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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN
DE LA ALTA COMISARÍA DE LAS NACIONES UNIDAS
PARA LOS REFUGIADOS (ACNUR)*

 

A la señora Sadako Ogata
Alta comisaria de las Naciones Unidas
para los refugiados

Le escribo para agradecerle su amable carta acerca de la celebración del 50° aniversario de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

En esta importante ocasión, le envío mi más cordial felicitación a usted, a su equipo en Ginebra y a sus colaboradores en todo el mundo, la mayoría de los cuales, como usted misma ha escrito, se encuentra "en primera línea". Para muchas personas obligadas a huir de la guerra o de la persecución, estos abnegados hombres y mujeres de la ACNUR son a menudo la única fuente de esperanza y de ayuda.

Por muchas razones, la Santa Sede se siente cercana a ustedes en la celebración de este aniversario. Durante los últimos cincuenta años, la Iglesia católica y sus organizaciones han trabajado frecuentemente con la ACNUR en situaciones difíciles e, incluso, peligrosas en todo el mundo. La Santa Sede ha compartido muchas alegrías y tristezas de la ACNUR, incluyendo los hechos trágicos que han ensombrecido este aniversario.

Este aniversario coincide con el gran jubileo que están celebrando los católicos y otros cristianos en todas las partes mundo. Las raíces bíblicas del jubileo recuerdan el "año de gracia del Señor" proclamado por Jesús cuando anunció la buena nueva a los pobres con sus palabras y acciones (cf. Lc 4, 16-30; Tertio millennio adveniente, 11). A los refugiados y a otras personas obligadas a vivir lejos de sus hogares debemos incluirlos entre los miembros más pobres de la familia humana, y tanto la Iglesia como la ACNUR están comprometidas a su servicio.

Hace algunos años me referí a la condición de los refugiados en el mundo como a "una herida vergonzosa de nuestro tiempo". Desde entonces, por desgracia, su número ha aumentado y su situación ha llegado a ser más trágica. El alba de un nuevo milenio llama a todos los hombres y mujeres responsables a poner nuevo empeño para hacer realidad el gran ideal humanitario que es el corazón de la misión de la ACNUR:  la protección de los refugiados y la defensa y promoción de su dignidad. La Santa Sede comparte plenamente las preocupaciones de la ACNUR a este respecto, y seguirá haciendo todo lo posible para garantizar que, en medio de las profundas transformaciones que afectan a la vida internacional, no se olvide a los refugiados y a las personas desplazadas. Seguirá promoviendo la asistencia a los países que soportan la pesada carga, a menudo prolongada, de la acogida de las poblaciones desplazadas.

Este 50° aniversario es también un momento de transición para usted, señora alta comisaria, pues entrega la administración de la ACNUR a su sucesor. Su presencia y su actividad han dejado una huella indeleble en el último decenio de historia de la ACNUR, uno de sus períodos más difíciles hasta ahora. Sus contactos con diferentes organismos de la Santa Sede y conmigo personalmente han sido muy apreciados y han mostrado cuán importante es para usted la causa de los refugiados.

Un signo de la importancia que usted ha atribuido a nuestra cooperación es el nombramiento, durante su mandato, de un delegado de la ACNUR ante la Santa Sede.

Usted ha cumplido su ardua tarea con discreción y sensibilidad ante las convicciones políticas, filosóficas y religiosas de muchos pueblos y Estados con los que ha mantenido contactos. Al mismo tiempo, su generoso compromiso personal por las preocupaciones humanitarias de la ACNUR ha sido inseparable de su testimonio de que la promoción del bien de la persona humana y de la sociedad está íntimamente unida a la vivencia de nuestra fe en Jesucristo.

Al celebrar el 50° aniversario, me complace asegurarle el compromiso constante de la Santa Sede en la defensa de la dignidad y los derechos de los refugiados, y su contribución a la búsqueda de soluciones justas para los desafíos planteados por las personas que se ven obligadas a emigrar. Sobre usted y sobre todas las personas dedicadas a la noble misión de la ACNUR invoco cordialmente abundantes bendiciones divinas.

Vaticano, 22 de noviembre de 2000

JUAN PABLO II


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española 2001 n.1 p. 10.

 



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