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CARTA APOSTÓLICA
CELEBRANDI CONCILII ŒCUMENICI*
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN XXIII
PARA PEDIR ORACIONES,
EN LA FIESTA DE PENTECOSTÉS,
POR EL CONCILIO ECUMÉNICO

A los venerables Hermanos
Patriarcas, Primados,
Arzobispos, Obispos
y demás Ordinarios
en paz y comunión con la Sede Apostólica

 

Venerables Hermanos,
Salud y Bendición Apostólica.

Desde que nos propusimos celebrar el Concilio Ecuménico elevamos cada día súplicas a Dios que derramase la abundancia de sus misericordias sobre la Iglesia y sus Pastores. En efecto, el Concilio es una obra grandiosa para la cual no son suficientes las fuerzas humanas; obtiene su eficacia de nuestro Redentor, el cual dirigiéndose amablemente a los Apóstoles les prometió que había pedido al Padre les enviase otro Paráclito, el Espíritu de verdad: "Él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho" (Io. 14, 26).

Por este motivo os hemos exhortado con frecuencia a vosotros, venerables hermanos, y a todos los fieles, particularmente a los candidatos al sacerdocio, a los niños, a los enfermos, para que, con fervientes súplicas y sacrificios ofrecidos al Señor, alcanzásemos el auxilio y la gracia del Dios Omnipotente.

Con ánimo alegre hemos comprobado las muestras de la ayuda divina y de vuestro celo. Lo que anunciamos con dulce esperanza en el Cenobio de la Basílica Ostiense se está cumpliendo de modo tan elevado y digno que despierta la admiración y el aplauso concorde los Cardenales y del Episcopado, y llena de santa alegría a la piadosa grey de los fieles de todo el mundo.

Pues lo que parecía una insignificante semilla se ha convertido en un árbol frondoso de flores y frutos, rico en promesas para honra de la Iglesia.

Cantemos eternamente las misericordias del Señor y démosle humildemente gracias porque con su generosa ayuda ha favorecido tan gran empresa.

Puesto que se intensifican los trabajos preparatorios del Concilio y se hace más urgente la necesidad de renovar las oraciones, deseamos, venerables hermanos, que la próxima fiesta de Pentecostés vaya precedida —como es costumbre— de una solemne novena de súplicas y se celebre en toda la Iglesia, en unión con Nos, con fervientes plegarias al Espíritu Santo para que asista de modo especial a aquellos que prestan su activa cooperación en la preparación del Concilio. Que el Divino Paráclito, fuente viva, fuego y caridad, ilumine sus mentes y les colme de la gracia de lo alto.

Invóquese la poderosa intercesión de la Virgen María, Madre de Dios, que es Madre de la gracia y celestial Patrona del Concilio; invóquese el patrocinio de San José, su castísimo esposo, a cuya protección confiamos ha poco el Concilio.

Queriendo añadir solemnidad a esta súplica solemne, Nos mismo, en la próxima fiesta de Pentecostés y en la Basílica de San Pedro, que será la sede del Concilio, consagraremos algunos Obispos destinados a predicar el Evangelio en países lejanos.

Deseamos, además, se incrementen y multipliquen las iniciativas que se estimen oportunas para explicar a los fieles la importancia y fines del próximo Concilio Ecuménico.

Esperamos vivamente, venerables hermanos, que Dios Omnipotente y los celestiales Patronos escuchen nuestras súplicas y la Iglesia, brillando en todo su esplendor, ofrezca a todo el mundo aun admirable espectáculo de unidad, verdad y caridad que atraiga a todos aquellos que todavía están fuera de su seno ma­ternal.

Apoyados en esta confianza impartimos de toda corazón a vosotros, venerables hermanos, y a la grey confiada a cada uno, la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de abril de 1961, tercer año de nuestro Pontificado.

IOANNES PP. XXIII

 


* AAS 53 (1961) 241-242;  Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 783-785.



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