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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS DIRIGENTES DEL CONSEJO NACIONAL DE LA UNITALSI*


Martes 4 de febrero de 1964

 

Las dignas palabras del señor cardenal Traglia no podrían ser mejores para evocar los recuerdos, consideraciones y esperanzas que despierta la UNITALSL, pues abunda en ellos la benemérita y floreciente organización.

Es ahora el Papa quien ha de manifestar su agradecimiento por tantas egregias iniciativas y obras que la Unión promueve en toda Italia. Se trata de un benéfico complejo de iniciativas, verdaderamente encomiable, fervoroso y ordenarlo. Bajo la red de un aparato turístico-logístico, oculta de continuo una auténtica y rica vida espiritual, que en la gruta de la Inmaculada en Lourdes, tiene un epílogo constante y, al mismo tiempo, renovado y perenne incentivo para proseguir por el camino del bien.

Y ahora una reseña de recuerdos, comenzando porque el que se refiere a la falta de acogida de cierta amable invitación dirigida, en los años pasados, por el mismo cardenal Traglia al arzobispo de Milán para presidir una peregrinación nacional de la UNITALSL Por las muchas ocupaciones no fue posible aceptar tan amable proposición. Ahora, sin embargo, hay alguna forma de repararlo ampliamente. El Papa seguirá, desde este momento, en espíritu, los diversos convoyes de la UNITALSI hacia la meta bendita. Estará con sus queridos enfermos, a ellos les dirigirá las más amplias bendiciones y aquéllos que con tanta abnegación los acompañan y los asisten. De esta manera el conocimiento antiguo de los ideales y de los éxitos de institución tan selecta se transforma en sentida amistad.

Está apoyada sobre un conocimiento antiguo y sobre datos edificantes.

Para citar solamente un ejemplo, el Padre Santo quiere hacer notar cómo se quedó admirado por el buen trabajo realizado por los diversos grupos de la sección milanesa. Muchas veces pudo charlar con camilleros y damas asistentes, destacando no solamente el feliz desarrollo de sus actividades, sino, sobre todo, el gran espíritu que los animaba y los magníficos ejemplos de piedad, entrega, espíritu de sacrificio que de ellos emanaba.

En esto, sin duda, se funda la doble característica de la Gran Hermandad: fidelidad a la Iglesia y al Papa, y, por tanto, a los obispos, a todos los pastores de almas; peculiar devoción a María Santísima.

He ahí el verdadero secreto de la justa primacía de lo espiritual sobre toda preocupación de orden material. Por este camino se llega al diálogo misterioso que se nutre y desarrolla en Lourdes donde verdaderamente se comprende, con plenitud, el valor —hace poco mencionado por el cardenal Traglia— de la oración y de la penitencia, ingente riqueza espiritual, la cual, al paso que se revela como apología de la Unión, es para el Papa una gran esperanza y consuelo. No es un misterio para nadie el que el sucesor de Pedro, en el desarrollo de su misión apostólica, encuentra no pocas amarguras y preocupaciones, en las que solamente obtiene el vigor necesario para superar todo obstáculo, elevando la mente y el corazón a Dios e invocando el auxilio de la Madre celestial. Sentirse confortado por la ininterrumpida súplica a María es una fuente para su corazón de iluminada confianza.

A esta misma oración confía algunas intenciones especiales, entre ellas, las grandes perspectivas del Concilio y las nuevas vicisitudes de los encuentros espirituales con todos los hermanos cristianos que anhelan la unidad.

Pidamos a la Virgen que siempre nos ayude. Se lo recordamos especialmente a aquellos que tienen la fortuna de dirigirse a Lourdes. Allá —es de sobra conocido— se eleva diariamente la oración a coro de la Iglesia al Señor y a su Madre María.

Que en las próximas peregrinaciones se multipliquen las oraciones por la tercera Sesión del Concilio, que puede ser la definitiva. En una palabra, que todos, sanos y enfermos, pidan a la Virgen que bendiga a la Iglesia. Con esta visión confiada, enriquecida por la preciosa contribución, que los muchos millares de enfermos dan ya con el ofrecimiento a Dios de sus sufrimientos, el Padre Santo derrama sus bendiciones sobre los presentes, sobre sus seres queridos, sobre los trabajos y méritos de cada uno, como confirmación del afecto, de la estima y de los votos del Papa.


(*) Unión Nacional Italiana para transporte de enfermos a Lourdes y a Santuarios Italianos.



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