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PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II
EN UNA MISA CELEBRADA LA VÍSPERA DE LA MEMORIA LITÚRGICA
DE NUESTRA SEÑORA DE CZESTOCHOWA


 Castelgandolfo, sábado 25 de agosto de 2001

 

"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer..." (Ga 4, 4). Este misterio de salvación, en el que Dios asignó un papel insustituible a una mujer, María de Nazaret, se hace presente continuamente en la Eucaristía. Cuando celebramos la santa misa, en medio de nosotros está la Madre del Hijo de Dios y nos introduce en el misterio de su ofrenda de redención. De este modo, se convierte en mediadora de las gracias que brotan de esta ofrenda para la Iglesia y para todos los fieles.

Mañana se celebra la memoria litúrgica de la Santísima Virgen María de Czestochowa. Mi pensamiento va a Jasna Góra, donde desde hace siglos la Virgen negra es venerada como Madre y Reina del pueblo polaco. Encomiendo de nuevo a su protección a nuestra patria y a todos nuestros compatriotas.

La memoria de la Virgen de Czestochowa nos trae a la mente la figura de su gran devoto, el cardenal Stefan Wyszynski. Este año la Iglesia en Polonia recuerda solemnemente el centenario de su nacimiento. Hoy, de modo particular, deseo participar en esas celebraciones, dando gracias a Dios por todo el bien que he experimentado gracias al inolvidable Primado del milenio.

Me alegra poder realizar esta acción de gracias juntamente con sus hijas espirituales del instituto secular de Auxiliares de María de Montes Claros, Madre de la Iglesia. Os saludo cordialmente y os agradezco que tratéis de continuar la obra de vuestro padre fundador.

Saludo a todos los presentes. A todos los encomiendo a la protección de la Virgen de Jasna Góra.

 



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