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JUAN PABLO II

ENCUENTRO CON EL PATRIARCA Y EL SANTO SÍNODO

Tbilisi, Catedral Patriarcal de Svetitskhoveli
8 de noviembre de 1999

 


 

"Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1, 3).


Santidad y Beatitud: 

1. Este momento es realmente para mí una verdadera bendición de Dios todopoderoso, fuente de nuestro consuelo y esperanza, pues me brinda la oportunidad de saludar al Catholicós patriarca y al Santo Sínodo de la Iglesia apostólica en Georgia, aquí, en la catedral patriarcal de Svetitskhoveli. Este histórico edificio es un símbolo de la Iglesia en Georgia, y en el curso de los siglos ha sido un refugio de fuerza espiritual para la nación en todas las circunstancia, tanto felices como tristes.
El significado del edificio material consiste en que nos habla de la realidad superior que es la "edificación de Dios" (1 Co 3, 9), "construida con piedras vivas" (cf. 1 P 2, 5). Aquí se celebra la sagrada liturgia, en la cual la Iglesia peregrina en la tierra expresa el vínculo espiritual que la une con la Iglesia celestial mediante la comunión de los santos. Las piedras y los iconos sagrados de esta catedral patriarcal nos hablan de los santos y los mártires de esta tierra, que están gozando de la compañía de María, la gran Madre de Dios, y de todos los hombres y mujeres santos en el cielo.
En efecto, según la fe ininterrumpida de la Iglesia, la unión entre los que aún peregrinan en la tierra y los que ya duermen en la paz de Cristo se refuerza constantemente mediante un intercambio de dones espirituales. Gracias a la solicitud fraterna de los santos en el cielo, recibimos ayuda en nuestra debilidad (cf. Lumen gentium, 49).

2. Santidad, me vienen a la mente las palabras de la carta a los Hebreos:  "Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone" (Hb 12, 1). No podemos dudar de que el camino que se abre ante la Iglesia al alba del tercer milenio consiste en la proclamación de Jesucristo, el Salvador, a los hombres y mujeres de hoy, con el mismo fervor y la misma convicción de los grandes evangelizadores del pasado. Damos gracias a Dios porque la Iglesia en Georgia ha seguido predicando, a lo largo de los siglos, la buena nueva con fe firme y probada fidelidad.
El Señor guía la historia humana, y nos enseña a interpretarla. Hoy se abren por doquier nuevos horizontes para los cristianos, y el Espíritu Santo nos impulsa, en particular, a escuchar la súplica de Cristo mismo:  "Que ellos también sean uno (...), para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). Ese futuro nunca será únicamente el resultado de nuestro trabajo; será un gran don y una gracia de Dios.

3. Por eso, encomiendo con fervor el futuro  de  nuestras respectivas Iglesias a  la  gloriosa siempre Virgen María, a su esposo san José, a san Andrés y a todos los santos Apóstoles, a todos los mártires y santos.
Que los cirios que han iluminado esta tarde sean un símbolo y una prenda de nuestro esfuerzo común por permitir que Cristo ilumine el sendero que se abre ante nosotros, disipando las tinieblas y la oscuridad, y mostrándonos el camino hacia un futuro más luminoso.
La santa Madre de Dios, protectora de Georgia, que por obra del Espíritu Santo dio al Autor de la vida al mundo, reúna bajo su manto de amor a la Iglesia en Georgia. Que guíe a Su Santidad y a sus hermanos en el episcopado en la misión de guiar al pueblo encomendado a su cuidado, para que responda con renovada fidelidad a Dios, que nos llama a ser santos como él (cf. Lv 19, 2; Mt 5, 48).

Al Padre de toda consolación le encomiendo esta hermosa tierra, para que, gracias a un redescubrimiento de su herencia cristiana, Georgia crezca en armonía y prosperidad, para la felicidad de su pueblo y para una estabilidad, cooperación y paz mayores en toda la región.

  



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