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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LAS PEQUEÑAS SIERVAS DEL CORAZÓN DE JESÚS
 
Sala Clementina
Jueves 2 de diciembre de 1999

 

Queridas religiosas: 

1. Con gran alegría os acojo y os saludo cordialmente a todas. Mi pensamiento va, en primer lugar, a vuestra superiora general, a quien doy gracias por haberme presentado las expectativas y los proyectos de vuestro instituto. Saludo, asimismo, a las consejeras generales y a todos los miembros de vuestra congregación.

Habéis venido a visitarme en una ocasión muy singular para vuestra familia religiosa. En efecto, recordando el 125° aniversario de vuestra fundación y el 25° de la beatificación de vuestra fundadora, sor Anna Michelotti, os disponéis a celebrar un jubileo en el gran jubileo.

Esta circunstancia providencial os brinda la oportunidad de reflexionar en el valor y la importancia del tiempo que, como recordé en mi carta apostólica Tertio millennio adveniente, tiene una importancia fundamental en el cristianismo. El mundo fue creado dentro de la dimensión temporal; en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la "plenitud de los tiempos", la Encarnación, y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos (cf. n. 10).

En el período que va de la Encarnación al retorno glorioso del Señor, el Espíritu guía a la Iglesia para que, gracias a la obra de numerosas almas generosas, siga llevando la buena nueva a los pobres, curando las heridas de los corazones rotos, proclamando la libertad de los esclavos y la liberación de los cautivos, y promulgando el año de gracia del Señor (cf. Lc 4, 16 ss). Por tanto, en las diferentes épocas de la historia, es siempre el Espíritu Santo el que, cumpliendo el proyecto del Padre, suscita diversos carismas al servicio de la Iglesia y de la humanidad entera (cf. Redemptionis donum, 15).

2. Queridas hermanas, os presentáis al mundo como "Pequeñas Siervas del Corazón de Jesús para los enfermos pobres". Vuestro nombre constituye un programa de vida para cada una de vosotras. Sentíos "pequeñas", para poder experimentar las predilecciones del Maestro divino (cf. Mt 11, 25). Cultivad en vosotras el espíritu de "servicio" al prójimo, siguiendo el ejemplo de María, que se definió a sí misma "la esclava del Señor" (Lc 1, 38; cf. 1, 48). Acercaos a los enfermos con espíritu de pobreza, teniendo como única riqueza a Dios, a quien estáis consagradas, y llevadles vuestro amor materno. Como solía recomendar vuestra fundadora, "no digáis "voy a visitar a un enfermo", sino:  "voy a consolar al corazón de Jesús que sufre". Si vais con este espíritu de fe, estaréis tranquilas y seguras de que les prestaréis un buen servicio" (Palabras vividas, p. 43). Ojalá que la visita al enfermo, sobre todo en el año jubilar, sea para vosotras la primera y más ardua peregrinación.

En la exhortación apostólica Vita consecrata encomendé a las comunidades religiosas la tarea de promover la espiritualidad de la comunión (cf. n. 51). A vosotras, en particular, os confío la tarea de ser signo y memoria de la caridad que se pone en camino hacia el enfermo. Os sirva de ejemplo la Virgen María, que salió de su casa en Galilea para dirigirse a las montañas de Judea, a la casa de su prima Isabel, que necesitaba ayuda.

Que el significativo aniversario que os disponéis a conmemorar sea para vosotras un impulso a volver a las fuentes de vuestro carisma; os haga cada vez más fieles al espíritu y a la finalidad de vuestra fundadora; y sea un momento de mayor y más penetrante espíritu de fe, que os permita contemplar el rostro del Señor en cada enfermo que visitáis. ¿No dijo Jesús que cuanto hagamos a uno de sus hermanos más pequeños, a él mismo se lo hacemos? (cf. Mt 25, 40).

3. Vuestra obra ha ido desarrollándose durante estos años más allá de las fronteras de Italia, y hoy estáis presentes en Madagascar y Rumanía. Espero que se difunda ulteriormente, y pido a Dios que vuestro testimonio sea para toda la Iglesia signo de la peregrinación interior que impulsa al creyente a dejarlo todo para ir con Jesús hacia cada hombre o mujer necesitados de ayuda. Haced que en todas vuestras casas esté presente la ternura de Dios Padre hacia las criaturas probadas por la enfermedad.

Ojalá que esta doble celebración ya inminente os afiance en vuestro carisma y os haga cada vez más fieles al espíritu y a los deseos de la beata Anna Michelotti; y que sea, asimismo, un momento de maduración en la fe, que os lleve a vivir cada vez más profundamente vuestra vocación. Estáis llamadas a contemplar el rostro del Señor en cada enfermo que visitáis, como escribió vuestra fundadora:  "Nosotras pertenecemos a Jesús; servimos a Jesús, que es verdad encarnada y eterna, que no engaña, pues sus promesas son infalibles y no dejará sin recompensa ni siquiera un vaso de agua dado por amor" (Palabras vividas, p. 42).

Os proteja la beata Anna Michelotti. Por mi parte, os aseguro un recuerdo en la oración, y de corazón os imparto a todas mi bendición, que extiendo de buen grado a toda vuestra familia religiosa, y de modo especial a las aspirantes, a las jóvenes en formación, a las religiosas enfermas y a cuantos encontráis en vuestro apostolado diario.

 



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