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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS RELIGIOSAS MÍNIMAS DE NUESTRA SEÑORA DEL SUFRAGIO

 

A la reverenda madre
FABIOLA DETOMI
Superiora general del instituto
Religiosas Mínimas de
Nuestra Señora del Sufragio

1. Ante todo, quiero enviarle mi saludo, junto con mis mejores deseos, con ocasión del capítulo general de la congregación. Lo dirijo, asimismo, a las hermanas llamadas al servicio de guía y de animación de vuestra familia religiosa, alentándolas a desempeñar con espíritu generoso la delicada tarea de gobierno que se les ha confiado. Lo extiendo, también, a las religiosas capitulares, esperando que la experiencia de estos intensos días pasados en Roma sea fuente de enriquecimiento humano y espiritual. Por último, envío un cordial saludo a cada una de las Religiosas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio que trabajan en Italia, Argentina, Colombia y Rumanía, y le aseguro mi apoyo paterno.

La asamblea capitular constituye una importante ocasión para reflexionar sobre el camino comunitario recorrido hasta ahora, así como para elaborar proyectos de servicio apostólico, con fidelidad al carisma originario del Instituto. El tema "Testimoniar a Cristo, nuestra esperanza, en un mundo que cambia", está en sintonía con las orientaciones pastorales del Episcopado italiano para el primer decenio del nuevo siglo y el nuevo milenio.

Reverenda madre, vuestra familia religiosa tiene el propósito de reanudar con renovado entusiasmo, tras la pausa capitular, las actividades diarias, subrayando que Cristo, nuestra esperanza, está en la base de todo y es el fin al que todo se orienta. Su misteriosa presencia mantiene viva la tensión escatológica que debe cultivar todo creyente. Vuestra congregación considera esta tensión escatológica de la existencia como una de sus características fundamentales, que ha recibido en herencia de su beato fundador.

2. El beato Francisco Faà de Bruno, a quien tuve la alegría de elevar al honor de los altares el 25 de septiembre de 1988, vivió una vida impregnada de esperanza. Animado siempre por el anhelo interior de cooperar en la salvación de los hermanos, se preocupó por su destino final. En efecto, la meta última del hombre es el encuentro con Dios, encuentro para el que es preciso prepararse desde ahora con un constante compromiso ascético, evitando el mal y obrando el bien.

Desde joven, tuvo la preocupación de trabajar por la salvación de las almas, y por eso, aun antes de fundar la congregación, quiso construir en Turín un templo dedicado a Nuestra Señora del Sufragio. Preocuparse del "sufragio" por las almas del purgatorio:  este es, reverenda madre y queridas hermanas, vuestro carisma característico, que os impulsa a una oración constante por los que nos han precedido. Esta misma intuición carismática es estímulo concreto para llenar cada jornada terrena de los bienes que no pasan ni se marchitan.

Se trata de una importante verdad que queréis anunciar con vuestra actividad de evangelización, sostenida por la oración y acompañada por la aceptación y la ofrenda del sufrimiento a Dios, en unión con el sacrificio de Cristo, para la salvación de las almas. La forma primera y más elevada de caridad con los hermanos es el anhelo de su salvación eterna. El amor cristiano no conoce confines y supera  incluso los límites del espacio y del tiempo, permitiéndonos amar a cuantos  ya han abandonado esta tierra.

3. Amadísimas hermanas en Cristo, conservad íntegro el espíritu de vuestro fundador. Me complace repetiros hoy lo que afirmé con ocasión de su beatificación. Francisco Faà de Bruno -dije entonces- es "un gigante de la fe y de la caridad", puesto que su mensaje de luz y amor, "lejos de agotarse, se revela más actual que nunca, impulsando a la acción a cuantos se preocupan de los valores evangélicos" (Homilía, 25 de septiembre de 1988, n. 4:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de octubre de 1988, p. 2).

Siguiendo sus huellas, avanzad con fidelidad y valentía por el camino emprendido, sacando luz y fuerza de su enseñanza y haciendo viva y actual su extraordinaria experiencia y su luminosa herencia. Sobre todo, seréis incansables y felices heraldos de esperanza para la humanidad de nuestro tiempo, con mucha frecuencia casi oscurecida por violencias e injusticias y encerrada en horizontes meramente terrenos. Imitando a vuestro beato, sed vosotras mismas las primeras en renovaros en la esperanza, para que lleguéis a ser, en la Iglesia y en el mundo, fecundas portadoras de ella. Tened "sed" de almas para salvar, ayudando a todos los hermanos y hermanas a descubrir el "todavía no" y el "más allá" eterno, hacia el que todos nos encaminamos. El futuro eterno se construye desde ahora, en el tiempo, con el esfuerzo de cada día.

Con estos sentimientos y deseos, invoco sobre vosotras, queridas hermanas, sobre vuestras comunidades y sobre cuantos encontréis en vuestro servicio diario, la intercesión celestial de la Virgen del Sufragio y del beato Francisco Faà de Bruno, a la vez que os bendigo de corazón juntamente con todos vuestros seres queridos.

Castelgandolfo, 2 de septiembre de 2002

JUAN PABLO II



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