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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE EL CULTO
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 

Con vivo consuelo de Nuestra alma hemos tenido noticia del Primer Congreso Internacional sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús que se celebra en Barcelona, junto al Templo Expiatorio del Tibidabo, en estos días que conmemoran unas fechas jubilares tan estrechamente unidas a la historia de ese Santuario: han pasado cincuenta años desde que comenzó a propagarse por toda España la idea del Templo Nacional Expiatorio encomendada a la fiel y vigilante custodia de los beneméritos hijos de San Juan Bosco cuya venida a la Ciudad Condal, hace setenta y cinco años, vinculó la cumbre del Tibidabo a un recinto sagrado de gloria divina.

A cuartos han participado en estas jornadas de estudio y de piedad, Nos complacemos en manifestarles Nuestro testimonio de paternal benevolencia junto con el ardiente deseo de que las conclusiones trazadas por los notables especialistas en los temas doctrinales y pastorales analizados, contribuyan eficazmente a que cada día se difunda más el culto al Sagrado Corazón de Jesús con la intensidad, profundidad y seriedad que a tan preciosa devoción corresponden.

El Templo Expiatorio en Barcelona, como el Cerro de los Ángeles en Madrid y el Santuario de la Gran Promesa en Valladolid, son jalones gloriosos que se alzan en el suelo del querido pueblo español expresando sus sentimientos de amor y de reparación para con el Corazón de Jesús "ut illi devotum pietatis nostrae praestantes obsequium dignae quoque satisfaccionis exhibeamus officium" (Oración de la Misa de su fiesta). Testigos son esos lugares de los raudales de misericordia y de gracia que el Señor derrama y de cuantas personas encuentran un remanso de paz y un refugio de salvación respondiendo a la llamada dulce de "venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré" (Mt. 11, 28). ¡Que este fluir de almas hacia el Corazón de Jesús, liberal con todos los que lo invocan, fuente de vida y de consuelo, continúe siempre ininterrumpido en esos Santuarios!

El ideario del Tibidabo: la expiación por el sacrificio, pronto atravesó las fronteras de la tierra hispana y muchas son las Naciones que ahí dejaron sus emblemas doblegados, en actitud de supremo homenaje, ante el Rey pacífico de los pueblos. Al imaginarnos, desde la colina Vaticana, esa cumbre hoy más enaltecida por1a suntuosa estatua del Corazón de Jesús que domina las avenidas barcelonesas y el valle del industrioso Llobregat, que abre sus brazos proyectados hacia el Mare  Nostrum Nos viene espontánea a la mente la profecía del salmista: "dominabitutr a mari usque ad mare et a flumine usque ad terminos orbis terrarum" (Ps. 71, 8). Y Nos parece escuchar el mensaje de  amor y de fraternidad universales que en la ribera oriental del Mediterráneo brotó de quien, manso y humilde, amó a los hombres hasta el fin invitándolos a seguirlo para que decididamente hallasen los verdaderos valores y las bienaventuranzas de la vida.

Cómo no recordar aquellas primitivas cristiandades que un día asomaron sus templos al mismo azul mediterráneo, inflamadas por el discípulo testigo del Corazón abierto por la lanzada, surcadas por el apóstol intrépido de las inescrutables riquezas de Cristo y que, dirigiéndose a los fieles de Éfeso, oraba a Dios "de quien procede toda familia en los cielos y en la tierra, para que, según los ricos tesoros de su gloria, os conceda ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu, que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, y arraigados y fundados en la caridad, podáis comprender en unión con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Eph. 3, 15-19).

Esta misma petición la confiamos a vuestras plegarias y la dejamos en el Altar de ese Templo, mientras se prepara el Concilio Ecuménico Vaticano II: que la paternidad de Dios sea reconocida y vivida por todas las gentes; que more Cristo en los corazones corroborados en virtud por el Espíritu Santo; que con una caridad firmemente enraizada se contribuya a que llegue a todos los meridianos lo sublime y lo profundo del misterio de la caridad de Cristo para que se instaure completamente su reinado "de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz" (Prefacio de la Misa de Cristo Rey).

Y mientras anhelamos que el Tibidabo sea siempre un centro de gloria y de imperio espiritual desde donde el Sagrado Corazón de Jesús continúe derramando, efusivamente sus dones sobre España y el mundo entero —"sedebit Dominus Rex in aeternum; Dominus virtutem populo sus dabit" (Ps. 28, 10-11)—, nos complacemos en otorgar a ti, Nuestro amadísimo Cardenal Consagrante de ese Templo, a Nuestros Hermanos en el Episcopado ahí congregados, a las Autoridades, a la Comunidad Salesiana, al Clero y fieles presentes una especial Bendición Apostólica,

Del Vaticano, 28 de octubre de 1961.

JOANNES XXIII



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