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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE KAZAJSTÁN
CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN DE LAS CARTAS CREDENCIALES
*

Lunes 17 de septiembre de 2001

 

Señor embajador:

1. Me alegra darle la bienvenida, excelencia, con ocasión de la presentación de las cartas que lo acreditan como primer embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Kazajstán ante la Santa Sede y le agradezco sus amables palabras. Le ruego que transmita a su excelencia, el señor Nazarbaiev, presidente de la República, mi agradecimiento por los cordiales saludos que me ha dirigido.

2. Con alegría visitaré dentro de algunos días su país, estableciendo así un contacto más directo con las autoridades y los habitantes, en su gran diversidad. Como usted ha subrayado, en Kazajstán conviven varias etnias, con culturas, lenguas y religiones diferentes. Esta situación pluralista es un desafío y, a la vez, una oportunidad. Es un desafío porque, como escribí en mi Mensaje para la Jornada mundial de la paz del 1 de enero de 2001, «en el pasado, las diferencias entre las culturas han sido a menudo fuente de incomprensiones entre los pueblos y motivo de conflictos» (n. 8, L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de diciembre de 2000, p. 9). Por consiguiente, conviene que cada grupo particular se comprometa a respetar con esmero a los demás, esforzándose por conocerlos mejor, para superar eventuales tensiones.

Formar juntos una comunidad nacional, enriquecida por las diversidades de cada uno, es también una oportunidad. Eso presupone aprender a vivir en unión los unos con los otros, lo cual «no implica anulación en la uniformidad o forzada homologación o asimilación; más bien es expresión de la convergencia de una multiforme variedad, y por ello se convierte en signo de riqueza y promesa de desarrollo» (ib., 10).

Ojalá que su país, que celebra diez años de independencia, siga su camino pacífico hacia ese objetivo, promoviendo cada vez más el diálogo entre las culturas, el desarrollo de la colaboración con los países vecinos y la integración en la comunidad internacional.

3. La diversidad cultural de su país va acompañada de una gran diversidad religiosa y confesional, y usted, señor embajador, ha insistido en la importancia que su Gobierno atribuye a este pluralismo religioso, al diálogo entre las diferentes religiones, así como en la dimensión espiritual de la vida del hombre que expresan.

Al respecto, me congratulo de las buenas relaciones que existen entre la Santa Sede y su país, y de los acuerdos que garantizan los derechos y deberes de la comunidad católica que vive en Kazajstán, así como las obligaciones del Estado hacia ella. En efecto, en un Estado de derecho, la libertad religiosa es un bien precioso, expresión de la dignidad fundamental de la persona humana, que elige libremente, según su conciencia, la religión a la que quiere adherirse. No cabe dudad de que esa libertad invita a las personas y a las comunidades religiosas a contribuir al bien común, en el respeto a cada uno y en el marco de las leyes del país. Espero que Kazajstán encuentre en esta rica diversidad un fundamento sólido para su desarrollo humano y espiritual.

4. A través de usted me complace saludar a la comunidad católica, a sus pastores y fieles, con quienes tendré la alegría de encontrarme pronto en varias ocasiones. Los exhorto a formar comunidades vivas y fraternas, testimoniando las riquezas del Evangelio, promoviendo el diálogo con todos sus hermanos. Sé que ya participan activamente, junto con todos sus conciudadanos, en la vida de la nación y en su desarrollo material y espiritual. Permítame que me dirija, a través de usted, a todas las autoridades civiles y religiosas que están colaborando generosamente en la preparación de mi viaje. Se lo agradezco vivamente.

5. Señor embajador, comienza hoy la noble misión de representante de su país ante la Santa Sede. Acepte los cordiales votos que formulo por su éxito y tenga la seguridad de que encontrará siempre entre mis colaboradores la comprensión y el apoyo necesarios. Sobre usted, excelencia, sobre su familia, sobre todos sus colaboradores y sobre todos sus conciudadanos, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.38, p.8 (p.484).

 



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