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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE RECTORES Y PROFESORES POLACOS


Jueves 8 de enero de 2004

 

Querido señor cardenal;
amables señores y señoras: 

Doy una cordial bienvenida a todos. Me alegra poder acoger a representantes tan ilustres de los ámbitos universitarios de Wroclaw y Opole. Os agradezco vuestra presencia y vuestra benevolencia.

Acepto con gratitud el don con el que vuestros ateneos han querido honrarme. Lo acojo como expresión de reconocimiento, pero sobre todo como signo elocuente del vínculo que une cada vez más a la Iglesia y al mundo de la ciencia en Polonia. Parece que, gracias a Dios, ya ha quedado superado el tiempo en que, por razones ideológicas, se trató de dividir, más aún, en cierto modo, de contraponer a estas dos fuentes de crecimiento espiritual del hombre y de la sociedad. Yo he vivido personalmente esa situación de un modo muy especial. Si hoy recordamos el 50° aniversario de mi discurso para la habilitación a la cátedra de libre docencia, no conviene olvidar que esa habilitación fue la última conseguida en la facultad de teología de la Universidad Jaguellónica, pues poco después fue suprimida por las autoridades comunistas. Se trató de un acto premeditado para dividir a las instituciones, pero también se quería contraponer la razón y la fe. No hablo aquí de la distinción que surgió en la última fase de la Edad Media sobre la base de la autonomía de las ciencias, sino de la separación que se impuso violentando el patrimonio espiritual de la nación.

Con todo, siempre he tenido la convicción de que, en definitiva, esos intentos no conseguirían su objetivo. Esta convicción se afianzaba en mí gracias a los encuentros que celebraba personalmente con los hombres de ciencia, con los profesores de las diversas materias, los cuales me atestiguaban su profundo deseo de diálogo y de búsqueda común de la verdad. Expresé esta convicción también como Papa, cuando escribí:  "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad" (Fides et ratio, 1).

Vuestra presencia aquí me infunde la esperanza de que ese diálogo vivificante continuará y que ninguna de las actuales ideologías logrará interrumpirlo. Con esta esperanza miro a todas las universidades, a las academias y a las escuelas superiores. Deseo que las grandes posibilidades intelectuales y espirituales del mundo científico polaco encuentren un apoyo material adecuado, de forma que puedan ser apreciadas y conocidas en el mundo con vistas al bien común. Os doy las gracias una vez más. Os pido que transmitáis mi saludo a vuestras comunidades académicas. ¡Que Dios os bendiga!

 



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