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PABLO VI

ÁNGELUS

Domingo 4 de junio de 1978

 

Debemos recordar también la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que ha penetrado tanto en la reflexión de las almas fieles hasta el punto de asumir importancia casi de síntesis de nuestras relaciones religiosas con aquel Cristo cuyos misterios de presencia en el mundo el año litúrgico nos ha enseñado a conocer, imitar y amar.

Todo se resume en dos aspectos de dichas relaciones, dos aspectos del amor. En efecto, esta palabra "amor" nos da la clave para resumir en primer lugar todo lo que nosotros debemos a Jesucristo; de nuevo es San Pablo quien nos lo dice todo de El, de nuestro Hermano divino, nuestro modelo y maestro, nuestro Salvador: "El, me amó (me amó a mí; esta intencionalidad personal directa será fuente inagotable de religión, de devoción, de sentimiento espiritual); El me amó y se entregó por mí'' (Gál 2, 20; cf Rom 8, 57; Ef 2, 4). El descubrimiento de que existe una bondad preveniente, orientada hacia la persona humana, que se entrega a sí misma hasta el extremo (Jn 13, 1; 2 Tim 2, 15; etc.), parece dar la razón a la imagen del corazón, símbolo del amor divino y humano, con la cual se ha representado Cristo para nosotros.

Y en segundo lugar, cuál debería ser la actitud perfecta que nos una a Cristo; y es la actitud de nuestro pobre amor, débil amor, infiel no pocas veces, pero expresión siempre de la totalidad que debemos y podemos ofrecer nosotros a Cristo: otra vez el amor. En este encuentro de corazones tiene lugar el "summum" de nuestra relación con Cristo, con Dios. Ha sido el cristianismo de los siglos últimos el que ha resumido y expresado de este modo la realidad de la religión cristiana.

Hermanos: Procuremos comprender y sepamos dejarnos vencer por este tema tan cercano y tan sublime de la religión cristiana. Ciertamente María está con nosotros.


Después del Ángelus

Dirigimos ahora un saludo especial a los alumnos de Colegios católicos que han tomado parte en la "Estafeta del amor y de la paz" y han venido a esta plaza con un ramo de olivo desde el estadio de los Mármoles. A ellos y a cuantos han tenido a bien unirse a esta empresa, renovamos la invitación a ser operadores de paz. Hijos queridísimos: Continuad proclamando y testimoniando con la lozanía de vuestro entusiasmo el deseo incontenible de paz que es ya anhelo de toda la humanidad cansada y harta de la violencia y, al mismo tiempo, testigo desconcertado y víctima horrorizada de sucesos trágicos y sangrientos. Responded a la violencia homicida y destructora con amor práctico y universal, y a la desesperación que se va difundiendo oponed una vida anclada en el Evangelio de Jesucristo "esperanza nuestra" (1 Tim 1, 1). Os acompañe siempre nuestra bendición apostólica.

 

 



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