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MENSAJE DEL SANTO PADRE PABLO VI
PARA LA JORNADA DE LA MADRES Y DEL NIÑO

 

Vibra de emoción nuestro espíritu al saludar y expresar un augurio particularmente afectuoso a las madres y a sus hijos queridos, en las circunstancias en que la Jornada de la Madre y del Niño les hace objeto de atención, solícito amor y presurosos cuidados.

A la Obra Nacional pera la Protección de la Maternidad y de la Infancia, promotora de esta manifestación anual, expresamos nuestro aplauso y nuestro sincero aliento por su acción altamente beneficiosa, completamente encaminada al cumplimiento de un servicio social, que aparece siempre con urgente necesidad y de principal importancia, y completamente inspirada también en motivos ideales de la genuina caridad evangélica.

Al paso que alabamos y confirmamos su perseverante empeño en tan grande y compleja función, es ,decir, de honrar, defender y asistir a la institución familiar en su finalidad primaria, hacemos votos para que se le corresponda con una adhesión de sentimientos cada vez más extensa, y les sea posible subvenir con suficiencia de medios y providencias las múltiples exigencias de este delicado sector. Y con particular referencia a la gran campaña de vacunación antipoliomelítica que se está desarrollando en Italia, queremos subrayar la oportunidad y adhesión con que la Obra trata el tema de la tutela sanitaria y preventiva de los niños, con el propósito de organizar un concreto y extenso servicio a este fin.

Se advierte perfectamente en la mencionada «Jornada» la intención de propagar el concepto sagrado de la vida humana, tanto más digna y necesitada de reverencia cuanto más próxima a sus orígenes naturales, y tanto más merecedora de pronta asistencia cuanto más débil, pequeña y privada de los suficientes cuidados familiares.

Si luego se considera la excelente dignidad de la madre cristiana, colaboradora del Omnipotente en dar la vida y educar a los hijos de Dios para la Ciudad terrena y la eterna, y la del niño, convertido por el sacramento del Bautismo en hijo de Dios, su interés se enriquece con nuevos y elevados motivos y aviva en el ánimo sentimientos y propósitos capaces de confirmar un culto más afectuoso y un servicio más amoroso en favor de la Maternidad y de la Infancia.

He ahí, pues, los votos que brotan de nuestro corazón: que la ternura, la piedad, el amor y el sacrificio circunden con sagrado y sublime encanto a la maternidad; cuidado, protección, asistencia, amor, educación sean concedidos con inmensa generosidad a la infancia, con la consciente valoración afectiva, pedagógica, providencial del niño, en el cual la palabra evangélica invita a descubrir el más auténtico ciudadano del reino de los cielos (Mt 18, 3).

Para que el significado de esta misma Jornada sea puramente comprendido y su celebración sea rica en frutos, a sus participantes, a los dirigentes y colaboradores de la Obra benemérita que la promueve, a cuantos se extiende su actividad, a todos aquellos que la socorren, propiciadora de copiosas gracias celestiales, concedemos nuestra bendición apostólica; llegue también a todas las familias de Italia, a las cuales, en nuestra ferviente oración al Señor, deseamos ardientemente, y auguramos, juntamente con la prosperidad y el bienestar, el florecimiento de virtudes civiles y cristianas.

Vaticano, 8 de mayo de 1964.

 



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