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MENSAJE DE SU SANTIDAD PABLO VI
A LOS "VOLUNTARIOS DEL SUFRIMIENTO"

 

A nuestro querido hijo,
Luis Novarese,
director de “Centro de Voluntarios del Sufrimiento”.

El anuncio que nos ha hecho llegar de que, del 2 al 30 de julio, ese “Centro de Voluntarios del Sufrimiento” conducirá hasta Lourdes la XIII Peregrinación de sacerdotes enfermos ha producido vivo consuelo a nuestro corazón paternal, que se vuelve con solicitud de afecto muy particular hacia esos queridos hijos, porción escogida de la Iglesia, sumidos por la adorable voluntad de Dios en el purificador crisol de la enfermedad y de la prueba.

Nos es grato dirigirles nuestra palabra en la trepidante ocasión de su confiado peregrinar hacia la gruta de Massabielle, donde el corazón de la Madre del Eterno Sacerdote —allí aparecida para eficaz invitación de penitencia y consuelo de innumerables sufrientes— les acogerá con la ternura reservada a los hijos más semejantes y próximos a su Jesús Crucificado, por el imborrable sello del carácter sacerdotal y por el estigma misterioso y santificante del dolor.

Quisiéramos estar junto a cada uno de ellos —y nos consuela el pensamiento de que estas palabras, resonando para cada uno en particular, puedan compensar nuestro ardiente deseo—, para decir a esos queridos hermanos en el sacerdocio que su pena, unida a la Cruz de Cristo, enriquece a la santa Iglesia de méritos inestimables; para decirles también que su inactividad y aparente inutilidad es bien preciosa a las almas a las que, distraídas a menudo por el encanto falaz de las alegrías terrenas, les dan la más alta lección, la ayuda más firme, la invitación más persuasiva, y para recordarles, por último, que la misa de su diario sufrimiento obtiene para los hermanos, entregados a su ministerio, las gracias más abundantes de santificación y de eficaz apostolado, y les sirve de poderosa ayuda para la ascensión del espíritu en el desprendimiento y en el sacrificio total en favor del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (Cfr. Col 1, 24).

Al agradecer a esos hijos queridos las oraciones que, secundando nuestras intenciones, dirigen a la Inmaculada Reina del cielo, les abrazamos paternalmente exhortándoles a ofrecer las penas de su vida crucificada para que la gran hora que suena para la Iglesia sea fecunda en los deseados frutos de renovación verdadera y duradera, de entrega y de celo por la salvación de la familia humana.

En testimonio de nuestros sentimientos de singular benevolencia y en prenda de los consuelos celestiales que invocamos copiosamente sobre los numerosos sacerdotes enfermos, por la intercesión de la Madre de Jesús y Madre nuestra, de corazón impartimos la bendición apostólica y la hacemos extensiva también a los venerables hermanos, a los sacerdotes y a los fieles que acompañarán a la peregrinación prestándoles el consuelo de la palabra y de la solidaridad cristiana, así como a los dirigentes y a los miembros del “Centro de Voluntarios del Sufrimiento” tan beneméritos por la organización de esta providencial iniciativa.

Desde el Palacio Apostólico Vaticano, a 10 de julio de 1964, segundo de nuestro pontificado.

PABLO PP. VI



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