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 JUAN PABLO II

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA
EN EL AEROPUERTO INTERNACIONAL DE TBILISI


 lunes, 8 de noviembre de 1999 

   

Señor presidente,
Santidad,
distinguidos huéspedes,
queridos hermanos y hermanas:

 
1. Durante años, he deseado venir a esta amada tierra, especialmente desde las visitas al Vaticano de usted, Santidad, y de usted, señor presidente. Desde entonces, haciendo  mías las palabras del apóstol san Pablo, "quería ardientemente volver a veros" (1 Ts 2, 17) en vuestra tierra, y Dios ha escuchado mi oración. A él, el único "santo, fuerte e inmortal" (cf. Trisagio) le doy gracias y lo bendigo.

Le agradezco, señor presidente, la invitación a venir a Georgia, todo lo que ha hecho personalmente para que pudiera llevarse a cabo esta visita y las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre del Gobierno y de todo el pueblo georgiano.

Le doy las gracias, Santidad, Catholicós patriarca, porque sin su ayuda fraterna no estaría aquí visitando la Iglesia que preside, saludándolo a usted y a los miembros del Santo Sínodo en la paz de Cristo, y rindiendo homenaje al gran testimonio cristiano que ha dado su Iglesia en el decurso de los siglos. Vengo también con la convicción de que, en vísperas del tercer milenio de la era cristiana, debemos tratar de construir nuevos puentes, para que con un solo corazón y una sola alma los cristianos podamos proclamar juntos el Evangelio al mundo.

"Con afecto fraterno" (Rm 12, 10), saludo a monseñor Giuseppe Pasotto y a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos católicos de los ritos latino, armenio y siro-caldeo. Vengo a orar con mis hermanos y hermanas católicos para dar gracias a Dios por su perseverancia pasada y por su esperanza actual.

2. Al visitar por primera vez Georgia, estoy profundamente conmovido por la larga y gloriosa historia del cristianismo en esta tierra, que se remonta a la predicación de santa Nina, a comienzos del siglo IV, y al reino de Vakhtang Gorgasali, al final del siglo V. Desde entonces, el cristianismo se ha convertido en semilla del sucesivo florecimiento de la cultura georgiana, especialmente en los monasterios. La Iglesia ha llegado a ser custodia de la identidad de la nación, tan a menudo amenazada. Muchas veces Georgia ha sido invadida y desmembrada, pero su identidad y su unidad han sobrevivido hasta hoy. Eso atestigua no sólo la gran tenacidad del pueblo georgiano, sino también la vitalidad inagotable del Evangelio en esta tierra, pues en los períodos más turbulentos la auténtica ancla de Georgia ha sido su fe en Jesucristo.

Situada entre Oriente y Occidente, la Iglesia en Georgia siempre ha estado abierta a los contactos con otros pueblos cristianos. A veces, los vínculos entre la Iglesia georgiana y la Sede de Roma han sido profundos y fuertes; y, aunque en otras ocasiones haya habido tensiones, nunca ha faltado completamente la conciencia de nuestra vocación cristiana común. Ahora, mi presencia entre vosotros es un signo de cuán profundamente la Iglesia católica desea promover la comunión con la Iglesia georgiana, para responder a la oración que Cristo hizo, en la víspera de su muerte, por la unidad de todos sus discípulos (cf. Jn 17, 23).

3. El cristianismo ha contribuido en gran medida al pasado de Georgia, y debe contribuir también a su futuro. Mañana se celebra el décimo aniversario de la caída del muro de Berlín, resultado de circunstancias extraordinarias, en las que usted, señor presidente, desempeñó un papel decisivo; ese acontecimiento abrió simbólicamente una nueva era en la vida de muchos países. Una ideología atea había tratado, en vano, de debilitar o incluso eliminar de esta tierra la fe religiosa de su pueblo. Los seguidores de todas las religiones sufrieron a causa de una grave hostilidad. Hoy debemos admirar y agradecer el testimonio de su perseverancia.

La recuperación de la independencia de Georgia, en 1991, fue un gran paso hacia adelante. Ahora, la tarea consiste en estabilizar la paz en esta región, promover la armonía y la cooperación, y garantizar que la libertad lleve a un nuevo florecimiento cultural, sacando fuerza de vuestro pasado cristiano y construyendo una sociedad digna de esta noble nación.

Algunas nubes se ciernen aún sobre Georgia, mientras trata de llevar a cabo su reconstrucción, tanto material como espiritual.

Sin embargo, se pueden aplicar las palabras de la Escritura:  "Ha pasado ya el invierno; han cesado las lluvias y se han ido" (Ct 2, 11). Ahora es tiempo de sembrar la nueva semilla. Quiera Dios que, en el alba del nuevo milenio, dejando atrás el dolor del pasado, Georgia pueda decir con las palabras del Cantar de los cantares:  "Aparecen las flores en la tierra; el tiempo de las canciones ha llegado; se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola" (Ct 2, 12). O, con palabras del gran poeta georgiano Shota Rustavéli:  "Que las cosas buenas sean compartidas, como copos de nieve en invierno; que los huérfanos, las viudas y los pobres reciban riqueza y consuelo (...); que reine la armonía; que la cabra y el lobo coman uno al lado del otro".

Señor presidente, Santidad, que "Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar" (Ef 3, 20) conceda a Georgia ese futuro.
Dios bendiga esta tierra con armonía, paz y prosperidad.

    



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