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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CONSEJO POSTSINODAL DE LA ASAMBLEA ESPECIAL
PARA ÁFRICA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS


Martes 15 de junio de 2004

 

Venerados hermanos en el episcopado:

1. Os dirijo a cada uno un saludo cordial en este tiempo bendito que sigue a la solemnidad del Corpus Christi, mientras estáis reunidos con ocasión del duodécimo encuentro del Consejo postsinodal de la Secretaría general del Sínodo de los obispos para la Asamblea especial para África.

Este Consejo postsinodal, elegido por los padres sinodales al final de la Asamblea especial para África hace ya diez años, ha estimulado en diversas ocasiones a los obispos de África a esforzarse por llevar a la práctica las conclusiones del Sínodo, contenidas en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa. En efecto, al reuniros regularmente, podéis verificar las realizaciones, los proyectos y los progresos de las Iglesias locales africanas. Estas últimas resultan muy meritorias y dignas de admiración por el hecho de que las situaciones políticas y socioeconómicas son, en la mayor parte, trágicamente desfavorables, aunque existen algunos signos confortadores.

Por esto, os renuevo una vez más la expresión de mi gratitud por la importante labor que realizáis al servicio de la colegialidad episcopal. En efecto, dais constantemente al Sucesor de Pedro válidos consejos, fundados en vuestra experiencia pastoral de la situación de la Iglesia y de la sociedad civil en el continente africano.

2. Definí la primera Asamblea especial como el "Sínodo de la resurrección y de la esperanza" (Ecclesia in Africa, 13), y así fue verdaderamente, puesto que ya se vislumbran, en diversas partes, los primeros signos de este nuevo florecimiento.

Sin embargo, por desgracia, parece que este continente no encuentra tregua ni paz duraderas. A los conflictos internacionales se suman los focos endémicos de lucha que siembran terror y devastación entre las poblaciones, deseosas sólo de vivir en un clima de serenidad finalmente recuperado.

A esto se suman los demás flagelos que azotan a África y a los africanos: la pobreza, que deriva tanto de una situación económica comprometida como de las difíciles condiciones en que se encuentran los sectores de la educación y la salud. A este propósito, no podemos por menos de evocar el drama social del sida; la inseguridad debida a los conflictos actuales o latentes y, por último, la corrupción presente aún en numerosos niveles de la sociedad civil. De este modo, se cierra el círculo vicioso que produce gangrena a este cuerpo joven, lleno de vigor.

Para romper estas nuevas cadenas es necesario el esfuerzo conjunto de todas las fuerzas vivas de la sociedad, en particular de las de la Iglesia, que ya están actuando e intervienen en todos los niveles con entrega abnegada. Por su parte, la Iglesia universal, fiel a su papel profético con respecto a África, ya ha recordado a los grandes del mundo cinco prioridades para devolver a los africanos lo que se les ha sustraído, a menudo con la violencia: el respeto de la vida y de las diversidades religiosas, la erradicación de la pobreza, el fin del tráfico de armas, la solución de los conflictos y la acción con vistas a un desarrollo motivado por la solidaridad.

3. Ciertamente, nuestra esperanza es fuerte, puesto que está arraigada en Cristo y de él recibe vigor e inspiración. La Asamblea especial para África destacó la dimensión familiar de la Iglesia, insistiendo en la noción de Iglesia-familia de Dios, y en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa recogí esta hermosa expresión tan significativa de la paternidad divina. En este marco "familiar", me parece importante recordar la necesidad de una auténtica reconciliación fraterna, después de las heridas provocadas por los conflictos que aún envenenan las relaciones interpersonales, inter-étnicas e internacionales en las diversas regiones de África.

¿No ha llegado el momento, como solicitan numerosos pastores de África, de profundizar en esta experiencia sinodal africana? El crecimiento excepcional de la Iglesia en África, el rápido relevo de los pastores y los nuevos desafíos que debe afrontar el continente exigen respuestas que sólo podría ofrecer la prosecución del esfuerzo requerido por la aplicación de la Ecclesia in Africa, dando así renovado vigor y reforzada esperanza a este continente en dificultades.

Como signo de comunión colegial y de gratitud por vuestra incansable disponibilidad y vuestro inestimable servicio, os imparto a vosotros, en calidad de miembros del Consejo postsinodal de la Secretaría general del Sínodo de los obispos para la Asamblea especial para África, mi afectuosa bendición.



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