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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE PEREGRINOS ALEMANES


Jueves 11 de marzo de 1999

 

Amados hermanos y hermanas:

1. Me alegra acogeros en el palacio apostólico. Los responsables de la redacción junto con numerosos lectores habéis venido juntos a Roma en peregrinación, para celebrar el centenario de la fundación del «Liboriusblatt».

El veros reunidos en mi presencia, me hace pensar en una gran familia. Esta comparación me parece hoy particularmente acertada, porque concibe explícitamente vuestro periódico como una revista para la familia. Esto no sólo se refiere a los temas que se abordan en ella; puede aplicarse también a vuestra revista en su conjunto: escritores y lectores, editores y abonados, formáis todos juntos, por decirlo así, la familia del «Liboriusblatt». Con mucho gusto aprovecho esta oportunidad para felicitaros de corazón por los cien años de vuestra tradición familiar. En tiempos no siempre fáciles habéis conseguido mantener y fortalecer el perfil católico de vuestra revista. Así, ocupáis en Alemania un lugar importante en la prensa regional de este siglo XX.

2. La mirada agradecida al pasado, que establece este encuentro familiar, no debería cambiar la perspectiva para el futuro. El horizonte de nuestro tiempo está caracterizado por la técnica y la globalización. En una fracción de segundo, las noticias más recientes se divulgan en todo el planeta. Las informaciones, que hasta hace poco sólo cubrían un espacio limitado, se propagan ahora rápidamente por todos los continentes. Desgraciadamente, muy a menudo el precio de la cantidad va en detrimento de la calidad. Con frecuencia la «opinión pública» se preocupa más de los grandes titulares y el sensacionalismo, que del contenido mismo de la noticia. A veces parece que el contenido se sacrifica a su valor de mercado, como si fuera una mercancía.

Pero no es sólo culpa de los que producen y brindan la información. Una responsabilidad particular tienen también los lectores, los telespectadores y los radioyentes que usan, con una decisión libre y personal, los medios de comunicación social. Pero nunca es fácil seleccionar lo que es verdaderamente interesante y valioso. Como lectores del «Liboriusblatt», habéis encontrado una buena opción. Vuestra fidelidad incita a un compromiso a todos los que se encargan de la publicación del periódico. Lo que los padres del concilio Vaticano II afirmaron sobre este argumento no ha perdido en absoluto su urgencia: «Para imbuir plenamente a los lectores del espíritu cristiano, créese y desarróllese también una prensa verdaderamente católica» (Inter mirifica, 14).

3. Queridos hermanos y hermanas, el «Liboriusblatt» merece justamente el nombre de católico. Por eso, os expreso mi reconocimiento. Dios acompañe vuestro periódico también en el umbral del tercer milenio. La foresta variopinta de las más variadas opiniones reclama con urgencia esta voz católica. ¡Ojalá que siga resonando en el «Liboriusblatt»! Con estos deseos, os imparto con agrado la bendición apostólica.

 



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