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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD "LA SAPIENZA" DE ROMA
Y DE LA ACADEMIA POLACA DE CIENCIAS Y LETRAS DE CRACOVIA

Jueves 5 de abril de 2001

 

Ilustres señoras y señores: 

1. Con profunda alegría os doy mi cordial bienvenida. Gracias de corazón por esta visita, que habéis querido hacerme con ocasión de la firma del acuerdo de colaboración científica entre la universidad "La Sapienza", de Roma, y la Academia polaca de ciencias y letras de Cracovia, que felizmente ha reanudado su plena actividad, después de 38 años de dolorosa interrupción, decretada por el régimen comunista.

Saludo al profesor Giuseppe D'Ascenzo, rector magnífico del Ateneo romano, y al profesor Andrzej Bialas, presidente de la Academia de Cracovia. Agradezco a ambos las amables palabras que me han dirigido en nombre de los presentes, subrayando la importancia de este acontecimiento y el compromiso común que anima a las dos instituciones. Deseo que consigan objetivos significativos en beneficio del desarrollo cultural de Polonia y de Italia.

El acuerdo recién firmado se sitúa en el nuevo clima que se creó en Europa después de la caída del muro de Berlín, a fines de la década de 1980. Testimonia la voluntad, presente en amplios sectores de la cultura europea, de construir una patria común, que no sea exclusivamente fruto de intereses económicos, sino que, sobre todo, sea comunidad de valores, de tradiciones y de ideales. Los pueblos de nuestro continente, al encontrarse e integrarse también gracias a ocasiones como esta, pueden promover cada vez más un futuro de civilización y de paz para todos.

2. Como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia católica, que tanto ha contribuido y sigue contribuyendo a la construcción de la civilización europea, y también como miembro de la Academia polaca de ciencias y letras de Cracovia, deseo expresar mi viva satisfacción y mi estima por esta iniciativa. Al unir antiguas y prestigiosas instituciones europeas, puede contribuir de modo significativo a la construcción de una Europa que respire con sus dos pulmones, recurriendo a su patrimonio histórico y a las riquezas culturales, morales, civiles y religiosas de sus pueblos de Oriente y Occidente.

Ojalá que este acuerdo, expresión elocuente de una laudable decisión de querer colaborar animados por un auténtico espíritu europeo, sea el comienzo de un provechoso y fecundo intercambio entre vuestros dos apreciados Centros académicos; y que represente, además, un punto de referencia para nobles y prometedores proyectos análogos.

Con este fin, invoco la ayuda divina sobre cuantos han promovido y firmado este acuerdo, así como sobre los que forman las familias de estas dos grandes instituciones, y de corazón imparto a todos una especial bendición apostólica como signo de estima y afecto.



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