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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL INAUGURAR EL NUEVO APARCAMIENTO CONSTRUIDO EN EL JANÍCULO

 Lunes 31 de enero de 2000

 

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas:
 

1. Me alegra inaugurar el nuevo estacionamiento del Janículo, fruto del esfuerzo conjunto de la Santa Sede y de las autoridades italianas.

Dirijo mi cordial saludo al señor cardenal Jozef Tomko, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, a quien agradezco las palabras con las que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes y, al mismo tiempo, ha ilustrado las finalidades y el funcionamiento de esta importante obra. Saludo, asimismo, a las autoridades religiosas, civiles y militares presentes y, de modo particular, al prefecto, a los subsecretarios Minniti y Bargone y a los embajadores acreditados ante la Santa Sede.

También deseo expresar mi satisfacción a los responsables de las empresas contratistas y a cuantos han trabajado con pericia y esmero en la realización de esta importante obra.

Dirijo, por último, un afectuoso saludo a los superiores y a los alumnos del Colegio Urbano de Propaganda Fide, así como a los profesores y a los alumnos de la Pontificia Universidad Urbaniana.

2. El estacionamiento del Janículo se ha construido en un área de propiedad de la Congregación para la evangelización de los pueblos con el propósito de facilitar el acceso de los peregrinos al Vaticano, sobre todo durante este año jubilar, pero también para agilizar la circulación en un punto neurálgico de la ciudad. Por tanto, el valor de este notable complejo polifuncional va más allá del año 2000. También después constituirá para Roma, y sobre todo para la zona de San Pedro, una importante infraestructura urbana, destinada a mejorar la condición del tráfico y la calidad de vida de los habitantes del barrio.

Por consiguiente, expreso mi profunda satisfacción por una obra que ofrece grandes ventajas urbanísticas, sin dañar el panorama bien conocido de la colina del Janículo, y de buen grado me uno a todos vosotros en la acción de gracias al Señor. A él le encomiendo a cuantos han contribuido a realizarla y a cuantos se beneficiarán de ella.

Sobre todos y cada uno, por intercesión de María, Salus populi romani, desciendan abundantes favores celestiales, de los que quiere ser prenda la bendición apostólica, que os imparto con afecto.

¡Gracias!

 



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