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 CARTA DEL PAPA JUAN XXIII
AL II CONGRESO NACIONAL DE LA FAMILIA ESPAÑOLA

 

Al dirigirnos al II Congreso Nacional de la Familia Española satisfacemos gustosamente con ello el deseo expresado por sus organizadores y al mismo tiempo aprovechamos la oportunidad para enviar una palabra de complacencia a cuantos en estas reuniones se ocupan de conservar y abrillantar en su más pura esencia tradicional y cristiana la institución familiar en España.

Muy dentro de nuestro corazón llevamos cuanto significa defender la santidad de la familia, sus derechos, sus altos destinos en calidad de células fundamentales y estructura básica de la comunidad humana. En la doctrina y en la acción constante de veinte siglos de su historia, abundan los testimonios del interés de la Iglesia, como custodio del derecho natural y ejecutora de la voluntad de Cristo, quien al matrimonio cristiano elevó a la dignidad de Sacramento.

Los valores que aseguran a la familia el orden, la unidad y permanencia, la salud, la felicidad, por ser elemento del bien común, no pueden ser menospreciados, dentro de un orden social y político que a su vez se edifica sobre ella y, respetando sus fines peculiares, la tutela como sociedad natural de la convivencia humana anterior a otra cualquiera.

Es para Nos motivo de particular consuelo cuanto en España se hace al respecto, ya en el campo legislativo, ya en el terreno práctico; y esto mismo abre nuestra alma a la esperanza ante la irrupción de fuerzas nuevas que, resultantes del continuo fluir de las costumbres, se mueven en el día de hoy en torno al modo de vida familiar, poniendo unas veces en peligro su sano sentido tradicional y otras portando frescas corrientes de renovación vital. Aprovechar y encauzar debidamente cuanto entraña nuevo brío y vigor y desplazar todo aquello que implica perturbación a la recta constitución y desenvolvimiento de la vida familiar es una responsabilidad que con el poder público comparte el simple cristiano dentro de su esfera de influjo social.

En los tiempos actuales, no menos que en el pasado, han de ser estimadas por las familias cristianas la oración en común, la santificación de las fiestas, la comunión eucarística, como ayudas poderosas a la vida familiar. Si hoy se abren nuevos horizontes a la actividad de la mujer fuera de casa, que esto no ceda en menoscabo de su función primaria de madre y de educadora; que no sufra con ello su misión de centro afectivo del hogar.

Para la salvaguardia de los valores morales de la familia es condición previa una profunda formación cristiana en el hombre y en la mujer que a ella van. Muy importante es, por tanto, hacer asequibles a la juventud en el ámbito social los medios formativos adecuados a través de los cuales pueda conocer el origen divino y la santidad del matrimonio y adquiera la reflexión que debe presidir la elección de consorte y la trascendencia de las responsabilidades futuras. La institución familiar en la educación de los hijos es siempre de capital importancia y debe ésta encontrar, para su mejor cumplimiento, toda clase de estímulo de parte de las instituciones docentes.

En los dos viajes que felizmente hemos realizado a España, visitando en piadosa peregrinación sus célebres santuarios, hemos recibido la grata impresión, alentadora y edificante, de tantos y tantos hijitos que son ornamento de las familias de esta noble tierra, con la inocencia dibujada en sus ojos y la serenidad en sus rostros. Y hemos percibido por Nos mismo la fragancia de las virtudes en que tan rico está el hogar español, sementera de vocaciones sacerdotales y religiosas, firme baluarte de valores morales. Que éstos resplandezcan y se vigoricen cada día más, siempre a tono con el sentir tradicional de ese pueblo a Nos tan querido. A todo él, y muy en particular a las autoridades y participantes en el II Congreso Nacional de la Familia Española, enviamos, en prenda de copiosos dones del cielo, una especial bendición apostólica.

El Vaticano, 14 de junio de 1961.

IOANNES PP. XXIII

 

 



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