Index   Back Top Print

[ ES  - IT ]

ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN XXIII
A LA FEDERACIÓN DEL CLERO ITALIANO
*

Viernes 10 de noviembre de 1961

 

Señor cardenal,
queridos hijos:

Grande es el consuelo que los fieles y las instituciones de todo el mundo nos proporcionan en las repetidas reuniones de nuestras jornadas apostólicas. Pero es muy particular, verdaderamente, la emoción que hoy, vosotros, ofrecéis a nuestro corazón, queridos hijos sacerdotes. En vosotros resplandece el carácter de los ministros de Dios, por el cual habéis sido constituidos colaboradores preciosos e insustituibles de los obispos. Esto manda decir el Pontifical Romano en el rito de la ordenación: "Cooperatores ordinis nostri". Hoy queremos hacer nuestras las palabras de San León Magno, las cuales nos han proporcionado viva consolación y edificación durante nuestra preparación a las últimas festividades. Pues bien, queridos hijos, os las repetimos para animaros y confortaros: "Cum hanc venerabilium consacerdotum meorum splendidissimam frequentiam video, angelicum nobis in tot sanctis sentio interesse conventum" (Serm. de Natali eiusdem II; PL 54, 143).

Os saludamos, pues, con esta luz del cielo que se abre en nuestra reunión.

Reunidos en Roma para el XVI Congreso de la Federación Nacional del Clero Italiano, hemos sabido con viva satisfacción que, junto a los problemas de carácter social y organizativo, habéis querido colocar en primer lugar la finalidad más alta de la asociación. Porque el fin de ésta es "la asistencia moral, social, económica y cultural del clero", queréis, ante todo, que ella os ayude a ser fieles al espíritu de la vida sacerdotal, que es lo mismo que decir: leal obediencia al obispo, cooperación amistosa con sus directrices, entrega completa a las almas y hermandad de entendimientos y de afectos con los hermanos sacerdotes.

Esto nos alegra íntimamente, porque es una nueva confirmación de la variedad de cualidades en pensamientos y afectos que adornan a nuestros queridos sacerdotes y edifican y alegran al pueblo cristiano.

Es justo que el clero se una en federaciones para ponerse a tono con las exigencias de los tiempos y proporcionarse ayuda mutua en las necesidades de índole temporal y social; es sumamente ventajoso que éste se defienda de los peligros del aislamiento y la soledad; es necesario, aún más, que estas preocupaciones se consideran a la luz de su dignidad altísima y única y animadas por la estima, cada vez más consciente, de su sacerdocio. La aspiración de nuestro corazón es que los sacerdotes sean santos; ya lo hemos expresado en los paternales coloquios del sínodo romano: "La persona del sacerdote es sagrada...; su tarea, primera y principalmente, es ofrecerse como hostia inmaculada para completar la obra de Cristo Redentor del género humano...; este carácter de consagración aumenta en dignidad cuando se le añade el poder conferido al sacerdocio de perdonar los pecados. Así, pues, es natural que este ofrecimiento divino y este ejercicio de misericordia... sea lo más agradable a Dios, cuanto más inocente, puro e inmaculado, apartado del pecado y elevado al cielo se encuentre el sacerdote que con Jesús se ofrece y en nombre de Dios absuelve".

Vuestra presencia aquí, vuestra unidad alegre, los propósitos formulados durante los días del Congreso, nos indican que estas palabras encuentran en vuestro corazón un eco de fervorosa correspondencia. Continuad, queridos hijos, por el camino comenzado en la fidelidad generosa a los ideales sacerdotales, respuesta gozosa a la llamada de la primera juventud.

Estamos junto a vosotros con la oración y con el apoyo paterno y comprensivo a todas vuestras necesidades. De esta efusión de sentimientos invocamos sobre vosotros, sobre vuestros seres queridos, sobre las almas a vos confiadas, la bendición apostólica.

 


*  Discorsi, messaggi, colloqui, vol. IV, págs. 44-46.

 

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana