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PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 10 de mayo de 1978

 

El encuentro semanal del Papa con los fieles y peregrinos el miércoles 10 de abril, estuvo marcado por la conmoción que embargaba el ánimo de Pablo VI y de todos los presentes a causa del horrendo crimen perpetrado en Roma el día anterior con el asesinato del distinguido estadista italiano, hon. Aldo Moro, Presidente de la Democracia Cristiana.

El Santo Padre comenzó su encuentro con la asamblea eclesial, primero en la basílica de San Pedro y, luego, en el Aula de las Audiencias.

En el templo vaticano se habían reunido con el Vicario de Cristo, a las 11 de la mañana, cuatro mil niños y niñas provenientes de varias diócesis italianas. Casi todos eran niños o niñas que habían hecho en los días anteriores la primera comunión.


Queridos niños y jóvenes:

Todos sabéis, sin duda, que ayer se perpetró aquí en Roma una acción sumamente triste, un delito horrible. Han matado vilmente al hon. Aldo Moro y lo han abandonado en un automóvil en el centro de la ciudad. Era una persona de gran autoridad, un político muy importante, un hombre de carácter bueno y sosegado.

El asesinato premeditado, calculado, llevado a cabo clandestinamente y sin piedad, ha horrorizado la ciudad y toda Italia, y ha levantado indignación y dolor en el mundo entero.

Nosotros lo conocíamos ya desde los años de su juventud, cuando estudiaba en la universidad. Era un hombre bueno y sapiente, incapaz de hacer mal a nadie; profesor muy competente, político y hombre de gobierno, persona de grandes valores, padre de familia ejemplar, y lo que más cuenta: un hombre de excelentes sentimientos religiosos, sociales y humanos.

Este delito ha sacudido el mundo de las personas honradas y toda la sociedad; es como una mancha de sangre que deshonra a nuestro país; todos hablan de ello y todos están indignados ante el hecho; y también vosotros, jóvenes y muchachos, sentís dolor y horror por este suceso.

Pues bien, hijos queridísimos y vosotros, profesores y familiares que os encontráis aquí para orar juntos serena y solemnemente, en ocasión sobre todo de la sagrada comunión de estos niños con el Señor Jesús, consolad vuestra preocupación con nosotros y ahora, al comienzo de esta breve ceremonia, recitad una oración por Aldo Moro, por su desolada familia y por toda la nación.

Luego, Pablo VI habló así a los niños:

Os saludamos, queridos niños, que esta mañana nos proporcionáis la alegría de este encuentro jubiloso; con vosotros ha entrado una oleada de juventud en las naves solemnes de este templo vetusto. El espectáculo que ofrecéis a nuestra mirada recuerda a la naturaleza en primavera: el encanto de un terreno lleno de flores de muchos colores que el ojo no se cansa de contemplar ni el ánimo de admirar. y que trae sensaciones frescas de alegría, serenidad y distensión en la paz. Estos son precisamente los sentimientos que nos brotan del alma al oír vibrar junto a nosotros el alborozo alegre de vuestro entusiasmo juvenil. Gracias, pues, por el consuelo que nos dais. Habéis venido para ver al Papa. Y, ¿qué palabra os entregará el Papa en recuerdo de este momento? Esta: que Jesús sea vuestro ideal. Que El sea el modelo que mueva vuestra vida, el Salvador a quien os asís en los momentos de debilidad y vacilación, el amigo a quien confiáis las penas, proyectos y esperanzas. Muchos de vosotros lo habéis recibido hace poco por vez primera en la Eucaristía y tenéis todavía vivo en el alma el recuerdo de este contacto personalísimo que ha dado comienzo muna amistad destinada a no quebrarse jamás, así lo esperamos. Los demás ya están alimentando el diálogo con Cristo a través de la asiduidad a la Mesa eucarística, de la que sacan la energía necesaria para afrontar con valentía y coherencia las decisiones que poco a poco se irán haciendo más exigentes. Pues bien, queridísimos muchachos, no lo olvidéis: sólo en Jesús podréis encontrar las razones últimas de vivir, amar, sufrir y esperar; sólo El puede libracos de las cadenas del pecado y de cualquier otra esclavitud que acecha a vuestra libertad verdadera; El puede, además, infundir en vuestro corazón el Espíritu de sabiduría, fortaleza, amor, y haceros capaces así de contribuir con eficacia a instaurar un mundo más justo y más fraterno. Que Jesús esté a vuestro lado siempre por los caminos de le vida. Que El os dé fuerzas para cumplir vuestros deberes diarios; que os defienda de los fatuos hechizos de una concepción escéptica y hedonista de la existencia; que El os sostenga en el esfuerzo por controlar las pasiones, para crecer cada uno., para insertaros constructivamente en el contexto social y eclesial. En su nombre os acompañamos con nuestra bendición apostólica que muy de corazón extendemos a vuestros profesores, padres y todos vuestros seres queridos.

* * *

Poco después de las 11.30, el Papa llegó al Aula de las Audiencias.

Permitidme, queridísimos hijos, que os abra mi corazón antes de dialogar con vosotros.

Amadísimos hijos, fieles y visitantes aquí presentes:

Nos parecería una falta de sinceridad y de piedad, si antes de dirigiros las breves palabras espirituales preparadas para esta audiencia, no os uniéramos a todos vosotros al dolor que aflige nuestro corazón por la bárbara muerte del honorable Aldo Moro, de la que seguramente estáis ya informados por las noticias publicadas.

Ahora solamente os diremos que este hecho homicida es grave por sí mismo y por las repercusiones morales y sociales que puede tener.

Desearíamos, en cambio, que la reflexión sobre este acontecimiento indujera a todos a pensamientos verdaderamente serios y prácticos acerca de nuestra participación, sea privada o pública,  la cual debe hacernos sentir no sólo partícipes, sino en parte responsables de su desarrollo, en el sentido de que todos debemos procurar que nuestra mentalidad y nuestro comportamiento estén guiados por una fuerte conciencia moral.

Es necesario que la bondad de las ideas y de las acciones de todos sea más incisiva y operante en nuestro mundo para poder evitar la degeneración, de la que el injusto y trágico fin de un hombre de Estado, bueno, sereno, culto y piadoso como fue Aldo Moro, es un signo que provoca miedo y sonrojo.

 A este fin, queremos rezar por él, por sus familiares y por esta sociedad que nos rodea y por la que sentimos, tanto más cuanto más tristes se presentan las circunstancias, nuestro interés pastoral y nuestro paterno afecto.

* * *

Catequesis del Papa

La venida del Espíritu Santo sobre los discípulos del Señor

Nos hallamos en el tiempo conmemorativo extremamente importante que separa y enlaza dos acontecimientos capitales de la historia de la religión en el mundo: la Ascensión, es decir, el éxodo glorioso y misterioso de Jesucristo del escenario de esta vida terrena después de su resurrección, y Pentecostés, que para nosotros los cristianos es la venida del Espíritu Santo sobre el grupo de discípulos del Señor reunidos en Jerusalén, dóciles a la última recomendación del Maestro, esperando recibir a los pocos días un "bautismo del Espíritu Santo", del que no tenían concepto claro, pero recordaban y meditaban sin duda las palabras que les había dicho Jesús: "Recibiréis la virtud del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaria, y hasta los extremos de la tierra" (Act 1, 8).

Pentecostés cristiano señala una de las fechas decisivas de la historia de la humanidad. Se trata del nacimiento de la Iglesia. Dice San Agustín: "Lo que es el alma para el cuerpo, eso es el Espíritu Santo para el Cuerpo (místico) de Cristo, que es la Iglesia" (PL 38, 1231); se trata de la efusión del Espíritu de Dios, de la animación sobrenatural de la humanidad que la Iglesia lleva a cabo, de la presencia y acción del Paráclito prometido, de la tercera Persona de la Santísima Trinidad, único Dios en tres Personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como es sabido.

¡El Espíritu Santo! Es el "Don de Dios" (cf. San Agustín, De Trinitate, V, 15; PL 38, 921); es el amor de Dios comunicándose y multiplicando los signos de su presencia y de su acción, los dones del Espíritu Santo (cf. 11, 2), que se recuerdan de nuevo al administrar el sacramento de la confirmación (sabiduría y entendimiento, consejo y fortaleza, ciencia y piedad, y temor de Dios). San Pablo escribirá a los gálatas: "Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad. afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza y castidad" (5, 22-23).

La vida del cristiano que está en "gracia de Dios" es como un jardín en flor. Debemos honrar siempre al Espíritu Santo procurando ser justamente campo de ese florecimiento. Con esta nota referente a la acción del Paráclito (como lo denomina San Juan: 14, 26; 15, 26; 16, 2) en el alma cristiana a través de la acción sacramental: "el bautismo confiere el Espíritu Santo como fuerza santificante y potencia interior que anima al cristiano con el Espíritu de Cristo y lo lleva a vivir como El. La confirmación es el nuevo Pentecostés de cada uno de los cristianos, que le infunde el Espíritu para hacerlo adulto; ya no vivirá sólo para sí, como el niño, sino que tendrá una misión en la Iglesia, la misión de cada uno de los cristianos de trabajar por el reino de Dios" (P. Benoit, Passion et Resurrection du Seigneur, Cerf 1966, pág. 368).

De este modo, que Pentecostés no pase inadvertido para nosotros. "¡No apaguéis al Espíritu!", repetiremos con San Pablo (1 Tes 5, 19), y a todos recomendaremos encender o reavivar la llama de la caridad, que es precisamente la del Espíritu Santo.

Con nuestra bendición apostólica.


Saludos

(A la Sociedad de las Misiones Africanas)

Saludamos especialmente y muy de corazón al superior general, reelegido de nuevo, y a los padres de las Misiones Africanas de Lión, que están clausurando la XIV asamblea general. Muchos méritos ha adquirido vuestra Sociedad en estos 120 años. Es verdad que el aspecto de los institutos cambia, al igual que el de las personas, pero el espíritu y el corazón de los miembros deben permanecer siempre jóvenes con la juventud perenne de Cristo y del Evangelio. Queridos hijos: Continuad prestando vuestra preciosa colaboración a las diócesis africanas —unas cincuenta si hemos contado bien— con la humildad y el fuego de San Juan Bautista mencionados en el capítulo tercero del cuarto Evangelio. Con nuestra bendición apostólica llena de afecto hacia vosotros y hacia los padres y hermanos de las Misiones Africanas.

(A un grupo ecuménico)

Es un gran gozo acoger a los eclesiásticos y laicos, católicos y ortodoxos, que están terminando una reunión ecuménica en la casa de los "Focolarinos" de Rocca di Papa. La plenitud de unión entre los cristianos es una de nuestras preocupaciones de cada día, y esperamos con impaciencia la hora en que podamos comulgar del mismo cáliz. Amados hermanos: Si queréis alcanzar este objetivo vital para la Iglesia, unamos nuestras súplicas en una oración única, y cuando en la Eucaristía ofrecemos a Dios la Víctima sin mancha, aprendamos a ofrecernos nosotros también. En Cristo seremos purificados y en El seremos consumados en la unidad (cf. Sacrosanctum Concilium, 48). Deseamos que vuestros trabajos ayuden a avanzar por el camino del amor fraterno y pedimos al Espíritu de Pentecostés que siga sosteniendo vuestros esfuerzos tan meritorios.

(Alos representantes de la revista alemana Weltbild)

Dirigimos un saludo cordial al grupo de peregrinos de la revista católica Weltbild (Rostro), como también a los miembros de la editorial Winfried-Werk. Que vuestra oración ante las tumbas de los Apóstoles os confirme en la fe en Cristo, quien ha dicho de Sí mismo: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 8, 12). Sólo bajo su luz y con nuestra fe podemos conocer el rostro real y verdadero del mundo. Ojalá aprendamos a ver el mundo como Dios lo ve. Que os aliente y ayude a ello nuestra bendición apostólica.

(A los miembros de la Asociación judía "Anti-Defamation League of B'nai B'rith")

Dirigimos una bienvenida cordial a los miembros de la Liga Anti-Difamación de B'nai B'rilh. Os estamos agradecido por vuestra visita y por el respeto que ésta pone de manifiesto. Queremos expresar profunda satisfacción por el progreso de las relaciones cristiano-judías verificado en estos últimos años, y esperamos que siga avanzando. Pensamos que en los Profetas del Antiguo Testamento cada uno puede encontrar invitación continua a dar ejemplo de justicia, a defender al pobre y al oprimido, y a caminar por el sendero de la vida. A través de la colaboración recíproca en estos grandes objetivos y asegurando a todos los pueblos el ejercicio de los derechos humanos —sobre todo el de la libertad religiosa— perseveremos fraternalmente en la construcción de la civilización del amor.

(En castellano)

Hermanos e hijos queridos: Estamos a punto de celebrar la fiesta de Pentecostés, que conmemora la venida del Espíritu Santo. Con este acontecimiento se cumple una etapa decisiva en la historia de la humanidad. En efecto, es precisamente mediante la infusión del Espíritu Santo que nace la Iglesia. El Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el "Don de Dios", es el amor divino que se comunica y multiplica su presencia y acción mediante los dones del mismo Espíritu. San Pablo escribe en su Carta a los gálatas: "Los frutos del espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza". La vida del cristiano que vive en gracia de Dios es como un jardín florido, en el que el Espíritu Santo actúa como fuerza santificante en el bautismo y como un nuevo pentecostés, como gracia fortificante, mediante el sacramento de la confirmación, para que el cristiano cumpla su misión de trabajar por el reino de Dios. Recordaos siempre de esta recomendación: mantened viva en todo momento la llama de la caridad, que es la llama del Espíritu Santo. Con nuestra bendición apostólica, que extendemos a cuantos nos escuchan por radio.

 

 



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