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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS ADMINISTRADORES DE LA REGIÓN DEL LACIO,
DEL AYUNTAMIENTO Y DE LA PROVINCIA DE ROMA


Lunes 14 de enero de 2002

 

Ilustres señores y gentiles señoras: 

1. Me complace particularmente acogeros al inicio del nuevo año con motivo del tradicional intercambio de felicitaciones. ¡A todos una cordial y sincera bienvenida! Esta cita anual entre los representantes de la ciudad de Roma, de su provincia, de la región del Lacio y el Sucesor de Pedro, además de ser un encuentro cortés y grato, representa una ocasión propicia para reafirmar los vínculos que unen a la Iglesia con la ciudad de Roma y el territorio circunstante.

Saludo con deferencia al presidente de la Junta regional del Lacio, señor Francesco Storace, al alcalde de Roma, señor Walter Veltroni, y al presidente de la provincia de Roma, señor Silvano Moffa. Les agradezco de corazón las amables palabras que me han dirigido en nombre de las administraciones que presiden, ilustrando el trabajo que están realizando y los proyectos para el futuro. Saludo, asimismo, a los presidentes de sus respectivos concejos, a sus colaboradores y a todos los presentes.

2. Ha pasado un año desde la conclusión del gran jubileo, pero los frutos de luz y gracia de aquel acontecimiento extraordinario siguen sosteniendo a los creyentes, y representan también para los hombres de buena voluntad un motivo de esperanza, a pesar de que el escenario mundial está marcado por numerosos y persistentes conflictos. Mi pensamiento se dirige, en particular, a Tierra Santa, a la que Roma está íntimamente vinculada, para pedir a Dios el don de la paz para los pueblos que viven en ella. Al mismo tiempo, elevo fervientes oraciones para que se creen pronto condiciones de vida dignas del hombre en todos los países afectados por guerras y diversas formas de violencia.

Es preciso proseguir sin cesar el esfuerzo por construir una sociedad solidaria y pacífica, que requiere la contribución de cada uno. Compete, en primer lugar, a cuantos ejercen tareas institucionales emplear todos los recursos posibles para alcanzar este objetivo de progreso y de paz. He sabido con satisfacción que vuestras administraciones quieren actuar en este sentido, con el deseo de contribuir cada vez mas eficazmente a eliminar las causas de malestar social aún presentes. La atención responsable a las necesidades de los menos favorecidos, una distribución más equitativa de los recursos y la integración entre culturas diversas constituyen las premisas necesarias para un futuro de verdadera dimensión humana.

3. Ilustres señores y gentiles señoras, la Iglesia católica prestará su colaboración concreta y amistosa a vuestros esfuerzos. Los problemas que afrontáis diariamente son numerosos, complejos y a menudo de difícil solución. El Papa está cerca de vosotros y sigue con afecto vuestro trabajo, alegrándose por las metas positivas alcanzadas.

Entre estas, me complace recordar también aquí las medidas legislativas, aprobadas durante el año recién concluido, en favor de la familia fundada en el matrimonio, que representa el marco fundamental de referencia de las personas y de toda la comunidad. Espero que vuestras administraciones sigan sosteniendo de todas las maneras posibles la misión de la institución familiar en la sociedad. Resulta particularmente urgente, por ejemplo, ayudar a las jóvenes parejas para que puedan afrontar con serenidad el matrimonio y asumir sus responsabilidades en la educación de los hijos.

Además de la familia, el cuidado de los niños, de los muchachos y de los jóvenes no puede por menos de representar una prioridad para cuantos se preocupan por el destino de la humanidad. En este ámbito, estoy convencido de que el reconocimiento de la función social y educativa de los Oratorios, objeto de un oportuno acto legislativo, incrementará la cooperación entre la comunidad civil y la eclesial, en la acción formativa de las futuras generaciones.

Por otra parte, en Roma y en el Lacio son cada vez más relevantes los problemas relacionados con el envejecimiento de la población. Por eso, me complacen las intervenciones destinadas a proteger a los ancianos, en particular a los que se ven obligados a vivir solos, para que no les falten al menos los servicios esenciales.

4. Se acaba de destacar que en nuestra ciudad, en la provincia y en la región muchas personas se encuentran, por desgracia, en condiciones de pobreza y marginación parcial o total y que un porcentaje elevado son inmigrantes. Por tanto, resultan muy benéficas las iniciativas adoptadas recientemente para ayudar a los sectores más débiles de la población.

Aunque se trate de personas sin domicilio fijo, de ancianos solos, de niños y familias con graves carencias, de jóvenes en situaciones problemáticas, de inmigrantes, de desempleados, de presos, de enfermos terminales o de otras categorías en dificultad, jamás hay que considerar inútil su existencia. Es preciso transformar los problemas, los numerosos problemas de la sociedad, en recursos para el bien de todos gracias al esfuerzo de cada uno.

Y ¿qué decir del cuidado de la salud, que constituye a veces un problema serio, de modo especial para las personas y las familias más pobres? Conozco muy bien las dificultades que existen en este campo, dificultades debidas con frecuencia a los escasos recursos disponibles. Sin embargo, confío en que, con la participación activa y generosa de todas las instituciones implicadas, incluso las de matriz católica, se logre prestar a la gente un servicio sanitario eficiente y respetuoso de la dignidad de la persona. Estoy seguro  de  que el acuerdo logrado recientemente sobre la asistencia religiosa en los hospitales y en las clínicas contribuirá a afrontar una exigencia real de los pacientes en los centros de asistencia.

5. Los tiempos cambian y las condiciones de vida se vuelven cada vez más complejas a causa de las transformaciones radicales que se suceden en el ámbito local, nacional e internacional. El progreso tecnológico, que requiere incesantes y costosas innovaciones, es imparable y caracteriza al mundo moderno globalizado. Aunque es justo secundar este proceso, es importante salvaguardar el respeto a la persona y al bien común. Con este fin, es indispensable la cooperación entre las administraciones, las instituciones y los demás organismos sociales. También es importante hacer que todos los ciudadanos, de modo especial los jóvenes, asuman cada vez más su responsabilidad con respecto a la comunidad entera. Juntos se ha de proyectar y construir el futuro.

6. Honorables representantes de las administraciones regional, provincial y municipal, he querido reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de vuestro esfuerzo diario, que vosotros mismos habéis evocado. A la vez que os agradezco vuestra atención, os exhorto a proseguir con diligente compromiso el servicio a la comunidad, servicio que los mismos ciudadanos os han confiado.

Que María santísima, invocada en numerosos santuarios de la ciudad y del Lacio, sostenga con su protección materna a vuestras personas y vuestro difícil trabajo.

Por mi parte, invoco sobre vosotros y sobre vuestro trabajo la ayuda de Dios, en prenda de la cual os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a vuestras familias y a todos los que viven y trabajan en Roma, en su provincia y en todo el Lacio.

 



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