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PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 22 de marzo de 1978

 

(Desde la ventana de su despacho)

Tampoco hoy, con gran pesar nuestro, podemos estar con vosotros en el acostumbrado encuentro semanal.

Pero os saludamos con mayor intensidad de sentimientos y os aseguramos que os llevamos a todos en el corazón, uniendo nuestra plegaria a las vuestras y a las de toda la Iglesia al unísono en esta Semana Santa.

Estamos viviendo las jornadas centrales del año litúrgico, cuando el Señor Jesús nos ofrece el testimonio supremo de su amor, sobre el que la muerte no puede prevalecer; pues, en efecto, después de la pasión, la resurrección afirma del modo más misterioso y a la vez más evidente que el amor es más fuerte que la muerte.

Precisamente ésta es la lección fecunda que se deriva de las solemnidades pascuales; el amor con que nos ha amado

El, no sólo nos abre un camino nuevo y vital de acceso al Padre, sino que nos pide hacer de él norma de vida en nuestras relaciones mutuas. La construcción de una sociedad nueva no la lleva a cabo quien sabe únicamente maquinar violencia y destrucción, sino quien actúa con entrega generosa de sí, incluso en el silencio o en el sufrimiento, a favor del prójimo. Sólo el amor edifica: ésta es la certeza absoluta que nos viene del Evangelio.

Os recordamos un deber principal para celebrar bien la Pascua: acercarse al sacramento de la penitencia acusando los pecados propios con arrepentimiento sincero y propósito de enmienda, a fin de quedar de este modo purificados para el encuentro con Cristo en la comunión. Sólo así la Pascua de Cristo será "nuestra Pascua".

Con estas ideas agradecemos a todos vosotros el obsequio y el honor de la visita que nos habéis hecho, os manifestamos nuestros deseos más cordiales de felices Pascuas y concedemos a cada uno la bendición apostólica.

 

 



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