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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE TANZANIA EN VISITA "AD LIMINA"


Viernes 11 de marzo de 2005

 

Queridos hermanos en el episcopado: 

1. Lamento no poder recibiros esta vez en el Vaticano, pero os doy de buen grado la bienvenida a vosotros, pastores de la Iglesia en Tanzania, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. Os saludo a todos desde el hospital policlínico Gemelli, donde ofrezco mis oraciones y sufrimientos por vosotros, a los que durante estos días me siento especialmente cercano. Al dirigirme a vosotros por primera vez en este nuevo milenio, teniendo en cuenta vuestras relaciones quinquenales, deseo tratar con vosotros sobre tres partes integrantes de vuestro ministerio pastoral:  la solicitud por la familia, la solicitud por el clero y la solicitud por el bien común de la sociedad en vuestra región.

2. El mundo puede aprender mucho del elevado valor que encierra la familia como elemento fundamental de la sociedad africana. Hoy la Iglesia está llamada a dar una prioridad especial a la solicitud pastoral por la familia, a causa de los grandes cambios culturales que se están produciendo en el mundo moderno. Las nuevas ideas y los nuevos estilos de vida que se proponen deben valorarse cuidadosamente a la luz del Evangelio, para preservar los valores esenciales para la salud y el bienestar de la sociedad (cf. Ecclesia in Africa, 80). Por ejemplo, es preciso oponerse a la práctica injusta de asociar programas de asistencia económica a la promoción de la esterilización y la anticoncepción. Esos programas son "afrentas a la dignidad de la persona y de la familia" (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 234) y amenazan con minar la auténtica concepción cristiana de la naturaleza y la finalidad del matrimonio.

Según el designio del Creador, el vínculo sagrado del matrimonio simboliza la alianza nueva y eterna sellada con la sangre de Cristo (cf. Familiaris consortio, 13). Uno e indisoluble por su misma naturaleza, tiene que permanecer abierto a la generación de nueva vida, mediante la cual los esposos cooperan en la obra creadora de Dios. Como auténticos maestros de la fe, seguid proclamando estos principios, construyendo la Iglesia en vuestro país como familia de Dios (cf. Ecclesia in Africa, 92). Sólo así se pueden poner cimientos sólidos para el futuro de la sociedad africana y también para el de la Iglesia local.

La promoción de los auténticos valores familiares es aún más urgente a causa del terrible azote del sida, que aflige a vuestro país y, en gran medida, al continente africano. La fidelidad dentro del matrimonio y la abstinencia fuera de él son los únicos medios seguros para limitar la ulterior difusión de la infección. Comunicar este mensaje debe ser un elemento clave en la respuesta de la Iglesia a la epidemia. Me entristece especialmente pensar en los muchos miles de niños que han quedado huérfanos a consecuencia de este virus despiadado. La Iglesia desempeña un papel vital al brindar la asistencia y la compasión necesarias para estas víctimas inocentes, privadas trágicamente del amor de sus padres.

3. Los principales colaboradores del obispo en el cumplimiento de su misión son los sacerdotes de la diócesis, para quienes el obispo está llamado a ser padre, hermano y amigo (cf. Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, n. 76). Ayudándoles a crecer en santidad y en el compromiso sincero de seguir a Cristo, tratad de suscitar en ellos un genuino anhelo del reino de Dios. Seguid alentándolos en sus cualidades, sosteniéndolos en sus dificultades y formándolos para afrontar las exigencias actuales de la vida sacerdotal. Sé que apreciáis la importancia de la formación sacerdotal y la necesidad de dedicar a esta tarea a vuestros mejores sacerdotes. Sin descuidar los aspectos intelectuales y pastorales de la formación, os pido que veléis siempre en especial por la formación espiritual. Sólo un compromiso con la oración, arraigado en una comprensión madura de la configuración personal del sacerdote con Cristo, le permitirá poner en práctica la generosa entrega de sí en la caridad pastoral a la que está llamado (cf. Pastores dabo vobis, 23). De igual modo, al asegurar que todos los sacerdotes reciban una adecuada formación permanente, les ayudáis a "reavivar el carisma de Dios que está en ellos por la imposición de las manos" (cf. 2 Tm 1, 6).

4. Como Conferencia episcopal, ya habéis dado importantes pasos para combatir las privaciones materiales que afligen a tantas personas de vuestro pueblo. El éxito de vuestra iniciativa al organizar el Foro internacional de 2002 se pone claramente de manifiesto en la intención declarada del Gobierno de usar sus conclusiones para formular la política pública. Esta cooperación entre la Iglesia y el Estado en asuntos de gran interés social es digna de elogio, y es de desear que otros sigan el ejemplo que habéis dado en esta área. Confío en que sigáis insistiendo para obtener medidas concretas destinadas a aliviar la pobreza y a incrementar el nivel de la educación, a fin de que los pobres estén en condiciones de ayudarse a sí mismos y unos a otros.

Vuestro país ya ha contribuido de modo significativo a la construcción de la paz y la estabilidad en el este de África. Ya hablé en el pasado de la generosidad con la que habéis dado vivienda a miles de refugiados que huían de la persecución en sus países (cf. Discurso al embajador de Tanzania ante la Santa Sede, 11 de enero de 1997), y os exhorto a seguir extendiendo, a ejemplo de Cristo, esta acogida a vuestros hermanos y hermanas que sufren. De este modo, demostráis ser verdaderos prójimos de ellos. Uno de los desafíos para el futuro será mantener y fortalecer relaciones respetuosas con la comunidad musulmana, especialmente en el archipiélago de Zanzíbar. Un compromiso serio en favor del diálogo interreligioso y una firme decisión de trabajar juntos para afrontar los problemas sociales y económicos de vuestro país serán para otras naciones un ejemplo luminoso de la armonía que debe existir siempre entre los diversos grupos étnicos y religiosos.

5. Queridos hermanos en el episcopado, mirando al futuro con confianza, implorad la asistencia del Espíritu Santo sobre los preparativos de la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, a fin de que las alegrías y las tristezas, los dolores y las esperanzas de la gente de vuestro continente encuentren eco en el corazón de todos los que siguen a Cristo (cf. Gaudium et spes, 1). Tratad siempre de evangelizar la cultura de vuestro pueblo, de modo que Cristo hable desde el corazón de vuestras Iglesias locales con una voz verdaderamente africana.

Ruego para que este Año de la Eucaristía sea para vosotros "una excelente ocasión para tomar conciencia del tesoro incomparable que Cristo ha confiado a su Iglesia" (Mane nobiscum Domine, 29). Encomendándoos a vosotros y a vuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y  fieles laicos a la intercesión de María, Estrella de la evangelización, os imparto de corazón mi bendición apostólica como prenda de gracia y fortaleza en su Hijo, nuestro  Señor y Salvador Jesucristo.

Hospital policlínico Gemelli, 11 de marzo de 2005.

 



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