar con sabiduría los signos de Dios en la historia y, mediante el testimonio de vuestro carisma, a hacer palpable de algún modo su presencia en el variado y difícil mundo de las migraciones.

El ámbito de las migraciones humanas, en el que se realiza vuestro compromiso de evangelización y promoción humana, se presenta particularmente abierto a los carismas y a la profesionalidad de los seglares. Sabed valorar la colaboración con los fieles laicos, para que vuestra presencia entre los emigrantes sea más eficaz y para que les brindéis una imagen más completa de la Iglesia. Desde luego, esto os exige a vosotros, religiosos, un particular esmero para formar a los laicos en la madurez de la fe, para iniciarlos en la vida de la comunidad cristiana y para llevarlos a compartir el carisma escalabriniano.

5. Queridos hermanos, en el umbral de un nuevo milenio, mientras la Iglesia se prepara para celebrar los dos mil años de la encarnación del Hijo de Dios, deseo encomendar vuestros propósitos apostólicos, vuestras decisiones capitulares y vuestras esperanzas a la Madre del Señor, a quien el beato Giovanni Battista Scalabrini eligió como modelo de su espiritualidad y de su acción apostólica. Que María, mujer libre porque estaba llena de gracia, que dejó deprisa su tierra y su casa para ir a ayudar a su prima Isabel, os conceda la alegría de ser instrumentos dóciles y generosos del anuncio del Evangelio a los pobres de nuestro tiempo y os haga testigos de esperanza.

Con estos deseos, invocando la protección de vuestro beato fundador, imparto con afecto a toda la familia escalabriniana una especial bendición apostólica.



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