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DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIII
EN LA FACULTAD DE MEDICINA
DE LA UNIVERSIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
*

Domingo 5 de noviembre de 1961

 

Amados hijos:

Con mucho gusto hemos aceptado el entrar el primero por el dintel de la Casa Romana de la Universidad Católica de Estudios del Sacratísimo Corazón de Jesús. Con una suave emoción hemos hecho esto; hemos abierto la puerta y hemos pasado al vestíbulo, mientras evocamos los antiguos recuerdos de tiempos pasados, íntimamente unidos con nuestros predecesores, es decir, Pío XI y Pío XII, quienes tan profundamente amaron el gran Ateneo de los católicos italianos; acto éste al que se ha dado una fuerza significativa. Este es un testimonio perdurable de amor paternal; que sea augurio de prosperidad cristiana.

Damos, pues, sumas gracias a Dios, que nos concede el inaugurar hoy la cátedra de la enseñanza de Medicina construida en Roma en el monte Mario, renuevo de la célebre Universidad Católica Mediolanense. Alegre contemplamos sus principios, más contentos hemos saludado sus aumentos; y cuando era trasladado el Sacramento Eucarístico de su antigua sede a la nueva, con solemne ceremonial —dulce recuerdo—, intervinimos en la solemne función religiosa, ejerciendo entonces el cargo de delegado apostólico en Bulgaria.

¡Cuántos años han pasado desde entonces! Sucedió, por fin, por obra de una espléndida y liberal empresa, el llegar a su efecto íntegramente el proyecto que Agustín Gemelli había planeado con tenaz constancia. Fue, ciertamente, médico, y aunque habiendo hecho profesión religiosa había dejado de ejercer la Medicina, fue durante todo el tiempo amigo de médicos y amó mucho este egregio arte, sospechando que el verdadero remate de su obra estaba allí, donde, al realizarse sus progresos, los iluminaría una fe más sólida, donde la sabiduría cristiana, más preclara de día en día, haría más insigne la ciencia adquirida.

Pues bien, desde nuestro corazón hacemos votos de prosperidad. Florezca esta escuela de las disciplinas médicas en progreso y gloria; tome empuje todo lo que sea elevado, puro, hermoso; que eduque a muchos y que logre muchos cultivadores de la saludable ciencia. Bienaventurada Virgen María, trono de la sabiduría, salud de los enfermos, celeste patrona, auxiliadora indefectible, vuelve tus misericordiosos ojos a esta mansión que es tuya; defiéndelo con tu maternal protección.

 


*  Discorsi, messaggi, colloqui, vol. IV, págs. 33-34.

 

 



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