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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO DE FORMACIÓN


Jueves 16 de septiembre de 2004

 

Señor cardenal;
queridos hermanos en el episcopado:

1. Os saludo a vosotros, que participáis en el encuentro de formación organizado por la Congregación para la evangelización de los pueblos, con el fin de ayudaros en la tarea que habéis recibido para el servicio de las Iglesias de los países de misión. Agradezco al cardenal Crescenzio Sepe, prefecto del dicasterio, las amables palabras que acaba de dirigirme en vuestro nombre, y doy las gracias a todos los que han preparado y animan esta sesión.

2. Me alegro de la vitalidad de vuestras Iglesias. En todas las culturas, están llamadas a manifestar la comunión de la única Iglesia de Cristo, con fidelidad al Magisterio. Vuestra primera preocupación consiste en ser guardianes celosos de la integridad de la fe y de la unidad de la Iglesia. Llamados a seguir a Cristo, esforzaos por acrecentar siempre la comunión con el Romano Pontífice y con los demás obispos, especialmente en el seno de la misma Conferencia episcopal y de la misma provincia eclesiástica (cf. Pastores gregis, 22).

3. Sed modelos para el pueblo cristiano, sacando de un itinerario espiritual, de una intensa vida sacramental y de la formación permanente la fuerza para ser servidores del Evangelio. En la exhortación apostólica postsinodal Pastores gregis señalé que el ministerio de santificación de los obispos está ordenado a la santidad del pueblo de Dios, y añadí:  "En su ministerio, (el obispo) debe promover incansablemente una auténtica pastoral y pedagogía de la santidad" (n. 41).

Para guiar al pueblo de los creyentes hacia la verdadera santidad y manifestar la esperanza cristiana, cada uno de vosotros ha de hacer suya la perspectiva de san Pablo:  "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es, más bien, un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Co 9, 16).

4. Queridos hermanos en el episcopado, dentro de algunos días volveréis a vuestras comunidades, con mucha frecuencia probadas. Aseguradles la oración del Papa por sus intenciones y su cercanía afectuosa. Decid a los sacerdotes que la Iglesia cuenta con ellos para que sean testigos con la palabra y con toda su vida. La Virgen María, Reina de las misiones, os ayude en el servicio que se os ha confiado. A todos vosotros, a vuestras diócesis así como a los organizadores de esta sesión de formación, imparto de buen grado una particular bendición apostólica.



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