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VISITA PASTORAL A KAZAJSTÁN 

ENCUENTRO CON LOS ORDINARIOS DE ASIA CENTRAL

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Astana - Nunciatura apostólica
Domingo 23 de septiembre de 2001

 

Amadísimos obispos,
administradores apostólicos y superiores de las misiones
sui iuris de Asia central:

1. Con profunda alegría me encuentro nuevamente con vosotros, después de la solemne celebración eucarística de esta mañana en la gran plaza de la Madre Patria. Con afecto os saludo a cada uno y os agradezco el celo y el sacrificio con que estáis contribuyendo al renacimiento de la Iglesia en estas vastas regiones, situadas en el confín entre dos continentes.

Aquí la Iglesia católica no es más que una plantita, pero llena de esperanza por la confianza que alberga en la fuerza de la gracia divina. Los largos años de la dictadura comunista, durante los cuales numerosos creyentes fueron deportados a los campos de concentración construidos en estas tierras, sembraron sufrimientos y lutos. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos y laicos pagaron con sufrimientos inauditos e incluso con el sacrificio de la vida su fidelidad a Cristo! El Señor ha escuchado la oración de estos mártires, cuya sangre ha regado vuestra tierra. Una vez más "la sangre de los mártires ha sido semilla de cristianos" (cf. Tertuliano, Apol. 50, 13). De esa semilla han germinado, como brotes nuevos, vuestras comunidades cristianas, que ahora miran con confianza al porvenir.

Cristo, el buen pastor, os repite a vosotros y al pueblo encomendado a vuestra solicitud pastoral:  "No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino" (Lc 12, 32). Y también os dice, como a Pedro:  "Rema mar adentro, y echad las redes para la pesca" (Lc 5, 4). Se trata de la pesca de la evangelización, a la que todos estamos llamados. También a nosotros, como a los Apóstoles después de su resurrección, nos manda:  "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes" (Mt 28, 19).

2. Las vicisitudes de la pequeña comunidad cristiana de Asia central, que sobrevivió al comunismo, y su actual situación  de pequeña minoría nos hacen pensar en la parábola evangélica de la levadura que fermenta la masa (cf. Mt 13, 33). La levadura parece poca cosa, pero tiene fuerza para transformarlo todo. Esta es la convicción que debe impulsar también vuestra acción pastoral y sostener la difícil y exaltante tarea de la plantatio Ecclesiae en estos territorios, nuevamente abiertos al Evangelio. Los principales objetivos pastorales de vuestra misión apostólica han de ser difundir con el máximo empeño el anuncio evangélico y proseguir sin descanso la consolidación de la organización eclesial.

La reciente erección de las administraciones apostólicas y de las misiones sui iuris, con las que la Iglesia ha cobrado presencia concreta y consistencia, constituye el inicio de una prometedora época de evangelización. Por tanto, deseo expresar mi gratitud y admiración por vuestro esfuerzo, queridos Ordinarios. Doy las gracias también a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas que han abandonado su patria para realizar una labor misionera en estas tierras, con espíritu de auténtica solidaridad eclesial. Ojalá que el generoso compromiso eclesial de todos tenga como fruto una abundante cosecha de bien. Amadísimos hermanos, tened siempre la conciencia de que sois un signo del amor de Dios en medio de estas poblaciones, que cuentan con tradiciones culturales y religiosas seculares.

3. "Amaos los unos a los otros" es el lema de mi visita pastoral. Os dirijo a vosotros hoy, en nombre de nuestro Maestro y Señor común, esta invitación:  "Amaos los unos a los otros". Procurad con esmero conservar siempre entre vosotros la unidad que Cristo nos dejó como testamento (cf. Jn 17, 21. 23).

Al igual que en los albores del anuncio del Evangelio, la Iglesia abrirá brecha en los corazones de los hombres si se presenta como casa acogedora en la que se vive en comunión fraterna. En primer lugar, estad unidos entre vosotros, queridos pastores de estas Iglesias. Aunque no constituyáis aún una Conferencia episcopal en sentido pleno, tratad de realizar, con todos los medios, formas de colaboración eficaz, para aprovechar mejor todos los recursos pastorales.

En esa valiosa labor os sostiene la solidaridad de la Iglesia universal. Os acompaña con afecto el Sucesor de Pedro, que hoy os abraza con emoción. Aunque geográficamente estéis lejos, os encontráis dentro del corazón del Papa, que aprecia vuestro arduo trabajo apostólico.

4. Desde hace diez años Kazajstán ha conquistado su anhelada independencia. Pero no podemos por menos de tener en cuenta el clima de debilitación de los valores que ha dejado como herencia el régimen anterior. El largo invierno de la dominación comunista, con su pretensión de arrancar a Dios del corazón del hombre, a menudo menoscabó el contenido espiritual de las culturas de estos pueblos. Así, se advierte una pobreza de ideales que hace particularmente vulnerable a la gente frente a los mitos del consumismo y del hedonismo, importados de Occidente. Se trata de desafíos sociales y espirituales, que exigen un valiente impulso misionero.

Como recordó mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, la Iglesia, llamada a evangelizar, "comienza por evangelizarse a sí misma". Comunidad de esperanza vivida y comunicada, "tiene necesidad de escuchar sin cesar (...) las razones para esperar". La Iglesia siempre necesita ser evangelizada, "si quiere conservar su lozanía, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio". Y además, hace falta una "Iglesia que se evangeliza a través de una conversión y una renovación constantes, para evangelizar el mundo de manera creíble" (Evangelii nuntiandi, 15).

La acción misionera debe ir precedida y acompañada por una intensa obra de formación, por una fuerte experiencia de oración, por comportamientos caracterizados por la fraternidad y el servicio. Debéis realizar grandes esfuerzos apostólicos para evangelizar los diversos ambientes en los que se expresan las tradiciones locales, prestando atención en particular al mundo universitario y a los medios de comunicación social. Tened confianza en Cristo. Que su presencia os conforte. Que su promesa os infunda fortaleza e impulso:  "He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).

5. Para cumplir la misión que él os confía, cuidad la formación de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa. Dedicaos con amor a los sacerdotes, vuestros principales colaboradores, ayudándoles y acompañándoles con corazón paterno.

A este respecto, deseo expresar mi satisfacción por la realización del seminario de Karaganda, importante promesa para el futuro. Ese seminario único para toda Asia central constituye un signo de colaboración eficaz entre vuestras Iglesias. Haced todo lo posible para que en él se imparta a los candidatos al sacerdocio una seria formación humana y espiritual, juntamente con una sólida preparación teológica y pastoral. Deseo de corazón que contéis con buenos formadores, profesores expertos y testigos ejemplares del Evangelio.

6. Prestad atención especial a la formación y al apostolado de los laicos, acogiendo con sabio discernimiento y generosidad de corazón, junto a las asociaciones más antiguas, el don del Espíritu a la Iglesia posconciliar que representan los Movimientos eclesiales y las nuevas comunidades.

Su presencia, su espíritu de iniciativa y sus carismas específicos representan una riqueza que es preciso aprovechar. Con sabiduría pastoral, el Ordinario debe orientar y guiar su actividad, invitándolos a colaborar con las comunidades eclesiales respetando las estructuras existentes y su funcionamiento ordenado. A su vez, los miembros de los Movimientos y las asociaciones, con apertura de espíritu y dócil disponibilidad, han de renovar su compromiso de trabajar en sintonía con los pastores de estas jóvenes Iglesias. Así su labor al servicio de la nueva  evangelización se convertirá en testimonio del amor recíproco que brota de la fiel adhesión al único y mismo Señor.

7. Por último, amadísimos hermanos, deseo animaros a promover el diálogo ecuménico. Vuestra acción pastoral se realiza en estrecho contacto con los hermanos de la Iglesia ortodoxa, que comparten la misma fe en Cristo y la riqueza de gran parte de la misma tradición eclesial. Las relaciones mutuas deben estar marcadas por la cordialidad y el respeto, recordando las palabras del Señor:  "Amaos los unos a los otros". En el alba del nuevo milenio albergamos la viva esperanza de que los discípulos de Cristo estén, si no plenamente unidos, al menos más cercanos, también en virtud de la experiencia hecha en el decurso del gran jubileo del año 2000.

Asimismo, alimentad respeto y diálogo con la comunidad musulmana, los seguidores de las demás religiones y los que se declaran no creyentes. Que todos aprecien el don de vuestra fe vivida en la caridad y abran su corazón a las dimensiones más altas de la vida.

Encomiendo esta misión pastoral vuestra a María, Estrella de la evangelización y Reina de la paz. En la catedral de Astana la veneráis como Madre del perpetuo socorro. En sus manos maternales pongo vuestro constante trabajo, vuestras expectativas y proyectos, para que os guíe y sostenga en todos vuestros pasos.

Con estos sentimientos, de corazón imparto a todos una especial bendición apostólica, prenda de celo apostólico y de gracias para vosotros y para todos los que han sido encomendados a vuestra solicitud pastoral.

 



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