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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO NUMEROSO DE FIELES
Y PEREGRINOS DE LA ARCHIDIÓCESIS DE NÁPOLES


Sábado 6 de diciembre de 2003

 

1. Bienvenidos, amadísimos peregrinos de la archidiócesis de Nápoles. Os saludo a todos con afecto.

Saludo ante todo y doy las gracias a vuestro pastor, el señor cardenal Michele Giordano, que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes y de vuestra cercanía espiritual con ocasión del 25° aniversario de mi pontificado. Le renuevo mis felicitaciones fraternas por sus bodas de oro sacerdotales, que ha celebrado recientemente, expresándole mis cordiales deseos de un fecundo ministerio pastoral.

Saludo a los obispos auxiliares y a las autoridades civiles, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos y a las religiosas, a los jóvenes y a las familias presentes en este encuentro. Mi saludo va también a toda vuestra ciudad, situada, como ha recordado muy bien el arzobispo, en la encrucijada de los pueblos que han construido la historia del continente europeo.

2. Recuerdo con gran simpatía la visita que el Señor me permitió realizar a Nápoles en noviembre de hace trece años. De los diversos encuentros con los componentes sociales y religiosos me llevé la impresión de una ciudad marcada por dificultades y problemas, pero rica en recursos interiores, y capaz de grandes gestos de valentía y generosidad.

En particular, recuerdo el encuentro con los miles de muchachos y muchachas en el estadio "San Pablo" y en la "Exposición de ultramar", a quienes dije:  "Os corresponde a vosotros, jóvenes testigos de la civilización del amor, llevar, sobre todo a vuestros coetáneos, el anuncio de la esperanza evangélica, porque en vosotros ya vive la Iglesia del próximo milenio" (n. 1:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de noviembre de 1990, p. 7).

3. Repito hoy una vez más estas palabras y las dirijo idealmente a toda vuestra archidiócesis.

Anunciar y testimoniar el "evangelio de la esperanza" forma parte del mandato misionero de toda comunidad cristiana. Se trata de una prioridad muy presente en vuestros planes pastorales, que señalan a la familia y a los jóvenes como líneas fundamentales de la acción apostólica diocesana.

"Juntos para la misión":  esta es la consigna que os une en un esfuerzo encaminado a hacer que resuene en la ciudad de Nápoles "el anuncio de la esperanza cristiana".

Para que vuestra acción evangelizadora sea eficaz, es necesario que nunca dejéis de buscar la savia vital en una intensa vida de oración. Además, es necesario que las parroquias, como se ha destacado también en un reciente congreso vuestro, se conviertan cada vez más en "familias de familias", escuelas permanentes de fe y oración, casas de comunión y encuentro, de diálogo y apertura al territorio.

El Señor guíe vuestros pasos con la fuerza de su Espíritu. Os proteja la Virgen María, Reina del rosario, e interceda por vosotros san Jenaro, vuestro augusto patrono.

Asegurándoos un recuerdo constante ante el Señor, os bendigo a todos de corazón.

 



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