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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA ACADEMIA DE CIENCIAS AGRARIAS DE VARSOVIA


Viernes 11 de enero de 2002

 

Ilustres señores: 

Os saludo cordialmente a todos:  al senado académico, a los profesores, a los docentes y al personal administrativo, a los estudiantes y al coro. Saludo de modo particular al rector magnífico, y le agradezco las palabras que me ha dirigido. Me alegra acogeros aquí, como representantes de todos los miembros de la comunidad de la Academia de ciencias agrarias, formada por miles de personas.

Os agradezco que hayáis venido a Roma para vivir con el Papa esta ceremonia de vuestra institución universitaria. Habría que decir más bien:  en torno al Papa, porque en vuestra benevolencia y bondad habéis querido otorgarle el título de doctor honoris causa de vuestra Academia. Debo admitir que esta atención concentrada en mi persona me resultaría embarazosa, si no supiera que venís más bien a encontraros con el Sucesor de san Pedro para expresarle, mediante esta cercanía, el profundo vínculo que une a vuestra Academia con la tradición cultural cristiana de la nación polaca y de toda Europa. Sé que queréis expresar también el deseo de una constante búsqueda de esa unidad, que se realiza en el nivel superior, en cierto sentido metafísico, de la unidad entre la ciencia y la fe. Por eso, os acojo con alegría y gratitud.

La Academia de ciencias agrarias puede sentirse orgullosa de su larga y rica tradición, que se remonta al doloroso período de la repartición, de las esperanzas vinculadas al iluminismo y de la actividad social y educativa de figuras como Stanislaw Staszic o Stanislaw Potocki. Fueron ellos quienes fundaron esta institución que, gracias a un serio trabajo científico y didáctico, no sólo debía contribuir al desarrollo de la agricultura, sino también despertar en la nación el amor y el respeto a la tierra polaca, así como a su patrimonio histórico y cultural. A lo largo de decenios, en medio de las vicisitudes de la historia de la patria, la Academia constituyó un centro dinámico de vida científica, económica y sociopolítica. En ella se han formado y han enseñado insignes estudiosos, políticos e incluso héroes de las luchas por la independencia de la patria. Esta Academia ha sido verdaderamente una fuente activa de amor a la tierra y de solicitud por el campo polaco y por la toda la patria.

Vuestra presencia, que evoca esta hermosa tradición, remite a la vez al momento actual. En cierto sentido, obliga a interrogarse sobre el papel que puede desempeñar la Academia de ciencias agrarias en la actual realidad socioeconómica polaca. Buscando una respuesta, es preciso observar ante todo que hoy estamos asistiendo a una profunda crisis de la agricultura polaca, como efecto de una ideología equivocada y de medidas tomadas durante los decenios pasados, que causaron atrasos con respecto a la moderna agricultura europea, sostenida desde hace años con la financiación del Estado. La crisis económica de la agricultura produce efectos también en el ámbito de la cultura nacional. En efecto, si muchos jóvenes capaces, provenientes de ambientes rurales, por motivos materiales no pueden continuar los estudios en las escuelas superiores y en las universidades, se producirá indudablemente un empobrecimiento espiritual no sólo en el campo polaco, sino también en toda la sociedad. La cuestión presenta también otro aspecto doloroso:  el agricultor polaco de hoy no sólo sufre a causa de una baja rentabilidad de su duro trabajo y de la consiguiente insuficiencia de medios para el desarrollo de su hacienda, sino también a causa de la falta de respeto de la sociedad por su trabajo y de la falta de apoyo a los esfuerzos por cambiar la situación. Y en gran parte de los sectores políticos y sociales esta actitud puede derivar de la pérdida del sentido del valor de la tierra —de la tierra perteneciente a la familia, de la tierra perteneciente a la patria—, del abandono de las tradiciones espirituales pluriseculares unidas a ella, y de la disminución del amor a esta tierra, regada durante siglos con el sudor y la sangre de nuestros antepasados.

En este marco parece insustituible el papel de la Academia de ciencias agrarias. Es sabido que hoy asumís nuevas obligaciones, de acuerdo con el espíritu del tiempo y las exigencias que os plantean el desarrollo de las ciencias y los cambios culturales, económicos y sociales. Sé que la actividad educativa de la Academia abarca más de cincuenta especializaciones. Ciertamente, muchas de ellas no están relacionadas directamente con la agricultura o con el amplio abanico de los fenómenos concernientes a la vida del campo. Sin embargo, es necesario que no olvidéis las raíces, la tradición que obligaba a todos los que formaban la comunidad de esta Academia a mostrar solicitud por el desarrollo del campo y a suscitar amor por la tierra polaca, madre nodriza. No cejéis en vuestro esfuerzo por construir las bases científicas del desarrollo del campo polaco, del desarrollo de las perspectivas de su crecimiento cultural y espiritual. Sobre todo, no dejéis de dar a todos los habitantes de las ciudades y de las aldeas el testimonio de amor y respeto debidos a la tierra polaca y a los que la cultivan con el sudor de su frente. Haced cuanto esté de vuestra parte para que el campo polaco entre con dignidad, bienestar material y riqueza espiritual en las estructuras de la Europa unida.

Os sostendré en este compromiso con mi oración y con un pensamiento cordial. Os agradezco una vez más vuestra presencia y os deseo a todos éxito en vuestro empeño en favor de la ciencia, la cultura y la vida social. Transmitid mi saludo a los numerosos estudiantes y profesores de vuestra Academia. Que Dios os bendiga.

 



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