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PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Castelgandolfo
Miércoles 26 de julio de 1978

 

La amistad humana y cristiana

Entre las cosas bellas que proporcionan las vacaciones, especialmente a la juventud, figura el descubrimiento de nuevas amistades. Oportunidad que auguramos a cuantos acogen nuestro deseo de buenas y felices vacaciones en el Señor.

¿Quién no sabe, en efecto, lo numerosas que son, en este tiempo, las ocasiones de encontrarse con personas, antes desconocidas y extrañas? Y, ¿no es cierto, además, que, en los tiempos actuales, esa posibilidad ha aumentado y hasta se ha convertido en habitual y común, gracias al desarrollo de los medios de comunicación que consienten trasladarse con rapidez de un sitio a otro y superar los límites, estrechos en tiempos pasados, de los propios lugares de origen? Son encuentros, cuyo eco llega hasta nosotros; más aún, tenemos una prueba directa en muchos de vosotros hoy aquí presentes.

Pues bien; aparece así este nuevo tema para considerar en orden a las vacaciones, la oportunidad que ofrecen para esa relación, tan humana y tan espiritual, que se llama amistad. Se efectúan nuevos encuentros; se entablan nuevos conocimientos, diversos de los habituales del colegio, de la profesión, e incluso de la familia. Y uno piensa, quizá con excesivo idealismo, que la amistad, en el verdadero y serio sentido de la palabra, no solamente es todavía posible, sino que se encuentra incluso en condiciones adecuadas para su feliz desenvolvimiento.

Pero, ¿qué es la amistad? Es un tema éste que se presta a múltiples consideraciones, como lo demuestra la atención que, desde tiempos antiguos, le han prestado muchos escritores. Podemos recordar, por ejemplo, al famoso orador romano Cicerón, con su tratado De amicitia. En su opinión, el primer presupuesto de la amistad es que sólo se da entre los buenos y "no es otra cosa que un acuerdo perfecto sobre todas las cosas, divinas y humanas, acompañado de simpatía y amor" (cf. Laelius, seu de amicitia, cap. 5-6).

Junto a este alto ejemplo de sabiduría pagana, ¿cómo podemos olvidar, por otra parte, la superior sabiduría que lleva consigo de modo inmanente la palabra inspirada por Dios? Aludamos, al menos, a las afirmaciones luminosas del Sirácida sobre el "valor" del amigo fiel (cf. Sir 6, 14-16). Después, debemos recordar el "mandamiento nuevo" de Jesús, que transforma y sublima la amistad en amor fraterno, en cuanto nos compromete a amarnos los unos a los otros, como El mismo nos ha amado (cf. Jn 13, 34). El, que no quiso llamar siervos a sus Apóstoles, sino que los llamó y quiso como amigos (cf. Jn 15, 15), llegó a proponer y desear para ellos la comunión plena, es decir, la unidad de vida: "Para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti" (Jn 17, 21). Aquí nos encontramos ya realmente en el vértice de una altura, humanamente impensable e inalcanzable. Una amistad así, consumada en el amor, viene a desembocar en una mística identidad. cuyo modelo es la inefable relación trinitaria entre el Padre y el Hijo en el Espíritu.

Y ahora, como quien desciende de esa altura, queremos sacar al menos la conclusión de que la amistad crea una armonía de sentimientos y de gustos, que prescinde del amor de  los sentidos, pero, en cambio, desarrolla hasta grados muy elevados, e incluso hasta el heroísmo, la dedicación del amigo al amigo.

Creemos que los encuentros, incluso casuales y provisionales de las vacaciones, dan ocasión a almas nobles y virtuosas para gozar de esta relación humana y cristiana que se llama amistad. La cual supone y desarrolla la generosidad, el desinterés, la simpatía, la solidaridad y, especialmente, la posibilidad de mutuos sacrificios.

Será fácil, pura, fuerte la amistad, si está sostenida y alimentada por aquella peculiar y sublime comunión de amor, que un alma cristiana debe tener con Cristo Jesús.

¡Que nuestra apostólica bendición os acompañe!


Saludos

Gracias por todo y gracias por vuestra presencia. Debemos sentirnos espiritualmente unidos. Somos, en efecto, un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo. Tenemos un solo destino.

(A un grupo muy numeroso de sacerdotes)

Dirigimos ahora un saludo especial al grupo de 400 sacerdotes, afiliados al Movimiento de los "Focolarinos", los cuales quieren testimoniarnos con su presencia sincera devoción, unidad de intenciones y renovados propósitos de dedicación apostólica. Igualmente saludamos a los 350 voluntarios del mismo Movimiento, que han venido de diversas partes del mundo, para reforzar los vínculos de comunión que les unen a Cristo y a la Iglesia. Con efusivo afecto damos, en fin, nuestra bienvenida al grupo de 200 jóvenes del Movimiento juvenil misionero, de quienes conocemos el generoso empeño en la animación misionera de sus Iglesias particulares. Sobre todos ellos descienda, en prenda de copiosos favores celestiales, nuestra bendición apostólica.

(A un grupo de jóvenes belgas)

Entre los grupos presentes nos complacemos en saludar a trescientos jóvenes de los "Patros" de Bélgica. Queridos amigos, ayudaos mutuamente en una organización inteligente y sana de vuestro tiempo libre. Que Dios afirme vuestra fe y os ayude a dar testimonio de ella. Con todo nuestro aliento y nuestra bendición.

(A un grupo de peregrinos de Siria)

Dirigimos un saludo especial a los peregrinos de Siria, guiados por mons. Paul Coussa, vicario patriarcal armenio de Damasco. El gran Apóstol Pablo, convertido en el camino de Damasco, vino hasta aquí a traer la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesús. Siguiendo su ejemplo, mantened firme vuestra fe, en ese Oriente Medio tan atormentado; sed artífices de paz. Con nuestra especial bendición apostólica.

(A los peregrinos procedentes de Jordania)

Y ahora, una acogida calurosa a peregrinos que vienen de Jordania. Tenéis un lugar especial en nuestro afecto. Oramos para que haya tranquilidad en vuestro país y amor en vuestros corazones. Ojalá se manifiesten en vuestra vida las enseñanzas del Señor Jesús y sean vuestro gozo y vuestra fuerza. Dios bendiga a Jordania.

(A un grupo de peregrinos venezolanos)

Un saludo particular para la "Peregrinación nacional de Nuestra Señora de Coromoto", de Venezuela. Como recuerdo de este grato encuentro, llevaos el testimonio de nuestro afecto y una cordial bendición.

(Desde el balcón central del palacio que da a la plaza del pueblo)

Queridísimos: Habéis escuchado nuestra voz y habéis captado, ciertamente, el sentido de las palabras que hemos pronunciado. Los cristianos buenos, los amigos, deben tener una cordial y sincera alianza espiritual. En el nombre de Cristo sed amigos, sed leales, buenos, desinteresados. Os saludamos a todos, a todos, a todos. Que os bendiga y os proteja la gracia de Dios.

 

 



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