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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
DE BIELORRUSIA EN VISITA "AD LIMINA"


Lunes 10 de febrero de 2003

 

Queridos y venerados hermanos en el episcopado:

1. "Os doy un mandamiento nuevo:  que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros" (Jn 13, 34). Estas palabras, que Jesús dejó como testamento a los Apóstoles en el cenáculo, no cesan de resonar en nuestro corazón.

¡Sed bienvenidos a la casa de Pedro! Os abrazo con afecto a cada uno. Lo saludo, en particular, a usted, señor cardenal, pastor de la sede metropolitana de Minsk-Mohilev, y le agradezco cordialmente las palabras que me ha dirigido no sólo en nombre de sus demás hermanos en el episcopado, sino también de todo el pueblo católico de Bielorrusia. Os saludo a vosotros, amados pastores de Grodno, Pinsk y Vitebsk. Con afecto envío un saludo también a la pequeña pero fervorosa comunidad católica de rito bizantino, heredera de la misión de san Josafat, y saludo al reverendísimo visitador apostólico ad nutum Sanctae Sedis, que se ocupa diariamente de ella.

El amor de Cristo nos une. Su amor debe impregnar nuestra vida y nuestro servicio pastoral, estimulándonos a renovar nuestra fidelidad al Evangelio y tender a una entrega cada vez más generosa a la misión apostólica que el Señor nos ha confiado.

2. Está aún  vivo en mí el recuerdo de nuestro encuentro de abril de 1997. En aquella ocasión fue motivo de profunda alegría constatar la primavera de la vida eclesial en vuestro país, después del invierno de la persecución violenta, que se prolongó durante varios decenios. Entonces eran aún evidentes los efectos del adoctrinamiento ateo sistemático de vuestras poblaciones, especialmente de los jóvenes, de la destrucción casi total de las estructuras eclesiásticas y de la clausura forzada de los lugares de formación cristiana. Gracias a Dios, ese rígido período ya ha terminado, y desde hace algunos años ya se está verificando una progresiva y alentadora reactivación.

Durante el quinquenio pasado, la celebración de los sínodos de la archidiócesis de Minsk y de las diócesis de Pinsk y Vitebsk os ha ofrecido la oportunidad de discernir mejor las prioridades pastorales, elaborando planes apostólicos adecuados a las diversas exigencias del territorio. Esta vez habéis venido a informarme de los frutos de vuestro generoso trabajo pastoral y, juntamente con vosotros, doy gracias por ellos al Señor, siempre misericordioso y providente.

3. Se trata ahora de proyectar el trabajo con vistas al futuro. En primer lugar se halla la familia, que también en Bielorrusia atraviesa, por desgracia, una seria y profunda crisis. Las primeras víctimas de esta situación son los niños, que corren el riesgo de sufrir sus consecuencias durante toda la vida. Para confortaros y animaros, quisiera repetir lo que dije a las numerosísimas familias reunidas en Manila el pasado 25 de enero, con ocasión del IV Encuentro mundial de las familias. Es preciso testimoniar con convicción y coherencia la verdad sobre la familia, fundada en el matrimonio. Es un bien grande, necesario para la vida, para el desarrollo y para el futuro de la humanidad. Transmitid a las familias de Bielorrusia la consigna que dejé a las del mundo entero:  hacer del Evangelio la regla fundamental de la familia y hacer de cada familia una página del Evangelio escrita para nuestro tiempo.

4. Vuestro país cuenta aproximadamente con diez millones de habitantes, gran parte de los cuales vive en las ciudades. Aunque Bielorrusia es la nación que ha sufrido menos los cambios del período post-soviético, su proceso de inserción en el vasto contexto del continente europeo ha sido más bien lento. Las consecuencias de este retraso influyen en la reestructuración económica y aumenta la pobreza, sobre todo en las zonas rurales. La concentración de la población en los centros urbanos implica un esfuerzo notable para la presencia de la Iglesia. Esto vale especialmente para la capital, Minsk, donde ya vive más del 20% de la población.

Una de vuestras prioridades son los jóvenes, cada vez más numerosos en las ciudades y en búsqueda de un posible empleo. La crisis demográfica sin precedentes, que afecta a vuestro país, constituye asimismo un fuerte desafío para el anuncio del "evangelio de la vida", y los fenómenos de la marginación, entre los cuales destaca el alcoholismo, que recientemente se ha agravado, esperan respuestas urgentes y eficaces. A todos estos problemas la Iglesia católica, aunque es minoritaria en el país, se esfuerza por responder con los medios y las estructuras disponibles. Queridos hermanos, os animo a proseguir por este camino, y quisiera aprovechar esta ocasión para dar las gracias a las organizaciones católicas de otras naciones, especialmente italianas y alemanas, que os prestan su apoyo y su colaboración.

5. "La mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9, 37). Ante la gran cantidad de trabajo por realizar, vienen espontáneamente a nuestra mente estas palabras de Jesús. ¿Qué hacer? La respuesta nos la da el Evangelio:  "Rogad, pues, —añade Cristo— al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9, 38). La oración, ante todo. Es preciso intensificar la súplica de la ayuda divina, y educar a los fieles para que hagan que la oración sea un momento fundamental entre sus ocupaciones diarias. A esto contribuirá la obra, que habéis iniciado, de traducir al bielorruso los textos sagrados, en especial los del Misal romano.

Además de la oración, no puedo menos de recordar vuestro esfuerzo por la formación de los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada, especialmente en los dos seminarios mayores de Grodno y Pinsk. También me complace subrayar la necesaria atención a los sacerdotes encargados de la cura de almas. La colaboración del clero y de los religiosos procedentes de la cercana Polonia constituye ahora una necesidad, que seguramente ayudará a la consolidación de la comunidad católica de vuestro país.

Y, por último, el diálogo ecuménico con la Iglesia ortodoxa. En vuestra tierra, la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa han convivido desde siempre, y no pocas familias son confesionalmente mixtas; por tanto, necesitan también la asistencia de la Iglesia católica. Que el Señor siga guiando vuestros pasos en la búsqueda del respeto recíproco y la cooperación mutua.

Se celebra este año el 380° aniversario del martirio de san Josafat, arzobispo de Polatsk, cuya sangre santificó la tierra bielorrusa. Ojalá que el recuerdo de su martirio sea para todos manantial de fidelidad a Cristo y a su santa Iglesia.

6. Encomiendo a todos a María, la Theotokos. Le pido que os proteja a vosotros, venerados y amados hermanos, a vuestros colaboradores más íntimos, que son los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, a los seminaristas, a los laicos comprometidos activamente en el apostolado y a toda la comunidad católica que vive en Bielorrusia. Sobre todos y cada uno vele con su amor materno, juntamente con vuestros santos patronos. Por mi parte, os aseguro mi recuerdo diario en la oración, a la vez que os bendigo de corazón.

 



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