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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL SUPERCONGRESO DEL GRUPO "GEN 3"

 

Amadísimos muchachos y muchachas del "Gen 3": 

1. Os saludo con alegría y afecto, con ocasión de vuestro supercongreso, en el que cada cinco años os reunís miles de muchachos de numerosos países del mundo con un gran ideal: el ideal de la unidad. En efecto, os llamáis "Muchachos por la unidad".

Os saludo personalmente a cada uno, y quisiera que mi mensaje llegara a la mente y al corazón de cada uno de vosotros. Doy las gracias al cardenal Francis Arinze, que os lo lleva, añadiéndole su valioso testimonio de pastor de la Iglesia, que desde hace años colabora conmigo con vistas al diálogo con las religiones no cristianas. Dirijo un cordial saludo a la queridísima Chiara Lubich, fundadora y presidenta del movimiento de los Focolares, así como a los sacerdotes y a los animadores que os han acompañado.

Queridos jóvenes amigos, teníais un gran deseo de que el Papa participara en este acontecimiento tan importante para vosotros. Pero como sabéis, precisamente durante vuestro congreso, me encontraré lejos de Roma: estaré realizando mi visita pastoral a Azerbaiyán y Bulgaria. Esto me impide reunirme con vosotros, pero no estar espiritualmente cerca de vosotros. Y estoy seguro de que también vosotros, con vuestra oración y vuestro afecto, me acompañaréis y sostendréis en mi viaje apostólico.

2. Vosotros, "Muchachos por la unidad", comprendéis bien por qué de vez en cuando salgo de mi Sede para visitar Iglesias y naciones lejanas. Forma parte de mi servicio de Sucesor del apóstol san Pedro, al que Cristo encargó conservar y promover la unidad de todo el pueblo de Dios. Todos los obispos están al servicio de la unidad, pero el Obispo de Roma lo está con una responsabilidad propia y más fuerte. Así, todos los muchachos cristianos están "por la unidad", pero vosotros, que formáis parte del movimiento de los Focolares, lo estáis de modo especial.

Queridos jóvenes, el mismo Espíritu nos mueve, el mismo Espíritu nos une. Es el Espíritu Santo de Dios quien, de modo misterioso, impulsa a la Iglesia hacia una comunión cada vez más profunda con Dios. Lo hace no como un Absoluto, que lo sujeta y domina todo, sino como Amor, que da, vivifica y santifica todo.

3. ¿De quién nos viene esta maravillosa "teo-logía", es decir, esta doctrina sobre Dios? Nos viene de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre y nacido de la Virgen María. Jesús es el revelador del Padre, la imagen del misterio invisible, el "rostro" de Dios en un hombre como nosotros, el "testigo" fiel de su amor. Por eso vino a la tierra, se dedicó a la predicación del reino de los cielos y lo inauguró con signos y prodigios, curando a los que se hallaban prisioneros del mal (cf. Hch 10, 38). Por eso se entregó voluntariamente a la muerte, dejándonos, en la cena pascual, el testamento de su sacrificio. Por eso el Padre lo resucitó de entre los muertos y lo elevó a su diestra, constituyéndolo Señor del mundo y de la historia. En nombre de Jesús, se ofrece y se anuncia la salvación a los hombres de toda lengua, pueblo y nación.

Sí, Jesús es el Salvador del mundo entero. Es el Príncipe de la paz. Más aún, como dice el apóstol san Pablo, "él es nuestra paz" (Ef 2, 14), porque ha derribado el muro de la enemistad que separa a los hombres y a los pueblos entre sí. Jesús es nuestra esperanza, la esperanza para toda la humanidad que, en cada generación, está llamada a construir la paz en la justicia, en la verdad y en la libertad.

4. Queridos muchachos y muchachas, Cristo os llama a ser heraldos y testigos de esta espléndida verdad. Os llama a ser apóstoles de su paz. Construid la paz en todas las situaciones en las que os toque vivir diariamente:  en vuestra familia, en la escuela, entre vuestros amigos, en el deporte, en el tiempo libre... Estad siempre dispuestos a la escucha, al diálogo y a la comprensión.

Conjugad la valentía y la mansedumbre, la humildad y la tenacidad en el bien. Aprended del Maestro divino que la verdad no se defiende con la violencia, sino con la fuerza de la verdad misma. En la escuela del Evangelio, mantened siempre unidos la justicia y el perdón, porque la paz verdadera es fruto de ambos. Animados por el Espíritu de Jesús, amad a quien no os ama, y quered a quien no os quiere, para que crezca en el mundo el reino de Dios, que "es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14, 7).Queridos jóvenes, de este modo seréis verdaderamente constructores de unidad y de paz.

5. Queridos muchachos y muchachas, sed apóstoles de paz. Quisiera repetiros las palabras que pronuncié en Asís el pasado 24 de enero, con ocasión de la Jornada de oración por la paz:  "Jóvenes del tercer milenio, jóvenes cristianos, jóvenes de todas las religiones, os pido que seáis, como Francisco de Asís, "centinelas" dóciles y valientes de la paz verdadera, fundada en la justicia y en el perdón, en la verdad y en la misericordia. Avanzad hacia el futuro enarbolando la antorcha de la paz. ¡El mundo necesita su luz!" (Discurso en Asís, n. 7:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de febrero de 2002, p. 6). Así desea el Papa que seáis, porque así os quiere Jesús. No tengáis miedo de entregaros totalmente al Señor.

Os ayude María santísima, que ama a cada discípulo de Jesús como a su propio hijo. Amadla, queridos muchachos, como vuestra Madre, y dejaos guiar siempre por ella a lo largo del camino de la vida. De buen grado os acompaño con gran afecto y os envío de corazón una especial bendición.

Vaticano, 18 de mayo de 2002

JUAN PABLO II



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