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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II 
CON MOTIVO DE LAS PEREGRINACIONES JUBILARES 
DEL "ROTARY INTERNATIONAL",
DE LA DIÓCESIS DE PITIGLIANO-SOVANA-ORBETELLO,
DEL COLEGIO ARZOBISPAL PÍO XI DE DESIO,
Y DE VARIAS PARROQUIAS DE RIETI, BOLONIA Y URBANIA

 
Sábado 11 de marzo de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Me alegra recibiros a todos vosotros, que habéis venido para realizar vuestro jubileo al comienzo de este tiempo cuaresmal.

"Rotary international"
Os dirijo, ante todo, un cordial saludo a vosotros, que formáis parte del Rotary international. Habéis cruzado la Puerta santa de la basílica vaticana y habéis participado en la eucaristía jubilar presidida por el señor cardenal Paul Poupard, que está aquí con nosotros y al que saludo con afecto. Bienvenidos, amadísimos hermanos y hermanas. Os doy a cada uno de vosotros mi abrazo de paz.

La celebración del jubileo constituye para vosotros una circunstancia propicia con miras a meditar en la importancia y el valor de ser cristianos en el alba del tercer milenio. Ciertamente sería interesante preguntarse qué haría hoy Paul Percy Harris, vuestro fundador, y cómo organizaría la asociación que creó hace casi cien años. En los albores del siglo XX, se dio cuenta de la soledad que experimentaba el hombre en las grandes ciudades y trató de remediarla desarrollando a través del Rotary una red cada vez más amplia de relaciones amistosas entre las personas, basadas en la comprensión, el entendimiento y la paz entre los pueblos.

Queridos rotarios, habéis tratado de prestar este servicio de modo cada vez más solícito y atento a lo largo de estos casi cien años de existencia. El momento que estamos viviendo ahora es rico en potencialidades y desafíos. Al cruzar el umbral del tercer milenio de la era cristiana, la Iglesia vuelve a proponer a todos el mensaje antiguo y siempre nuevo del Evangelio. También vosotros, rotarios, que queréis ser heraldos generosos y testigos intrépidos de Cristo, comprometeos a dar esperanza al hombre de hoy, a vencer la soledad, la indiferencia, el egoísmo y el mal.

Diócesis de Pitigliano-Sovana-Orbetello
2. Os saludo ahora a vosotros, queridos fieles participantes en la peregrinación de la diócesis de Pitigliano-Sovana-Orbetello, y, de modo especial, a vuestro pastor, monseñor Mario Meini, que os ha guiado en este itinerario de fe. A través de él, quiero enviar mi aliento y bendición a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de la diócesis.

Venís de la tierra donde nació mi venerado  predecesor, el Papa san Gregorio VII. Ojalá que su ejemplo y enseñanzas os estimulen a amar con renovada intensidad a Cristo y a su Iglesia. Él vivió en un período histórico en el que el pueblo cristiano afrontaba graves dificultades internas y una perniciosa invasión del espíritu del mundo. Frente a la mentalidad de su tiempo, trabajó hasta lo último, incluso durante su triste exilio, para que "la santa Iglesia, esposa de Dios, señora y madre nuestra, volviera a estar, como estuvo durante muchos siglos, adornada con su primitivo esplendor, y fuera siempre libre, casta y católica" (PL 148, 709). Predicó y testimonió que la santidad es vocación de cada uno de los miembros de la comunidad eclesial.

Indudablemente, los tiempos han cambiado. Pero sigue siendo siempre actual la invitación a todos los creyentes a cumplir de buen grado la voluntad de Dios y a permanecer firmes en el testimonio coherente de su fe. Éste es el mensaje que nos viene del Año jubilar y que sentimos con más urgencia aún al cruzar la Puerta santa, que es Cristo.

Amadísimos hermanos y hermanas, el Año santo, además de una gracia especial, ofrece grandes oportunidades para reconvertir la mentalidad y la vida a una adhesión más plena a Cristo y a un amor más intenso a la Iglesia. Al volver a vuestros hogares, proseguid vuestro compromiso de dar testimonio cristiano. Sentíos miembros activos en la edificación de la comunidad cristiana, "siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 P 3, 15). Tened siempre confianza:  ¡Cristo ha vencido al mundo! (cf. Jn 16, 33).

Colegio arzobispal Pío XI
3. Dirijo, asimismo, mi saludo cordial a los responsables y a los miembros del colegio arzobispal Pío XI, de Desio. Queridos amigos, habéis deseado realizar vuestra peregrinación jubilar al comienzo del tiempo fuerte de la Cuaresma, en el que la llamada de Cristo a la conversión se vuelve más insistente.

Quiera Dios que la peregrinación jubilar sea para vosotros ocasión propicia de vivir a fondo este año de grandes riquezas espirituales. La Puerta santa, por la que habéis pasado, simboliza la inagotable benevolencia de Dios para con quien quiere convertirse a él y recorrer el camino de la santidad. A través de esta Puerta, mediante el ministerio de la Iglesia, a los creyentes se les encamina a sacar más abundantemente de los inagotables tesoros de la gracia divina.

He aquí el don y la consigna también para vosotros:  Cristo, camino, verdad y vida, os renueva para que seáis en el mundo sus amigos y testigos. Sed fieles a él, convirtiéndoos en dispensadores de esperanza, alegría y amor entre vuestros hermanos.

Parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania
4. Que estos mismos sentimientos aniden también en vuestro corazón, queridos fieles de las parroquias de Rieti, Bolonia y Urbania. Os saludo a todos con afecto y, al dirigiros mi pensamiento, deseo que llevéis también a vuestros familiares, amigos y hermanos en la fe los sentimientos de benevolencia del Papa. Al volver a vuestros hogares, manifestad a cuantos encontréis el entusiasmo de una fe renovada y el compromiso de una caridad concreta. María, Madre de aquel que dio comienzo al tiempo nuevo de la salvación y a quien invocamos con confianza, os acompañe y os conserve siempre bajo el manto de su protección.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón una especial bendición, que complacido extiendo a vuestras familias y a vuestras respectivas comunidades.

 



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