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CARTA DEL SANTO PADRE PABLO VI
DESIGNANDO AL CARDENAL CICOGNANI
LEGADO SUYO EN LAS CONMEMORACIONES PAULINAS DE TARRAGONA

 

A nuestro venerable hermano,
Amleto Juan Cicognani, del título de la Iglesia Suburbicaria Tusculana,
cardenal secretario de Estado.

Venerable hermano nuestro, salud y bendición apostólica.

Sabemos que al final del mes de enero del próximo año se celebran en Tarragona especiales solemnidades con motivo del decimonono centenario de la llegada a España del apóstol San Pablo para anunciar el Evangelio.

San Pablo, puesto por Cristo, como predicador y apóstol, doctor de las gentes en la fe, en la verdad, como había deseado y se había propuesto, predicador en Oriente y Occidente, llegó hasta los límites del Occidente, y, para difundir la luz de la fe, desde Roma marchó a España. Por lo cual con todo el derecho, adornado con esta corona inmarcesible, este invicto varón, lo mismo puede ser llamado asiático, frigio, macedonio, acayo, romano, como también hispano.

Los documentos escritos de la tradición nos han transmitido que él estuvo también en Tarragona, no pasó de largo una ciudad tan floreciente y noble como ésta, en cuyo puerto solían tomar tierra naves que de Ostia se dirigían a España y donde para restablecimiento del Reino de Cristo se le ofrecía la oportunidad de una puerta abierta.

Así cultivado, aquel fertilísimo campo dio mieses copiosas, de donde provino a la ciudad de Tarragona, gloria indiscutible, el vivo sentimiento religioso, la firmeza en la integridad de la fe, su insigne cultura cívica, su tenacidad en las empresas, su rectitud inquebrantable, que hicieron brillar esta ciudad durante siglos, sobresaliendo entre todas, las ciudades ibéricas, la Tarragona que fue madre de piadosos varones, condecorada con la sangre esplendente de los mártires Fructuoso, obispo, y de los diáconos Augurio y Eulogio.

Habiendo Nos considerado todo esto, y con el fin de aumentar el esplendor de tan solemnes celebraciones, accediendo gustosos a los deseos de nuestro amado hijo, el cardenal Benjamín de Arriba y Castro, arzobispo de Tarragona, hemos determinado enviar, de entre el Sacro Colegio de Padres Cardenales, uno que represente allí nuestra persona. Y por ello, a ti, venerable hermano te elegimos, nombramos y constituimos legado nuestro para que, en nombre nuestro y con nuestra autoridad, presidas la solemne conmemoración de la llegada del apóstol San Pablo a Tarragona. No dudamos de que tú, dotado de suave palabra, de doctrina esclarecida y amor singular hacia San Pablo, responderás largamente a nuestra esperanza. Esto mismo llenará tu alma de consuelo.

A fin de que todo suceda felizmente, como deseamos, invocamos sobre ti, venerable hermano nuestro, los auxilios celestiales, y en prenda de éstos te impartimos con todo afecto la bendición apostólica. Y por tu medio queremos que éste lleve como testimonio la amplia benevolencia a los supremos gobernantes de España, a los sagrados pastores, a todas las autoridades civiles y militares, a los sacerdotes, religiosos y fieles que asistirán a las dichas solemnidades, por todos los cuales pedimos, con San Pablo: “El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en el creer, para que ayudéis más y más, en la esperanza, digo, para que abundéis más y más, en la esperanza por la virtud del Espíritu Santo”.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día XXXI del mes de diciembre del año MCMLXIII, primero de nuestro pontificado.

PABLO PP. VI

 


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