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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A NUMEROSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Sábado 9 de diciembre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría os acojo hoy, al día siguiente de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, y os agradezco vuestra amable visita. Habéis venido para cruzar la Puerta santa y celebrar vuestro jubileo. Os dirijo a cada uno mi cordial saludo, feliz de compartir con vosotros la alegría del encuentro con el Señor.

Saludo, ante todo, a los numerosos peregrinos provenientes de varias parroquias de Italia. En particular, saludo a los fieles de Grumo Nevano. Queridos hermanos, en la sociedad actual, caracterizada por rápidas y profundas transformaciones sociales y culturales, procurad actualizar constantemente vuestra formación religiosa, ahondando en los contenidos de la fe. Acrecentad asimismo vuestro conocimiento y vuestra comunión con el Señor, manteniendo con él una intensa relación personal, con la escucha de su palabra y una oración auténtica. Así, podréis estar preparados para responder sin vacilaciones a quien os pida razón de vuestra adhesión a Cristo, Redentor de todo hombre y de todo el hombre.

2. Os saludo ahora con afecto a vosotros, queridos miembros de la cooperativa Radio Taxi 3570 de Roma, y a quienes se han unido a vosotros desde diversas naciones de Europa para celebrar un especial jubileo de los taxistas y de los transportistas. Habéis venido junto con vuestras familias. Gracias por vuestra presencia; gracias por los significativos dones que traéis. Prestáis un importante servicio a la colectividad y pasáis muchas horas de vuestra jornada en los vehículos que conducís. Vuestra actividad laboral os pone constantemente en contacto con la gente; así, podéis conocer los varios rostros de la sociedad, oyendo a menudo las confidencias de los pasajeros. Estad siempre dispuestos a escuchar con cortesía y paciencia, esforzándoos por transmitir serenidad a cuantos encontráis. Podréis prestar un valioso servicio de evangelización si sabéis comunicar a vuestros interlocutores la alegría de vuestra fe y de vuestro compromiso cristiano. Para que esto suceda, procurad vosotros mismos profundizar cada vez más vuestro conocimiento de Cristo y de su Evangelio. En toda persona con quien tengáis contacto esforzaos por reconocer a un hermano al que debéis amar y servir.

3. Dirijo ahora mi palabra a la Federación de organismos cristianos de servicio internacional de voluntariado. Queridos hermanos, al término de vuestra asamblea general anual, habéis querido dirigirme vuestro deferente saludo. Os agradezco vuestra presencia y vuestro gesto cordial.

Vuestra benemérita actividad en favor de los países en vías de desarrollo nace de vuestro profundo deseo de poner en práctica el evangelio de la caridad. En este ámbito, vuestra obra se presenta como una peculiar vocación laical no sólo al servicio del anuncio cristiano, sino también de la dignidad de toda persona y del desarrollo de los pueblos del mundo. A la vez que os expreso la gratitud eclesial por vuestra generosa disponibilidad, animo a los socios de los 52 organismos que componen vuestra federación a proseguir con entusiasmo las iniciativas de sensibilización con respecto a los objetivos que os habéis prefijado y a perseverar con espíritu evangélico en vuestra actividad en favor de tantos hermanos y hermanas necesitados. Acompaño mi deseo con la seguridad de un recuerdo particular en la oración.

4. Saludo asimismo a los miembros de la Unión cristiana de empresarios dirigentes, que han venido a Roma para la celebración de su jubileo. Queridos hermanos, vuestra benemérita asociación se propone conocer, aplicar y difundir la doctrina social de la Iglesia, contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y fraterna mediante la formación cristiana y profesional de sus socios y la colaboración entre los trabajadores de la empresa. Acogiendo la llamada jubilar a la conversión, a la justicia y a la caridad, habéis querido ofrecer a la diócesis de Roma el nuevo complejo parroquial de Santa María de la Presentación, en el barrio romano de Boccea. Gracias por este noble gesto de colaboración efectiva en la misión evangelizadora del Obispo de Roma, que confirma el largo y meritorio compromiso de vuestra asociación en el mundo empresarial y en la sociedad italiana.

Quiera Dios que el acontecimiento jubilar constituya una renovada experiencia de fe y de gracia, y brinde a cada uno de los socios de vuestra Unión renovadas motivaciones para hacer que las empresas sean comunidades cada vez más capaces de promover un bienestar justo, fruto de la búsqueda común de objetivos económicos, de valores morales y de atención solidaria a las exigencias de los jóvenes y de los pobres.

5. Dirijo un saludo cordial a los notarios que han peregrinado desde diecisiete diferentes países de Europa a la ciudad eterna. Me alegro de que queráis encontraros con el Sucesor de Pedro durante vuestra peregrinación, y agradezco al presidente del Colegio austriaco de notarios esta iniciativa espiritual en el Año santo.

Vuestra actividad está al servicio de los ciudadanos, para regular justamente sus relaciones recíprocas. Que esta peregrinación os sirva para cumplir esa elevada función en bien de los hombres.

Con este fin, os imparto de buen grado la bendición apostólica.

A todos vosotros, notarios de diferentes países europeos en peregrinación a la ciudad eterna, os dirijo mi saludo cordial. Saludo igualmente a los peregrinos de la región apostólica Provenza-Mediterráneo, que habéis venido de Francia para realizar un itinerario jubilar. Que el tiempo de Adviento sea para vosotros y para todos los discípulos de Cristo una ocasión de vivir más intensamente la celebración de la encarnación del Señor, teniendo la mirada fija en el misterio de la salvación. A todos imparto de corazón la bendición apostólica.

6. Saludo con alegría a la comunidad del seminario mayor de Tarnów: a los educadores, a los profesores y a los estudiantes. Habéis venido a la ciudad eterna junto con vuestro pastor, monseñor Wiktor Skworc, como peregrinos del Año jubilar, para renovaros espiritualmente y obtener las gracias de este jubileo.

Roma está marcada de modo particular por la presencia de san Pedro. ¡Aquí está Pedro! Estas palabras se pronuncian en esta ciudad desde el día del martirio del Apóstol que, por voluntad de Cristo, se ha convertido en la piedra. En las cercanías de Cesarea de Filipo, Simón, hijo de Jonás, a quien el Señor llamó Pedro, hizo aquella profesión de fe sobre la cual, como sobre una piedra, se ha edificado la Iglesia: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Precisamente sobre esta fe de Pedro, fuerte como una roca, se basa la fe de la Iglesia y, por tanto, también nuestra fe. Él fue el primero, junto con su hermano Andrés, en ser llamado al servicio de pescador de hombres (cf. Mc 1, 16-18). Fue él quien confesó tres veces, de modo tan sencillo y al mismo tiempo tan conmovedor, su amor a Jesús resucitado, antes de que se le confiara el poder sobre toda la Iglesia: "Apacienta mis corderos" (cf. Jn 21, 15-19).

7. Queridos alumnos, Cristo, presente en la Iglesia, único Redentor del hombre, sigue llamando también en nuestros días a seguirlo, como entonces llamó a san Pedro y a los demás Apóstoles. En cierto sentido, la escena de la vocación de Andrés y de su hermano Simón Pedro se repite incesantemente en la historia del hombre. Cada uno de vosotros ha escuchado también en lo más íntimo de su corazón las palabras de Cristo: "Ven, y sígueme" (Mt 19, 21), y lleva en su alma esta llamada, vive de ella y con ella se fortalece cada día.

Toda vocación cristiana viene de Dios, es don de Dios. Pero la vocación sacerdotal constituye un don particular de la gracia, el don del amor inefable de Dios al hombre. San Juan expresó muy profundamente esa verdad con estas palabras: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros" (Jn 15, 16). Como respuesta a este don deberíamos dar siempre gracias a Dios y estar dispuestos a entregarnos sin reservas a la causa del anuncio del Evangelio. Que la certeza de esta especial elección os lleve a buscar vuestra santificación. El sacerdocio al que os estáis preparando debería ser para vosotros un camino particular hacia la santidad, hacia la vida de íntima unión interior con Jesucristo, puesto que sólo "el que permanece en él da mucho fruto" (Jn 15, 5). Como escribí en la exhortación apostólica Pastores dabo vobis: "La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto y humilde; es amor sin reservas a las almas y entrega a su verdadero bien; es amor a la Iglesia, que es santa y nos quiere santos, porque esta es la misión que Cristo le ha confiado. Cada uno de vosotros debe ser santo también para ayudar a los hermanos a seguir su vocación a la santidad" (n. 33).

8. Venís en peregrinación a la ciudad eterna para encomendar a Cristo, ante la tumba del apóstol san Pedro, todo vuestro futuro, que, en cierto sentido, se funda sobre la roca de su fe y de su amor. Fortalecidos interiormente y colmados de gracia, podréis responder con mayor fervor y generosidad al don de la vocación sacerdotal. Los hombres, tanto en nuestra patria como fuera de sus confines, esperan vuestro ministerio de la palabra y de los sacramentos, esperan vuestra guía en el camino hacia la casa del Padre. La diócesis de Tarnów goza de un gran número de presbíteros y de vocaciones sacerdotales. El seminario de Tarnów es un seminario excepcional desde el punto de vista del número de los candidatos que allí se preparan para el sacerdocio. Esta es una gran gracia que deberíamos agradecer profundamente al Dueño de la mies, pero es también una tarea para vuestra diócesis, que realiza muy bien. Desde hace veinticinco años los sacerdotes de la diócesis de Tarnów anuncian la buena nueva en el continente africano. El celo misionero los ha llevado a los países de América del sur, a Bielorrusia, a Ucrania y a Kazajstán. Que su ejemplo sea para vosotros un estímulo a emprender esta gran misión de anunciar a Cristo a todos los pueblos.

9. Queridos alumnos, os deseo que seáis fieles a vuestra vocación hasta el fin de la vida. Que vuestro corazón rebose siempre de alegría y de entusiasmo juvenil. Emplead bien vuestro tiempo, progresando, según el ejemplo de Cristo, "en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2, 52). Construid con perseverancia la comunidad del seminario sobre el fundamento de la fraternidad, la oración, la meditación de la palabra de Dios y la Eucaristía. El mundo tiene necesidad de vosotros. Necesita vuestra santidad y vuestro auténtico testimonio cristiano. Llevad el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, que escuchan con mayor interés a los testigos que a los maestros, y son más sensibles a un ejemplo vivo que a las palabras. Encomiendo a Dios en la oración a todos y a cada uno de vosotros aquí presentes, y también a vuestros padres, educadores y profesores. Os confío a la protección de la Madre santísima. Que ella os acompañe en el camino de preparación para el sacerdocio y os sostenga en la realización de la vocación sacerdotal.

Bendigo de corazón a toda la comunidad del seminario mayor de Tarnów.

10. Por último, doy mi cordial bienvenida a los numerosos grupos de peregrinos que participan en este encuentro. Saludo especialmente a la Asociación de familias y enfermos de espina bífida e hidrocefalia, a los directivos y socios de la Asociación nacional de agentes de seguros, a los miembros de la Academia europea para las relaciones económicas y culturales, a los técnicos y jugadores de la Sociedad de baloncesto Roma, a los representantes de la Asociación de curtidores, a los Alpinos de Martinengo y al Coro de Alpinos de Lauzacco, al Grupo de operadores de radio para emergencias de Bari y a los peregrinos del Centro Don Orione de Bérgamo. Saludo asimismo a los fieles provenientes de Messina, Brindis, Santa Teresa Riva y a todos los demás grupos presentes.

Amadísimos hermanos y hermanas, al renovaros mi profunda gratitud por vuestra visita, os invito a dirigir la mirada a María, tan presente en este tiempo de Adviento. La Virgen Inmaculada, que con su "sí" al ángel Gabriel aceptó totalmente la voluntad de Dios, os sostenga en vuestro propósito de hacer fructificar la gracia del jubileo. Os acompañe también mi bendición, que extiendo de buen grado a vuestras familias, a vuestras comunidades de proveniencia y a vuestros seres queridos.

 



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