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DISCURSO DEL SANTO PADRE PAOLO VI
A UN GRUPO DE PERITOS AGRARIOS
DE AMÉRICA LATINA

Martes 28 de abril de 1964

   

Señores:

Vuestra presencia, tan grata por la significación que adquiere en el ambiente de trabajo de vuestro seminario, aviva en nuestro espíritu el recuerdo de América Latina, de ese grupo de naciones de tantas promesas, trabajadas en la actualidad por ideologías y fuerzas contrastantes, del interior y del exterior, que convergen para atraerlas a su influencia, ofreciéndoles la clave del éxito en las trasformaciones sociales que el tiempo acelera con impaciencia.

La Organización de Estados Americanos os ha preparado este encuentro con el que os es dado conocer más de cerca la legislación y la experiencia de otros Países en materia de reforma agraria. Actualmente la agricultura es objeto de examen y de medidas por parte de estudiosos, de asociaciones, de gobiernos y aun de organismos internacionales, pues si bien el porcentaje de la población agrícola en muchos pueblos va en continua disminución, reduciéndose de año en año la cifra absoluta de los dedicados a este sector de la producción, sin embargo su importancia aumenta en proporción a las necesidades siempre crecientes de la humanidad cada vez más numerosa.

La Iglesia no queda ajena a este interés, sino que es la primera en proclamar la necesidad de una atención especial a los hombres del campo fieles depositarios de un patrimonio religioso seriamente amenazado por el materialismo y el hedonismo de los tiempos modernos. Por eso ella quiere que ante todo queden en salvo estos valores espirituales y se respeten la justicia y la caridad cuando se trate de introducir posibles reformas en las estructuras agrícolas; por eso también insiste en la necesidad de aminorar el desequilibrio existente entre éste y otros sectores en orden a conservar y fortalecer la paz social; por eso invita a los pueblos más dotados a no sentirse ajenos a los problemas de los menos ricos en bienes materiales. La mirada materna de la Iglesia se ha parado pues sobre la multiforme y en muchos casos dramática evolución del mundo rural proponiendo una línea orientadora con que recomponer la convivencia dentro de un ambiente más justo y más humano.

La multitud de documentos pontificios sobre la materia así lo atestigua; ápice de todos ellos es la reciente Encíclica de nuestro venerado Predecesor Mater et Magistra que con aceptación unánime fue en todo el mundo recibida. No nos cabe duda —y vuestro filial homenaje, ilustres señores, así lo está manifestando— de que en vuestros estudios y experiencias ocupará un lugar eminente la doctrina social de la Iglesia sobre los problemas del campo. Y ciertamente creemos que con ello vuestras realizaciones quedarán valorizadas, las funciones que por vuestros cargos se esperan de vosotros, recibirán luz, vigor y fuerza. Sabed que confirmamos vuestros nobles ideales con la Bendición Apostólica que ahora os damos de corazón: llevadla también a vuestros hogares, a vuestros respectivos Países, a todo vuestro gran Continente, esperanza de la humanidad y de la Iglesia.

     



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