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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PEREGRINOS QUE HABÍAN PARTICIPADO
EN LA CERERMONIA DE CANONIZACIÓN


Lunes 17 de mayo de 2004

 

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Después de la solemne celebración de ayer, en la que tuve la alegría de proclamar a seis nuevos santos, me complace encontrarme con vosotros, unidos por especiales vínculos de afecto espiritual a cinco de ellos: Aníbal María di Francia, José Manyanet y Vives, Nimatullah Kassab Al-Hardini, Paula Isabel Cerioli y Gianna Beretta Molla.

Al dirigiros mi cordial saludo, quisiera reflexionar brevemente ahora con vosotros sobre la devoción mariana de estos santos.

2. Aníbal María di Francia se sentía honrado de llevar desde su bautismo el nombre de la Virgen, a la que solía llamar "mi mamá". Alimentaba hacia ella una devoción muy tierna y ardiente, y la invocaba como Madre de la Iglesia y Madre de las vocaciones. Quiso que la Inmaculada fuera considerada "Superiora absoluta, inmediata y efectiva" de las Hijas del Divino Celo y de los Rogacionistas, por él fundados, recomendando su devoción como secreto de santidad y especial gloria de los dos institutos.

3. Saludo ahora con afecto a los peregrinos de lengua española que habéis venido para participar en la canonización de san José Manyanet, sacerdote español que en el siglo XIX fue instrumento elegido para promover el bien de la familia junto con la educación de los niños y los jóvenes.

Él fijó su corazón en la Sagrada Familia. El "evangelio de la familia", vivido por Jesús en Nazaret junto a María y José, fue el motor de la caridad pastoral del padre Manyanet e inspiró su pedagogía. Buscó, además, que la Sagrada Familia fuera conocida, venerada e imitada en el seno de las familias. Esta es su herencia y, con sus palabras, en su lengua materna catalana os digo hoy, a vosotros, religiosos y religiosas fundados por él, a los padres y madres de familia, a los alumnos y ex alumnos de sus centros: "Feu un Natzaret de les vostres llars, una Santa Família de les vostres famílies". Que us hi ajudi la intercessió de sant Josep Manyanet! (¡Haced un Nazaret de vuestros hogares, una Sagrada Familia de vuestras familias! ¡Que os ayude la intercesión de san José Manyanet!).

4. El rezo del rosario marcó las jornadas de san Nimatullah Al-Hardini desde su infancia. A lo largo de su vida, encontró en la Madre de Dios, la Inmaculada Concepción, el modelo mismo de fidelidad a Cristo, a la que aspiraba. A ejemplo de María de Nazaret, que veló sobre su Hijo divino, vivió sus votos monásticos con paciencia y discreción, abandonándose totalmente a la voluntad divina.

Que su testimonio suscite en todos nosotros un amor sincero y filial a María, nuestra Madre y nuestra protectora.

5. Paula Isabel Cerioli, esposa y madre, pero privada en poco tiempo de sus hijos y de su esposo, se unió al misterio de María, la Virgen de los Dolores, y de su maternidad espiritual. Se dedicó entonces a acoger a niños huérfanos y pobres, inspirándose en la Sagrada Familia de Nazaret. A ejemplo de María supo transformar el amor natural en sobrenatural, dejando que Dios dilatara su corazón de madre.

Que su ejemplo siga hablando a numerosos corazones de esposas, de madres y de almas consagradas.

6. También Gianna Beretta Molla alimentó una profunda devoción hacia la Virgen. La referencia a la Virgen es recurrente en las cartas a su novio Pietro y en los años sucesivos de su vida, especialmente cuando fue internada para la extirpación del fibroma, sin poner en peligro a la criatura que llevaba en su seno. Fue precisamente María quien la sostuvo en el extremo sacrificio de la muerte, como confirmación de cuanto ella misma solía repetir siempre: "Sin la ayuda de la Virgen, no se va al Paraíso".

7. Queridos hermanos, que estos nuevos santos os ayuden a aprovechar su lección de vida evangélica. Seguid sus pasos e imitad, de modo especial, su devoción filial a la Virgen María, para avanzar siempre, en su escuela, por el camino de la santidad.

Con este deseo, que acompaño con la oración, os renuevo a todos vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.



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