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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS RELIGIOSAS DE LA PÍA SOCIEDAD DE HIJAS DE SAN PABLO


 Jueves 13 de septiembre de 2001

 

Amadísimas Hijas de San Pablo: 

1. Con alegría os saludo a todas vosotras, que os habéis reunido en Ariccia para celebrar el capítulo general de vuestro instituto. Se trata de un importante encuentro de "familia", que deseáis sea rico en comunión y esperanza. La presencia de delegadas procedentes de los cinco continentes pone de relieve el rostro ya "universal" de vuestra congregación.

Saludo cordialmente, ante todo, a la superiora general, sor Giovannamaria Carrara, y a sus colaboradoras directas. Saludo a cada una de las capitulares y, a través de ellas, a todas las Hijas de San Pablo, presentes en 50 naciones del mundo.

Deseo expresaros mi profunda gratitud por el amor operante que alimentáis hacia la Iglesia y por el empeño que ponéis en revivir el espíritu del apóstol san Pablo al anunciar el Evangelio en el vasto y complejo "areópago" constituido por los medios de comunicación social.

2. Hace poco habéis conmemorado la singular noche del comienzo del siglo XX en la que el entonces joven Alberione, en oración ante Jesús Eucaristía en la catedral de Alba, tuvo la inspiración que marcaría luego toda su vida de apóstol y evangelizador.

Él mismo recordaba con emoción aquella experiencia, cuando una luz misteriosa brotó de la Hostia santa y le resultó más fácil acoger la invitación de Jesús:  "Venite ad me omnes" (Mt 11, 28).

Aquella noche le pareció comprender mejor los deseos del Papa y las exhortaciones de la Iglesia sobre la auténtica misión del sacerdote. Vio con claridad las exigencias que derivaban del deber de los cristianos de ser evangelizadores y comprendió que debían aprender a usar los mismos medios que los adversarios de la fe utilizaban a menudo con más astucia y habilidad. Entonces se sintió impulsado a prepararse para realizar algo nuevo al servicio del Señor en el campo apostólico. Era consciente de sus limitaciones, pero, al mismo tiempo, lo confortaban las palabras del divino Maestro:  "Vobiscum sum usque ad consummationem saeculi" (Mt 28, 20). Contemplando la Eucaristía entendió plenamente que Jesús en el santísimo Sacramento está siempre con nosotros. En él encontramos luz, alimento y fuerza para vencer el mal y hacer el bien.

3. Con el capítulo general queréis recordar aquellos extraordinarios momentos de gracia. El tema mismo de la asamblea capitular está en sintonía con cuanto vuestro fundador vivió en aquella memorable noche de oración:  "De la Eucaristía a la misión. Juntas para comunicar el Evangelio hoy". Este tema os remite a las raíces de vuestra vocación y ensancha vuestro espíritu a las exigencias de vuestra misión al servicio de la nueva evangelización. El Señor os atrae a sí:  "Venid a mí todos...", para daros luego un preciso mandato misionero:  "Id a todas las gentes".

¡Id juntas! Es lo que os repite durante los trabajos capitulares. Id con confianza, porque os sostiene la Eucaristía, fuente de vida nueva, de la que podéis obtener la luz, la fuerza y la gracia necesarias para vuestra tarea misionera. De este supremo misterio podréis sacar celo y entusiasmo para anunciar la esperanza que no defrauda (cf. Flp 1, 20) a los hombres de nuestro tiempo con medios cada vez más rápidos y eficaces.

4. Don Alberione, que tenía clara la urgencia que distingue a vuestra misión, os imaginaba "apóstoles que arden de amor a Dios por la íntima vida espiritual"; y os quería religiosas siempre "en camino", "portadoras de Cristo y miembros vivos y operantes de la Iglesia".

Con el testimonio de su vida os dejó una herencia espiritual que se resume bien en estas palabras suyas:  "Habéis sido fundadas sobre la Hostia. Llamaos siempre "paulinas":  Jesús atrajo a Pablo, y Pablo, injertado en Cristo, produjo los frutos de Cristo..." (Ejercicios y meditaciones, Estados Unidos, 1952, p. 168).

Pero, para llegar a ser verdaderas apóstoles de Cristo, es necesario que mantengáis la mirada fija en su rostro (cf. Hb 12, 2). Que Cristo sea el centro de vuestra existencia y de vuestra misión. Tended a la santidad. Si vuestro esfuerzo, como sucedió a los discípulos, fuera infructuoso (cf. Lc 5, 4-6), transformad esta experiencia aparentemente frustrante en una valiosa ocasión de oración y maduración espiritual. Son múltiples los desafíos de la época actual, y los medios a disposición para afrontarlos no siempre resultan adecuados. Pero los problemas y los obstáculos no han de ser causa de desaliento; al contrario, os deberían impulsar a abrir vuestro corazón a la gracia divina para que, fortalecidas con la palabra de Cristo, difundáis con vuestra presencia y vuestra acción la alegría y la novedad del Evangelio.

5. Amadísimas Hijas de San Pablo, os agradezco el servicio que prestáis a la Iglesia en un campo misionero complejo y vasto como es el ámbito de los medios de comunicación social. En esta época, caracterizada por la comunicación global, es preciso hacer que el mensaje de la salvación resuene con vigor. Para realizar esta tarea, es más necesaria que nunca la presencia de operadores competentes que, al mismo tiempo, sean testigos convencidos y creíbles de Cristo. Esta es vuestra vocación. Sed fieles a ella en todas las circunstancias. Sentíos verdaderas "paulinas", comunicadoras de Cristo, adhiriéndoos de manera total y dócil a las enseñanzas y a las directrices de la Iglesia.

Os repito a vosotras, queridas Hijas de San Pablo, las palabras del Redentor:  "Duc in altum!" (Lc 5, 4). No dudéis en remar mar adentro en el océano ilimitado de la humanidad actual. Tened el mismo celo ardiente de san Pablo, que exclamaba:  "¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Co 9, 16). Que este sea el anhelo de toda vuestra existencia. El Señor está con vosotras, y en la Eucaristía os ilumina y conforta continuamente.

Os deseo de corazón que estos días de reflexión y encuentros os ayuden a proseguir con mayor impulso vuestro itinerario apostólico, tras las huellas de don Giacomo Alberione, de la cofundadora sor Tecla Merlo, de todas las religiosas y los hermanos que os han precedido.

Os imparto a todas mi bendición.

 



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