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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL MOVIMIENTO DE SCHÖNSTATT
CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DEL SANTUARIO MATRI ECCLESIAE
Y DE UN CENTRO INTERNACIONAL EN ROMA


Jueves 9 de septiembre de 2004

 

Queridos hermanos y hermanas del movimiento internacional de Schönstatt: 

1. Con alegría os doy la bienvenida aquí, en Castelgandolfo. En estos días, en la ciudad eterna habéis participado en la inauguración del santuario Matri Ecclesiae. La construcción de un centro internacional de Schönstatt en Roma pone de manifiesto y profundiza el vínculo de vuestro movimiento con el Sucesor de Pedro y con la madre Iglesia.

Agradezco de corazón al presidente de la presidencia general sus amables palabras, que muestran cómo las diferentes ramas de vuestro movimiento se inspiran en su amor a la Iglesia con vistas al apostolado en el mundo de hoy y en su ideal de santidad cristiana.

2. En vuestro movimiento crece la responsabilidad por la sociedad y por la penetración del espíritu del cristianismo en las relaciones sociales. Siempre he tratado de suscitar en nuestra Iglesia este espíritu de responsabilidad con respecto al mundo. Por eso, deseo animaros en este compromiso, que puede asumir formas diferentes. De él forma parte también la defensa concreta de la vida precisamente frente al peligro y la amenaza de una cultura de muerte cada vez más generalizada, como lo demuestra de modo terrible la práctica del aborto. A todos los fieles se les exhorta a dar las "señales luminosas" que el mundo necesita siempre.

El compromiso de Schönstatt se dirige especialmente a la familia como célula fundamental de la Iglesia, de la cultura y de la sociedad. Siguiendo el consejo de vuestro fundador, dad a la cruz y a la  imagen  de María un sitio de honor en  vuestros hogares, para que lleguen a ser "santuarios domésticos de la Iglesia" (cf. Familiaris consortio, 55), donde  actúe  María como Madre y educadora.

Así, María, como "Madre peregrina de Dios", sigue acercándose a los hombres, para que experimenten su amor materno.

Nuestra Iglesia necesita una renovación de la vida de fe y de la actividad apostólica. En este compromiso se encuentran unidos todos los movimientos espirituales y las comunidades eclesiales que el Espíritu de Dios ha suscitado en el umbral del tercer milenio. Son una respuesta de la Providencia a los numerosos desafíos de nuestro tiempo.

3. Vuestro nuevo santuario romano está dedicado a María, Madre de la Iglesia. Que la Ancilla Domini os acompañe y guíe en vuestro servicio a la Iglesia, para que así se manifiesten cada vez con mayor claridad los rasgos de la Mater Ecclesiae en el Cuerpo de Cristo.

Con este fin, os imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros y a los miembros de vuestra gran familia en todo el mundo.



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