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VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A ESLOVAQUIA

MENSAJE DEL SANTO PADRE
 A LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESLOVACA

Banská Bystrica – Seminario Diocesano
Viernes 12 de septiembre de 2003

 

A los venerados pastores
de la Iglesia que está en Eslovaquia

1. Con íntima alegría me encuentro hoy con vosotros, queridos hermanos en el episcopado, para un momento de comunión fraterna, que nos hace remontarnos con el pensamiento a los Apóstoles reunidos en torno a Jesús para recuperar fuerzas en una pausa saludable en medio de los trabajos de la predicación y del apostolado (cf. Mc 6, 30-32).

"Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum!" (Sal 133, 1). Os saludo y os abrazo a todos en el Señor, y os renuevo el aprecio y la gratitud de la Iglesia por el celo que mostráis al apacentar a los fieles que os han sido confiados (cf. 1 P 5, 2-3).

Me uno cordialmente a vuestra acción de gracias al Señor en la celebración del décimo aniversario de la constitución de vuestra Conferencia episcopal.

2. La Iglesia de Dios que está en Eslovaquia, salida de los tiempos oscuros de la persecución y del silencio, en los que dio una prueba luminosa de fidelidad al Evangelio, en estos últimos años ha podido reanudar sus actividades, creando también las estructuras necesarias para el libre ejercicio de su misión.

Me complace recordar, entre otras cosas, el Acuerdo general de base firmado con la República eslovaca en el año 2000, el trabajo de las comisiones mixtas para preparar otros Acuerdos parciales, la erección del ordinariato militar, la apertura de la Universidad católica en Ruzomberok y la potenciación de las transmisiones de Radio Lumen.

3. Además de estas realizaciones, estáis promoviendo, más en general, la reactivación de la vida cristiana en diversos niveles. Los resultados que se están obteniendo son consoladores. Muchas personas han recuperado la valentía evangélica de declarar abiertamente su fe católica, como lo demuestra el censo de 2001. El trabajo apostólico —realizado con celo, bajo vuestra guía, por numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos— está dando sus frutos. ¡Alabado sea el nombre del Señor!

Os exhorto a proseguir con valentía por el camino emprendido:  la formación humana y espiritual, junto con una adecuada preparación cultural, ha de ser objeto de un compromiso especial en los seminarios y en las casas religiosas, para dar a la Iglesia y al mundo sacerdotes y personas consagradas que sepan ser apóstoles humildes y celosos del Evangelio. Con la oración al "Dueño de la mies", con la sensibilización de las conciencias y con una sabia acción pastoral, es urgente impulsar un nuevo florecimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas, pues de esto depende el futuro de la Iglesia en Eslovaquia.

Además, venerados hermanos, aprovechad, con confianza y sabiduría, la colaboración de laicos comprometidos en la animación cristiana de las realidades temporales. Seguid con atención a la familia, templo del amor y de la vida, proclamando y defendiendo la unidad y la indisolubilidad del matrimonio. Mirad con amor a los jóvenes, que son el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Cultivad un diálogo abierto con el mundo de la cultura, sostenidos por la convicción de que "fe y razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización" (Fides et ratio, 100).

4. Prestad atención especial a los débiles y los pobres, en los que Cristo pide ser reconocido (cf. Mt 25, 40). Estad cerca, con solicitud pastoral, de los desocupados, haciéndoos cargo de su difícil situación y estimulando a todas las fuerzas sociales a hacer lo posible para crear nuevos puestos de trabajo, en los que sobre todo los jóvenes puedan encontrar salidas oportunas para sus capacidades, a menudo perfeccionadas en años de preparación teórica y práctica.

Sabéis bien que la promoción humana favorece también en gran medida la evangelización, que sigue siendo el compromiso primario de la Iglesia. A este propósito, me complace subrayar que la celebración de los sínodos diocesanos, ya convocados en las diócesis de Banská Bystrica y Kosice, será un instrumento útil para renovar e incrementar la acción pastoral y el anuncio de la buena nueva a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

5. Venerados hermanos, el Papa sabe que el ministerio episcopal conlleva espinas y cruces, que a menudo permanecen escondidas en el secreto del corazón. Pero sabe igualmente, como por lo demás también sabéis vosotros, que en el plan misterioso de la Providencia estos sufrimientos son la garantía de la fecundidad de un apostolado que, con la ayuda de Dios, producirá frutos abundantes.

No os desaniméis  y  no  os  dejéis vencer por las dificultades y el cansancio. Contáis siempre con el apoyo de la gracia del Señor, que obra maravillas también a través de nuestra debilidad (cf. 2 Co 12, 9).

Como coronamiento de nuestro encuentro, queridos hermanos, me complace releer con vosotros lo que afirma en su parte conclusiva el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos:  "Precisamente por ser el centro unitivo-dinámico de la diócesis, el obispo es constituido, antes que todos los demás, servidor de Dios y de su pueblo santo. Toda su autoridad, todos sus oficios —si se conciben y ejercen de acuerdo con el Evangelio— son un servicio excelente y continuo, porque exigen de él la caridad perfecta, que lo dispone a dar incluso la vida por sus hermanos. Sobre todo para el obispo, mandar es ayudar, presidir es servir, y gobernar es amar; el honor se transforma en responsabilidad".

La Virgen María, a la que en este país veneráis como Madre dolorosa del Señor, os guarde a todos en su corazón materno y a todos obtenga la abundancia de las gracias divinas.

A vosotros y a vuestras comunidades imparto mi afectuosa bendición.

 



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