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VIAJE APOSTÓLICO  A RÍO DE JANEIRO

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS COMIT
ÉS QUE ORGANIZARON
EL ENCUENTRO CON LAS FAMILIAS

5 de octubre de 1997

   

Señores cardenales; 
queridos hermanos en el episcopado; 
amadísimos hermanos y hermanas:

Antes de regresar a Roma, he querido tener este encuentro de despedida para dar las gracias a los miembros de la Comisión organizadora eclesiástica y del Gobierno del Estado de Río de Janeiro, que con tanta diligencia han preparado la celebración del Encuentro mundial de las familias. Mi felicitación y mi gratitud van también a todos los amigos y bienhechores que han contribuido generosamente, con su tiempo y sus medios, al pleno éxito de este gran acontecimiento, y en particular al personal que estuvo de servicio en la Residencia de Sumaré. ¡Que Dios se lo pague!

Hago votos para que se perpetúen los ideales y los frutos del Congreso teológico-pastoral sobre la familia. Pido a Dios que la vivencia responsable, en este «santuario de la vida» (Evangelium vitae, 6) que es precisamente la familia, del dinamismo que de ella deriva y de las exigencias de totalidad, unicidad, fidelidad y fecundidad (cf. Humanae vitae, 9) que impone, constituya un estímulo y una fuerza constante que haga surgir una nueva aurora de santidad en el ámbito de la familia cristiana.

Deseo saludar también a los señores obispos aquí presentes, representantes de la «Red Vida» de televisión, y animarlos a proseguir en esta obra de apostolado al servicio de la vida y del hombre. Me congratulo con mons. Antônio Maria Mucciolo, arzobispo de Botucatu, por esta valiente iniciativa —conocida como el «canal de la familia», ya en su segundo año de vida—, y con sus más directos colaboradores, haciendo votos para que esta emisora católica de televisión sea siempre un instrumento válido de evangelización y un testimonio eficaz de la presencia de la Iglesia en Brasil. Que Dios bendiga a todos los dirigentes y funcionarios del Instituto brasileño para las comunicaciones cristianas.

Por último, deseo animar a todos a proseguir con empeño en el esfuerzo por evangelizar a la sociedad y a la familia, y que en él os alienten los resultados obtenidos hasta hoy y la bendición apostólica, que de todo corazón os imparto.

  



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