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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS CAPITULARES DE LA CONGREGACIÓN DE RELIGIOSAS PASIONISTAS

Sala Clementina
Viernes, 17 de diciembre de 1999

 

Amadísimas religiosas Pasionistas de San Pablo de la Cruz: 

1. Me alegra acogeros con ocasión de vuestro XIV capítulo general, y os saludo cordialmente. Es un saludo que deseo enviar, a través de vosotras, a todas vuestras hermanas presentes en veinticinco naciones, esparcidas en cuatro continentes. Gracias por vuestra visita que, además de ser un gesto de devoción filial hacia el Sucesor de Pedro, constituye para mí la ocasión de conocer mejor vuestra familia religiosa y apreciar la generosidad que la anima en su servicio diario a la Iglesia.

Felicito a la madre Antonella Franci, elegida para el cargo de superiora general del instituto, e invoco sobre ella abundantes luces celestiales con vistas a un compromiso fructuoso en su nueva y no fácil misión. Deseo también que vuestra asamblea, con la ayuda del Señor y la asistencia materna de la santísima Virgen, suscite en cada una de vosotras y en toda vuestra congregación un renovado fervor espiritual, centrado en la viva, agradecida y dolorosa memoria de la pasión de Jesús y de los dolores de María santísima, un compromiso apostólico más convencido y una fidelidad cada vez más activa al carisma de María Magdalena Frescobaldi Capponi, laica, esposa y madre de familia.

Os aliento a proseguir por el camino emprendido, animadas siempre por la caridad divina y por el deseo de difundir por doquier el evangelio de Cristo.

2. Vuestro capítulo general tiene como objetivo principal hacer más intenso el amor y el servicio a los más necesitados, secundando la invitación de la Iglesia a evangelizar el mundo de hoy, caracterizado por numerosos desafíos culturales, sociales y religiosos. Para este fin, resulta muy significativo el tema:  La internacionalización de la congregación plantea a la hermana pasionista el desafío de ser signo profético de comunión en la inculturación del carisma, con fidelidad a la fundadora.

Os exhorto cordialmente a elaborar un proyecto de formación y actividades que ayude a vuestra familia religiosa y a cada una de las hermanas a poner en práctica el mandamiento del amor, según vuestro carisma. Siguiendo más de cerca a Jesús crucificado, viviréis vuestra vocación religiosa, que os lleva a una opción preferencial por los humildes y los pobres, a quienes hay que educar, y en particular por la mujer, que corre el peligro de una explotación inhumana. En el rostro de toda persona que atraviesa dificultades podréis reconocer el de Cristo, y seréis testigos del amor de Dios para todos aquellos con quienes entréis en contacto.

3. Se trata de una misión difícil, que exige una espiritualidad profunda y enraizada en el Evangelio. Por eso, vuestra primera tarea consiste en buscar a Dios, escuchando constantemente su palabra. Así, podréis vivir con plenitud vuestra peculiar misión en la Iglesia y en la sociedad.

Amadísimas hermanas, tratad de aplicar cada vez más la pedagogía de María Magdalena Frescobaldi Capponi, basada en el encuentro, en el diálogo abierto, acogedor y solidario, capaz de suscitar relaciones nuevas con Dios, con los demás y con la naturaleza. Cuidad la vida fraterna fundada en la contemplación y en la experiencia de Dios, que une a él y en él nos hace capaces de comunión y participación en la pluralidad y en la riqueza de las culturas. Impulsad la búsqueda de una sabia inculturación de vuestro carisma, testimoniando que el Evangelio es para todos los pueblos. Asimismo, poned atención especial en la formación permanente, para que seáis consagradas felices, capaces de difundir serenidad y esperanza, misericordia y solidaridad.

4. Amadísimas hermanas, ¡qué actual es vuestra vocación! Sed fieles al espíritu de los orígenes, permaneciendo junto a los necesitados con humildad y disponibilidad concreta. Amad la vida austera. Negándoos a vosotras mismas y tomando la cruz de Cristo en vuestra vida, podréis cumplir más fácilmente la alta misión que Dios os confía. Como bien recuerda la misma existencia de vuestra fundadora, la sociedad necesita precisamente esto:  un amor crucificado. Conquistada por el amor a la cruz, ella había hecho del Calvario el lugar seguro donde refugiarse.

Hoy, como entonces, estáis llamadas a esa misma misión, a saber, ser madres espirituales para quien sufre y llama a vuestras casas. Como en tiempos de María Magdalena Frescobaldi Capponi, también en nuestros días hay mucha necesidad de sensibilidad materna, de comprensión y de ayuda concreta.

Que os sostenga vuestro protector celestial, san Pablo de la Cruz; y que la Madre del Señor os ayude en vuestro esfuerzo diario de entrega y testimonio evangélico. Deseándoos que la gracia del gran jubileo del año 2000 constituya para todas vosotras una feliz ocasión de fervor y de renovada adhesión a Cristo, os imparto de corazón una especial bendición, que extiendo con afecto a toda vuestra familia religiosa.

 



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