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DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DE LAS ACADEMIAS PONTIFICIAS

Martes 9 de noviembre de 2004

 

Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
 ilustres embajadores;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra saludaros de modo especial con ocasión de la novena sesión pública de las Academias pontificias, momento culminante de las numerosas actividades organizadas durante este año.

Saludo, en particular, al cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo de coordinación entre Academias pontificias, y le agradezco la entrega con que desempeña esta tarea. Extiendo mi saludo a los obispos, a los embajadores, a los sacerdotes y a los representantes de las Academias pontificias presentes, así como a los que participan en este encuentro.

2. Esta sesión pública de las Academias pontificias aborda un tema muy significativo:  la Via pulchritudinis como itinerario privilegiado para el encuentro entre la fe cristiana y las culturas de nuestro tiempo, y como instrumento valioso para la formación de las generaciones jóvenes.

En dos mil años de historia, la Iglesia ha recorrido de muchos modos el camino de la belleza a través de obras de arte sacro, que han acompañado la oración, la liturgia, y la vida de las familias y de las comunidades cristianas. Espléndidas obras maestras:  arquitectura, pintura, escultura, miniaturas, obras musicales, literarias y teatrales, además de otras obras de arte injustamente consideradas "menores", constituyen auténticos tesoros, que nos ayudan a comprender, con el lenguaje de la belleza y de los símbolos, la profunda sintonía que existe entre fe y arte, entre creatividad humana y obra de Dios, autor de toda belleza auténtica.

3. ¿Podría la humanidad de hoy disfrutar de un patrimonio artístico tan amplio si la comunidad cristiana no hubiera animado y sostenido la creatividad de numerosos artistas, proponiéndoles, como modelo y fuente de inspiración, la belleza de Cristo, resplandor del Padre?

Sin embargo, para que la belleza brille en todo su esplendor, debe estar unida a la bondad y a la santidad de vida, es decir, es necesario hacer que resplandezca en el mundo, a través de la santidad de sus hijos, el rostro luminoso de Dios bueno, admirable y justo.

Es lo que pide Jesús a sus discípulos en el sermón de la montaña:  "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16). Si se quiere que el testimonio de los cristianos influya también en la sociedad actual, debe alimentarse de belleza para que se convierta en elocuente transparencia de la belleza del amor de Dios.

4. Me dirijo de modo especial a vosotros, queridos académicos y artistas. Vuestra tarea consiste precisamente en alimentar el amor por todo lo que es expresión auténtica del genio humano, así como reflejo de la belleza divina.

En la Carta a los artistas puse de relieve que de vuestra colaboración "la Iglesia espera (...) que surja una renovada "epifanía" de belleza para nuestro tiempo, así como respuestas adecuadas a las exigencias propias de la comunidad cristiana" (n. 10). Sed siempre conscientes de esta misión, y que el Señor os ayude a cumplirla de modo eficaz.

A todos los académicos, y especialmente a los miembros de la insigne Academia pontificia de bellas artes y letras de los virtuosos del Panteón, les expreso mi aprecio y mi gratitud por la actividad que realizan y deseo que, con la aportación de todos, se promueva un nuevo humanismo cristiano, capaz de recorrer el camino de la belleza auténtica y de señalarla a todos como itinerario de diálogo y de paz entre los pueblos.

5. Me alegra ahora, a propuesta del Consejo de coordinación entre Academias pontificias, conceder el premio anual de las Academias pontificias a la abadía benedictina de Keur Moussa, en Senegal, donde los benedictinos procedentes de la abadía madre de Solesmes se han puesto a la escucha de las tradiciones de África, conservando fielmente, al mismo tiempo, el patrimonio litúrgico recibido de la tradición de la Iglesia.

Asimismo, deseo dar una medalla del pontificado a la Escuela de cinematografía "Hipótesis Cine", fundada y dirigida por el maestro Ermanno Olmi, por su pedagogía basada en el humanismo auténtico, así como al Coro interuniversitario de Roma, dirigido por el maestro don Massimo Palombella, por el servicio prestado al culto divino y a la cultura musical.

Os encomiendo a cada uno de vosotros, y a las diversas instituciones a las que pertenecéis, a la maternal protección de la Virgen María, a quien invocamos como Tota Pulchra, "Toda Hermosa". Os aseguro un recuerdo en la oración, y de corazón imparto a todos la bendición apostólica.



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